El premio fue para el que tuvo más osadía en los 180 minutos

En un duelo sin enormes diferencias, lo táctico reflejó las intenciones que hubo de un lado y del otro

SCHUNKE Y VEGETTI LUCHAN POR LA PELOTA. EL PINCHA SE QUEDÓ CON EL CLÁSICO Y PASÓ DE RONDA

ANALISIS
Por NICOLAS NARDINI

El único pasaporte a los octavos de final de la Copa Sudamericana quedó en manos del equipo que persiguió ese premio con más determinación. El duelo de 180 minutos no arrojó una gran superioridad de uno sobre otro, pero sí dejó de manifiesto que Estudiantes fue, tanto en la ida como anoche, el equipo que más buscó el arco de enfrente. Y por eso se quedó con un merecido premio ante un elenco albiazul que sólo se animó a atacar con decisión en el último cuarto de hora, cuando ya sólo le quedaba como opción quemar las naves.

Dibujos al margen, los dos factores diferenciales fueron, por un lado, el compromiso de Estudiantes en la búsqueda ofensiva y, por otro, la diferencia de jerarquía individual de los planteles. La mayor riqueza técnica albirroja le permitió al local sortear de mejor manera acciones de finalización en los últimos metros de la cancha.

Pellegrino apostó por una doble búsqueda. En muchos momentos apeló a la profundidad de sus extremos para desequilibrar en el uno contra uno, mientras que en otros logró momentos de buen fútbol a través de la tenencia de Román Martínez y las diagonales de Joaquín Correa.

Gimnasia salió con la premisa de cuidar el cero en su arco y llevar peligro mediante alguna contra salvadora. En el primer tiempo Vegetti fue víctima de la estrategia, quedó aislado y jamás tuvo con quien asociarse. A tal punto que el Lobo no pateó al arco en toda la etapa.

El gol de Vera en el amanecer del complemento alteró el desarrollo del partido. Sólo tras la desventaja creció el juego albiazul, al abandonar la postura conservadora.

Los albirrojos se replegaron demasiado. Estudiantes achicó espacios hacia atrás y le dejó campo vacío a los volantes triperos para romper por los costados. En el último cuarto de hora se intercambiaron los roles entre dominador y dominado.

La diferencia a lo largo de los 180 minutos fue exigua. Sólo un gol. El suficiente para premiar al que más quiso y castigar al que sólo se animó cuando la suerte estaba casi echada.

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