Almafuerte, la austeridad de un poeta esencial

El museo de 66 entre 5 y 6 es un reflejo de la sencilla vida que llevó el autor de “A la libertad” y “Piu Avanti”

Despojada de cualquier mobiliario que no sirva para un fin esencial, con unos pocos y modestos enseres, sencilla si hay que sintetizarla en una palabra, la casa que legó Almafuerte a los platenses, emplazada en el arbolado boulevard de 66 entre 5 y 6, es un fiel reflejo de la austeridad con la que vivió el poeta. Centro de atracción de numerosos visitantes, como lo fue hace unas horas, durante la Noche de los Museos, esta tarde seguirá allí la fiesta porque el emblemático inmueble se engalanará para celebrar el 161º aniversario del nacimiento del autor de reconocidas poesías, escritos epistolares y discursos.

“Almafuerte fue muy pobre toda su vida, y dejó muy pocos bienes materiales”

Pedro Bonifacio Palacios (San Justo, 13 de mayo de 1854 - La Plata, 28 de febrero de 1917) fue un rebelde de su época, un maestro que enseñó sin título habilitante en las escuelas rurales más pobres de finales del siglo XIX, cuando la educación oficial no se había afianzado todavía en el país; fue un contestatario irascible al que poco le importaba la investidura de quien tenía delante para reclamarle por alguna injusticia social; y fue también un hombre que desde su humilde hogar - los precarios ranchos donde vivió mientras ejercía la docencia o la casona platense - rescató de la soledad y el hambre a pequeños huérfanos y a vecinos que vivían en la indigencia.

El inmueble de la avenida 66- convertido en museo desde 1945 - fue el primer Monumento Histórico Nacional declarado en la Ciudad. Es la típica casa “chorizo”, con patio central, cocina en la parte de adelante, los sanitarios atrás y una galería hacia donde dan las habitaciones, construida por los inmigrantes, por lo general italianos. Almafuerte la adquirió en 1906, luego de conseguir un trabajo estable y un crédito hipotecario, y allí residió hasta su muerte. Al fallecer el escritor, la propiedad estuvo varios años abandonada. Eso fue hasta que una agrupación de literatos, Bases, la recuperó y la utilizó como sede de actividades vinculadas a las letras. Finalmente, el espacio se municipalizó y funcionó durante muchos años como Biblioteca Popular, con una enorme demanda por parte de los escolares del barrio.

“No fue fácil organizar la casa como museo, sobre todo porque Almafuerte fue muy pobre toda su vida, y dejó muy pocos bienes materiales, apenas algunos objetos y muebles. Su mayor acervo está en sus escritos”, explica la directora de los Museos Históricos Municipales, Susana Scorians.

Con todo, no son más que tres habitaciones en las que se exhiben las pertenencias del autor de “Piú avanti!”. En cuatro vitrinas se distribuyen el par de anteojos con marco de plata característicos de su vejez; monedas de la época; manuscritos de cartas y poemas; la libreta con el pago de las cuotas del crédito con el que compró la vivienda; el libro de firmas de las celebridades que lo visitaron en su lecho de muerte, en la antigua Asistencia Pública de 4 y 51; sus bastones; el mate y la bombilla que utilizó en los últimos años; ejemplares del diario El Pueblo, donde publicaba sus creaciones; y el título de maestro - post mortem - que le otorgó, en reconocimiento a su desinteresada entrega a la enseñanza, el ministro de Educación de la Provincia, en 1974, Tomás Diego Bernard.

En esas habitaciones también pueden apreciarse una cómoda de madera y mármol, un escritorio, un sillón, un ropero, una pequeña biblioteca, autorretratos al lápiz (su verdadera y temprana pasión fue el dibujo), fotografías y libros. Algunos pasos más hacia el fondo de la propiedad se halla el viejo horno de barro con el que el mismo poeta cocinaba el pan que le daba de comer a los chicos pobres del barrio.

UN LUGAR EN EL TIEMPO

Para que el visitante alcance a comprender el contexto político y social en el que transcurrió la vida de Almafuerte se muestra un panel con una didáctica línea de tiempo que abarca los años de su existencia; de ahí que arranca en 1854 y culmina en 1917.

Una curiosidad: en esa casa se gestó el Día de la Tradición. Fue justamente a instancias del grupo Bases, que además de recopilar toda la obra de Almafuerte llevó adelante las gestiones necesarias para que se sancione la ley que instaura la fecha en la que nació el autor de Martín Fierro, José Hernández, el 10 de noviembre, para reivindicar las tradiciones nacionales.

Sobre el final del patio trasero de la antigua casa, un pedestal sostiene una placa en la que se grabó uno de sus poemas más célebres: “Y a pesar de ser bálsamo y ser puerto, / de ser lumbre, ser manto y ser comida, / a mi nadie me amó sobre la vida; / ni nadie me honrará después de muerto!”, se lee. “En eso último se equivocó”, subraya, enérgica, Scorians, admiradora tanto de la vida como de la obra del poeta platense por adopción, y añade: “acá todos los años, en su aniversario, lo recordamos con una fiesta popular, en el museo y en la calle; para homenajearlo salimos hacia la comunidad, como a él le gustaba”.

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