Escotes engañadores

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

afcastab@gmail.com

Las siliconas han emparejado los escotes y lo natural ha claudicado ante el peso de unos refuerzos multinacionales que dejan ver pezones mejor acompañados. Los pechos han dejado de ser propiedad del amante para empezar a recoger miradas agradecidas del vecindario. Gracias a la obra social y al quirófano, las prótesis han ido en ayuda de deseos desgastados y han puesto en duda el mérito de lo legítimo.

Pero las tetas nunca dejaron de estar de moda y allí siguen, corregidas y aumentadas, para alegría de propios y extraños. Ahora que los pechos viven en una perpetua primavera, aparecen los embaucadores de siempre. Una mujer ganó un juicio porque cuando fue a recambiar sus siliconas, los médicos decidieron sin avisarle que las que tenía podían tirar un tiempo más y dejaron las de siempre, un par de pechos que se había amortizado entre piropos y concurrentes.

Las mujeres necesitan cada tanto recambiar algo: cabello, boca, muebles o marido. La vida exige a cada paso reemplazos y reencarnaciones y las tetas son parte esencial de la nueva mampostería femenina. Grandes y flamantes, avanzan firmes y decididas sobre curiosos y desconocidos. Y en estos días de falso verano vinieron a recordarnos que están allí para organizar la mirada y sugerir prometedores itinerarios.

Las tetas nunca dejaron de estar de moda y allí siguen, corregidas y aumentadas, para alegría de propios y extraños.

El engaño se produjo en un centro médico de la avenida Callao, en capital federal. La mujer fue para que le cambiaran las prótesis mamarias, pero le reimplantaron las que tenía. Hizo juicio y ahora cobrará 143.000 pesos de indemnización más intereses. La jueza civil Gabriela Paradiso Fabbri dispuso el resarcimiento a favor de la paciente en virtud de que “la recolocación de las mismas prótesis se encontraba absolutamente desaconsejada por las mismas empresas fabricantes”. La magistrada consideró que “ese reimplante constituyó un dislate, absolutamente contraindicado por la especialidad”. La mujer había acordado con los médicos “una cirugía plástica en los senos, con el fin de embellecerlos, aumentando su volumen y borrando una cicatriz anterior”, y pagó por ello 3.240 euros, lo que “incluía el valor de las prótesis mamarias de origen americano, que no le fueron implantadas”.

Tiene algo de solidaridad la buena idea de operarse para mejorarnos vista y tentaciones. Porque siempre las buenas tetas fueron como un donativo para ojos extraños. En los desfiles, los pechos son parte de una geografía que esconde y delata. Entre pieles y transparencias, enseñan en cada pasada que el arte de ellas siempre fue mostrar algo para que la imaginación añore todo el resto.

Es cierto que los cirujanos han llenado la calle de tetas repetidas, pero así y todo, sigue siendo la práctica más requerida. Por eso la paciente se sintió estafada. Los médicos que la anestesiaron para no cambiarle nada, ignoran que ellas conocen los trucos de la mentira, que aún dormidas saben cuando la están engañando, que no quieren nada usado y que en realidad hablan de viejas tetas y viejos amores cuando van a la consulta a buscar “embellecerlo, aumentando su volumen y borrando una cicatriz anterior”.

Los cirujanos que la estafaron dejaron algo más que siliconas vencidas. La mujer pagó por unos senos último modelo porque quería seguir proponiendo un escote apetecible. Gastó ahorros reservados al ocio y a las vacaciones. Y fue con sus tetas gastadas a buscar en el quirófano un envión querido y necesario. Y compró dos pechos norteamericanos, algo que en estos días se palpa mal. De vuelta a casa, cuando el principal usuario advirtió que acariciaba terreno conocido, empezaron las sospechas. El abogado se sumó a la investigación. Y así fueron descubriendo el fraude lastimoso de ese par de cirujanos que una tarde decidió que ninguna teta norteamericana merecía desplazar a esas siliconas ya acriolladas.

Siempre se empieza por las tetas. Es la llave que abre puertas a otras expectativas. Ellas incitan a las primeras escaramuzas. Y distraen mucho. Lo saben los recién nacidos y los novios.

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