Estimado lector, muchas gracias por su interés en nuestras notas. Hemos incorporado el registro con el objetivo de mejorar la información que le brindamos de acuerdo a sus intereses. Para más información haga clic aquí

Enviar Sugerencia
Conectarse a través de Whatsapp
Temas del día:
Buscar
Séptimo Día |TENDENCIAS

Cuatro actos en busca de un desierto

Buscando salir de la soledad de siempre, visito un taller de psicodrama

3 de Agosto de 2014 | 00:00
Cuatro actos en busca de un desierto

Por JOSE SUPERA
Escritor

Una historia. Narrada en cuatro actos. Para esta obra demencial llamada vida. Una nota. Que hable de lo personajes que somos, pero también de los personajes que somos.

1ER ACTO

Yocasto y Electra desnudos y tirados y de alguna forma imantados a una cama en el medio del infierno. Yocasto se levanta de la cama. Se viste. Se cambia, y cambia. Ahora es otro. Electra se viste pero sigue siendo la misma. Hace unos segundos había fuego y lava y azufre. Ahora entre ellos hay paredes de hielo, agua congelada. Electra, vestida pero de alguna forma desnuda, intenta colgarse de los brazos de Yocasto. Yocasto se libera de los brazos de Electra, y de mucho más que eso. Y se para abajo de una luz que viene de un cielo de sol dicroico de departamento.

“... En un momento una de las alumnas se tira al suelo. Después confiesa que se tiro porque veía que abajo de la soga, muy abajo, a muchos metros, había animales y piedras y mucho verde. Entonces Oscar anota en el pizarrón la palabra que sintió la mujer. Vértigo...”

Yocasto (voz apagada): “Terminé transformándome en una bestia, en un monstruo que no asusta a nadie más que a mí”

Electra: “Te comió el personaje a vos”.

Yocasto: “Un desierto acá adentro”.

Electra: “Me das ganas de cuidarte”.

Yocasto sale de escena.

Cae el telón.

2DO ACTO

“Estás caminando sobre una cuerda floja”. Oscar Vernales, hace unos segundos, hizo dividir a sus alumnos y les pidió que vayan a un lugar extremo en su mente pero también de la sala donde están. Los alumnos se separaron y fueron caminando hacia las paredes. Ahora les pide que empiecen a caminar. Los cinco alumnos caminan por la soga imaginaria. Caminan con los ojos cerrados. En un momento una de las alumnas se tira al suelo. Sigue avanzando, pero ahora, arrastrándose. Después confiesa que se tiro al suelo porque veía que abajo de al soga, muy abajo, a muchos metros, había animales y piedras y mucho verde. Entonces Oscar anota en el pizarrón la palabra que sintió la mujer. Vértigo. Después, los otros alumnos van dictándole las otras palabras que fueron sintiendo al imaginarse caminando por una cuerda floja. Oscuridad/duda. Miedo/incertidumbre. Desequilibrio.

Después realizan otro ejercicio. Oscar les pide que imaginen una escena. También podría ser una imagen o una fotografía o una escultura. Otra de las mujeres se levanta y con dos sillas arma una camita y se acuesta tapándose con su campera. “Estoy sola. Es lo que yo elijo. Me duele y no hago ni quiero hacer nada por salir de esto. Las luces de mi vida se van apagando poco a poco. Al lado mío, en la cama, donde tendría que haber alguien, hay una radio, que me habla y me mantiene conectada con este plano y esta realidad, la radio me protege del silencio y la soledad”. Oscar hace levantar a la mujer de esa cama imaginaria y le dice que ahora se transforme en radio. Otra de las alumnas hará las veces de ella. La primera mujer ahora habla como si fuera una radio, le habla a su otra ella. Su voz se vuelve un poco más robótica, pero también más humana. Ahora ella está hablándose a sí misma como si fuera una radio. “Yo te voy a salvar la vida, mi voz y todo lo que salga de adentro mío va a hacer que te levantes”.

Cae el telón.

3ER ACTO

Intento hablar en esta nota del personaje que queremos ser. ¿Estamos realmente solos?

Yocasto: “Vos sos un ególatra”.

Intento encontrar una forma de hacer una nota que hable de los desiertos en los que nos sentimos caminando a veces.

Yocasto: “No podés dejar de escribir sobre vos”.

