Juliana, el estilo de una primera dama
| 23 de Noviembre de 2015 | 01:16

Mauricio Macri y Juliana Awada se conocieron en Ocampo Wellness Club, un gimnasio del exclusivo Barrio Parque, distrito porteño donde el metro cuadrado supera los 5.000 dólares. Eso fue un año antes de la boda, cuya fiesta se celebró en Costa Salguero. Cuando se conocieron, Macri era un hombre sin compromisos; había terminado su relación con Laura “Malala” Groba (ver aparte). Se conocían desde antes, del barrio y del club San Andrés, donde Macri y un hermano de Awada solían jugar al golf.
“Como él es amigo de mi hermano mayor, en una cena antes de ser novios, él se acercó a mi mamá y le dijo: ‘Hola, suegrita’”, contó Juliana. Según ella, Macri le pidió tres veces matrimonio. La relación fue creciendo hasta llegar al casamiento, el de la famosa fiesta en la que Macri se tragó un bigote de plástico, mientras imitaba a Fredy Mercuri. De esa unión nació Antonia, hoy de cinco años.
Antes de iniciar su relación con el Presidente electo, Juliana Awada estuvo casada con Gustavo Capello. Luego fue pareja por casi 10 años del millonario conde belga Bruno Laurent Barbier -con inversiones sojeras en el país-, con quien no se casó y tuvieron una hija, Valentina.
Juliana es de una familia de origen libanés, dedicada desde siempre al rubro textil y tiene cuatro hermanos, uno de ellos el reconocido actor Alejandro Awada, quien no comulga con las políticas del PRO.
Juliana es la cara visible de la marca de ropa femenina Awada, aunque nunca estudió diseño. “Me hubiera encantado, y es algo que me arrepiento de no haber hecho”, confesó no hace mucho tiempo. Fue alumna del desaparecido Chester College, en Belgrano, y cuando terminó sus estudios secundario se fue dos meses a un colegio de Oxford, en Inglaterra, para estudiar inglés. A su regreso, confiesa, “en vez de meterme en la universidad me puse a trabajar. A mi mamá le habría gustado mucho más que estuviéramos todos (los hermanos) recibidos, con un título terciario”.
Poseedora de una extraña belleza, hace un culto del perfil bajo. Tiene un estilo sobrio y elegante. Sabe que su vida cambiará drásticamente a partir de ahora y está preparada para asumir el rol que implica ser la esposa del Presidente. “Pero vamos a tratar de mantener la vida de familia, aunque habrá mayores obligaciones y exigencias”, ha dicho en estos días.
La familia obtuvo resonancia pública por un hecho inesperado: el secuestro de Abraham Awada, padre de Juliana, en agosto de 2001. Fue abordado por una banda cuando salía del San Andrés Golf Club, partido de San Martín y liberado tras cinco días de cautiverio. Se estima que la familia pagó 300 mil dólares de rescate. Ahora serán parte de la familia presidencial.
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