Desnudar el alma (y más) en el escenario
| 20 de Febrero de 2015 | 22:58

Por MARIA VIRGINIA BRUNO
Por sus facciones perfectas hizo muchas veces de galán en tevé, sin embargo, logró zafar de las etiquetas: fue villano, se puso en la piel de Manuel Belgrano y actuó para la franja juvenil, además de encabezar un musical en el que cantó y bailó bajo la dirección de Ricky Pashkus. Trabajar con Mignogna en cine lo marcó y en teatro se lució con Norma Aleandro, Jorge Marrale y Lito Cruz. Antes, en el circuito off, encontró un hueco perfecto para experimentar las riquezas de este oficio. A los 38 años, Esteban Meloni encara un gran desafío profesional en “El Principio de Arquímedes”, la obra teatral que se convirtió en un suceso del boca en boca en la cartelera porteña, en la que le da vida a Rubén, un joven profesor de natación que debe enfrentar una dramática acusación sobre pederastia.
Llegó a Buenos Aires cuando tenía 18 años desde Bahía Blanca, la ciudad conocida por haber exportado a grandes talentos deportivos. Estudió Cine, imagen y sonido, y después Arte en la UBA, aunque no se recibió. En paralelo se desempeñó como mozo en el Hotel Alvear, su primer trabajo en la Capital, y se anotó en cuanto casting había. El primero que hizo fue una publicidad de Coca Cola, después llegó una pequeña participación en “90-60-90”, con Natalia Oreiro, antes de dar el gran paso a “Verano del 98”, la tira con la que alcanzaría la masividad en el 2000.
Por su belleza inocultablemente simple y su sonrisa seductora, Esteban se ganó el corazón de las plateas juveniles, primero, perfilándose como un galancito de tevé. Sin embargo, con el pasar de los años logró convertirse en uno de los intérpretes más respetados de su generación con elogiadas participaciones en cine (fue dirigido además de Mignogna por Giralt y Montiel, entre otros), teatro (bajo la mirada de Demaria, Pashkus, Tritek, Tolcachir, Loza, Daulte, Veronese) y tevé (“Floricienta”, “Vidas robadas”, “Lo que el tiempo nos dejó”, con dirección de Adrián Caetano, “Para vestir santos”, “Historia Clínica”, “Esa Mujer”).
Formado con Helena Tritek, Raúl Serrano y Julio Chávez, dice que la parte que más le gusta de su oficio es la versatilidad que le permite apropiarse y desapropiarse de personajes tan opuestos y disímiles entre sí (y entre él, también), una capacidad que, bien aprovechada, se presenta como un pase directo para ascender en la vida misma. “Es lo que más me gusta de mi trabajo –dice, en diálogo con EL DIA-, por eso creo que soy actor. Uno va cambiando, no es siempre el mismo y creo que eso es un poco nuestro trabajo. Uno transmite con la imagen, con las emociones y depende del momento que uno esté atravesando en su vida es lo que va a comunicar. También el actor necesita entender lo que está haciendo para poder transmitirlo y hay momentos en donde no entendés ciertas cosas. Este trabajo permite que tu crecimiento personal vaya acompañado del crecimiento profesional y eso es muy interesante, es un camino de auto conocimiento muy bueno”.
INCOMODA Y PROVOCADORA
Sorprendido y feliz con el éxito que “El Principio de Arquímedes” está suscitando desde la sala del Teatro Apolo (con un elenco que incluye a Beatriz Spelzini, Martín Slipak y Nelson Rueda, bajo la dirección de Corina Fiorillo), sobre todo entre el público al que define como “el gran protagonista y el que termina de cerrar la historia”, Meloni destaca la importancia de que la pieza escrita por el catalán Josep María Miró se haya ganado un lugar en la Calle Corrientes. “Es una obra que puede ser leída de diferentes maneras y cuando vas descubriendo de qué va y qué es lo que pasa, es chocante, muy fuerte. Es un tema muy delicado que no se ha tocado en el teatro comercial, por lo menos desde que tengo conocimiento, sobre todo con tanta actualidad y de una manera tan equilibrada como lo hace el autor. No es tendencioso para ningún lado y eso es lo interesante, es una obra incómoda y eso lo experimenté con la lectura”.
Condena social, miedo, paranoia, intereses mediáticos y la invasión cada vez más grande de las redes sociales están presentes en “Arquímedes”, una obra que va por su tercera temporada (debutó en el San Martín y pasó por el Kónex) con elementos que no pasan desapercibidos. “El público ya no sólo quiere entretenerse, también quiere que lo sacudan”, asegura Meloni, quien durante apenas unos segundos, y frente a 500 espectadores, provoca con un desnudo total (total), sin dudas, uno de los grandes desafíos de su carrera.
“La idea de lo que iba a ser era todo un desafío, como un salto al vacío, pero después, cuando finalmente lo hicimos, lo viví con mucha naturalidad. Uno empieza a trabajar con uno mismo y te vas preparando para sentirte bien y creo que eso funciona: había que hacerlo y me pareció una causa noble porque me parece que la escena donde sucede el desnudo es una de las más importantes. El desnudo es una provocación de mi personaje hacia el de Beatriz Spelzini, muestra muchas cosas y no es un desnudo artístico como se dice, es un desnudo crudo, no tiene un cuidado estético, es una provocación. La obra es fuerte y el desnudo también lo es y no hay mucho para pensar o cuestionar del tema, hay que hacerlo”.
Positivo es el balance que Meloni hace en sus todavía cortos quince años de carrera. A base de sacrificio, constancia y talento, logró encontrar su propio lugar y no se olvida de una de las tres palabras mágicas que a todos nos enseñan (o nos deberían enseñar) en nuestros primeros años de vida: gracias (permiso y por favor, las otras dos). “Estoy muy agradecido. Vine de Bahía Blanca, nací en una familia que no es de actores y fue muy difícil. No es común que uno logre todo esto estando tan lejos y por eso estoy tan agradecido. Algo que aprendí en todo este tiempo es que no hay nada peor que las comparaciones. Uno es único y tiene que hacer su camino, sin mirar para los costados, sólo nuestra propia estela, y eso me da mucho orgullo”.
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