Se debe enfrentar el grave peligro sanitario que implica el sedentarismo

Un estudio dado a conocer en estas jornadas, demostrativo de que sólo una minoría de la población argentina realiza actividades físicas de manera regular, viene a corroborar las conclusiones que desde hace mucho tiempo sostienen los especialistas acerca de que el sedentarismo sigue siendo una tendencia generalizada en la Argentina.

El trabajo realizado por una consultora determinó que un tercio de los argentinos no hace nunca una actividad física y otro porcentaje, cercano al 40 por ciento, admite hacerlo apenas una o dos veces por semana, tal como surgió de la encuesta realizada a 800 personas mayores de 18 años de edad.

Otro dato sugestivo destaca que en la mayoría existe un consenso sobre los efectos saludables que genera realizar actividad física regular en todas las personas, aunque, paradójicamente, sólo muy pocos de los encuestados dijeron que practicaban ejercicios con la intensidad médica ideal que se demanda.

Las referencias obtenidas en el sondeo se encuentran en sintonía con los resultados de la tercera encuesta nacional de Factores de Riesgo del ministerio de Salud realizada en 2013, según la cual el nivel de sedentarismo de los argentinos alcanza al 55,1 por ciento, Y, lo que es peor, va en aumento, ya que en la encuesta de 2005 la cifra era del 46 por ciento.

Lo cierto es que la población se encuentra amenazada por uno de los principales factores de riesgo de sufrir diversas enfermedades, en la medida en que no se impongan modificaciones sustantivas en los hábitos de vida y en el consumo de alimentos poco saludables.

También es verdad que, pese al crecimiento del número de personas que se inclina por practicar una vida más sana, distintas fuentes médicas han advertido que en las nuevas generaciones están cayendo en desuso prácticas tales como andar en bicicleta, correr o participar en pruebas atléticas. Y que, en reemplazo de esas actividades, muchos chicos no sólo permanecen muchas horas frente a la televisión o ante las pantallas de internet, sino que a ello debe sumársele el auge de juegos como la PlayStation que los mantiene sentados en un sillón durante todas las horas de ocio.

También debe tenerse en cuenta el incremento en la población del consumo de productos con altos contenidos de grasa y azúcares, entre ellos las golosinas, los snack, las galletitas, los jugos artificiales y las gaseosas, convertidos en alimentos favoritos no sólo de niños y adolescentes sino de personas de toda edad.

La mala alimentación, el consumo excesivo de comidas ricas en hidratos de carbono, la adicción a las golosinas y a las llamadas comidas basura, así como el sedentarismo influyen decisivamente, junto a los factores genéticos, en la propagación de la obesidad.

De allí que resulta necesario que se promuevan -especialmente desde los ámbitos oficiales de salud- distintos programas de prevención así como también intensas campañas de concientización en la población. Básicamente, hacen falta más lugares que puedan destinarse al tratamiento de los chicos, impulsándolos a realizar actividades físicas y a desarrollar una vida más sana que la que llevan, promoviéndose asimismo programas gimnásticos para todas las edades.