¿Me hablan mis personajes?

Yocasto: “No soy tu personaje. En todo caso soy mi propia creación. A medida que me vas escribiendo dejo de ser tuyo y paso a ser de los otros y de nadie, fuckin’ ególatra”.

Escribo para no estar solo, para conectarme con el otro y ver si siente lo mismo.

Yocasto: “Y hacés que en una nota te hable uno de tus personajes para decirte lo que no te animás a aceptar. El eterno retorno, estás como Borges, pero muchísimo más chiquito, hablando siempre de lo mismo”.

Escribo para romper la barrera del silencio y la soledad.

Yocasto: “Te fabricaste un personajito a la medida de tus miserias. Y ahora no podés dejarte de mostrar tal cual sos”.

Sí. Una anatomía de lo que soy. Sin tapujos, sin careteadas.

Yocasto: “Ves, todo el tiempo pensando en vos. Podrías empezar a pensar en mí, en lo que me pasa, en el porqué de mi aparición/desprendimiento”.

Qué es lo que nos mueve a caminar por los desiertos y a obligarnos a no estar solos.

Yocasto: “No me estás escuchando”.

Qué es la noche y el alba, qué es la piedra y el alma, la punta del cuchillo pinchando en tu cuello, obligándote a no estar solo, obligándolos a los otros, también, a estar con vos.

Yocasto: “Estás poniendo muchas comas. Vos escribís con pocas comas. Las comas endulzan. Vos escribís a los hachazos”.

Callate.

“...Una literatura lacónica y deliciosa. Los capítulos, breves, van desgranando a su héroe, que inspira tanto temor como piedad, sumergiéndonos con él en otras soledades, en otros desiertos. Hipnótica y envolvente, Los Desiertos nos termina por persuadir de que aunque no lo sepamos, aunque no lo creamos, todos estamos irremediablemente solos, y que los otros son apenas actores, extras, de nuestra ilusoria realidad...”

(Y silencio).

(Tempestades de silencio).

Cae el telón.

4TO ACTO

Por eso escribo una novela que se llama Los desiertos. Un personaje que está solo. Como yo. Escribir una novela rodeado de gente, pero solo, más solo que nunca. Le doy la novela al dramaturgo Javier Daulte. Le pregunto si soy un personaje. Se ríe. Yo no. Y después de un tiempo la lee y me contesta por mail que la novela comienza sin vacilaciones. Su protagonista (vos, yo, el lector interpelado de diferentes formas al punto de dejarnos sin escapatoria) tampoco vacila: apunta a sus víctimas por debajo de una mesa. ¿La razón? Sentirse menos solo.

Una literatura lacónica y deliciosa. Los capítulos, breves, van desgranando a su héroe, que inspira tanto temor como piedad, sumergiéndonos con él en otras soledades, en otros desiertos.

Hipnótica y envolvente, Los Desiertos nos termina por persuadir de que aunque no lo sepamos, aunque no lo creamos, todos estamos irremediablemente solos, y que los otros son apenas actores, extras, de nuestra ilusoria realidad.

Un relato de nuestro tiempo, en el que cualquiera de nosotros (atrapados en los novísimos grilletes de la sociedad de consumo llamados redes sociales, o en cualquier invento por venir que nos ayude a aislarnos cada vez más) empieza a parecerse demasiado a las criaturas imaginadas -y no tanto- por vos.

Yocasto: “Ego, ego, nunca va a parar”.

Cae el telón.

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE

ESTA NOTA ES EXCLUSIVA PARA SUSCRIPTORES

HA ALCANZADO EL LIMITE DE NOTAS GRATUITAS

Para disfrutar este artículo, análisis y más,
por favor, suscríbase a uno de nuestros planes digitales

¿Ya tiene suscripción? Ingresar

Básico Promocional

$135/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $2590

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Suscribirme

Full Promocional

$190/mes

*LOS PRIMEROS 3 MESES, LUEGO $3970

Acceso ilimitado a www.eldia.com

Acceso a la versión PDF

Beneficios Club El Día

Suscribirme
Ir al Inicio
cargando...
Básico Promocional
Acceso ilimitado a www.eldia.com
$135.-

POR MES*

*Costo por 3 meses. Luego $2590.-/mes
Mustang Cloud - CMS para portales de noticias

Para ver nuestro sitio correctamente gire la pantalla