Una vida intensa y sin espacio para los grises

El cantante español, que ayer lanzó su nuevo disco “Sirope”, dijo que su vida es a “todo o nada”

Para Alejandro Sanz, la vida es “todo o nada”, así que, cuando empezó a pintar y esta pasión derivó en pulsión, de su casa desaparecieron las guitarras y los equipos de sonido, hasta que llegó un día incluso en el que tuvo que tomar una decisión difícil: el pincel o la música.

“Tuve que elegir entre la pintura y la música. A mí no me van las cosas a medias. Yo me colgaba de unas cuerdas ante un lienzo como una pared y me estrellaba contra él con mis pinturas”, reveló el músico durante una reciente entrevista a la pregunta de cuándo se ha sentido él un “Zombie a la intemperie”, título de su último sencillo.

En el año 2002 presentó su primera colección pictórica, que consiguió vender íntegramente. Incluso el futbolista Luis Figo se llevó una de sus piezas favoritas.

Pero, al final, optó por la música, publicó “No es lo mismo” (2003) y surgió una nueva tanda de álbumes a cada cual más exitoso hasta “Sirope”, el undécimo, que ayer presentó en una pinacoteca emblemática, el Museo Nacional Reina Sofía de Madrid.

Como el citado “No es lo mismo”, este trabajo asienta los pies y las manos del otro lado del Atlántico pero en un tono marcadamente más norteamericano y no tan caribeño, flotando entre el jazz (con una sección de vientos procedente de Filadelfia), el rhythm and blues, el bluegrass y el funk.

De hecho, explicó, “’Sirope’ es un grito de guerra a lo James Brown”, que bebe sobre todo del músico de Carolina del Sur en temas como “La guarida del calor”, que se refiere a un almacén donde se junta a tocar “jam sessions” con amigos como Juanes o Lenny Kravitz y en el que están prohibidas las versiones.

“Quería recuperar ese sonido de encima del escenario, pero más sofisticado”, dijo sobre el sonido de este disco producido por Sebastian Krys, en el que han colaborado el trompetista Arturo Sandoval y Juan Luis Guerra, en un tema que saca al dominicano de su zona de confort.

En realidad, todo el álbum ha sido planteado para sacarse también a sí mismo de ese espacio de comodidad, trabajando sobre las líneas de bajo y el diseño de la batería como punto de partida, lo que ha dado lugar a un disco diferente de los previos “Paraíso Express” (2009) o “La música no se toca” (2012).

Pero “Sirope”, añadió, también es “jarabe y almíbar”, porque, “cuando uno es padre, se azucara un poco, las prioridades cambian y se pretende que la sociedad sea más favorable y amable para ellos”.

A su tercer hijo, Dylan, le dedica “Capitán tapón”, un tema importante que incluye fragmentos de voz grabados al niño. “Con 30 años adorará esta canción, pero con 14 la odiará”, bromeó el artista.

Ayer en Madrid, tan cerca de las pinturas de Picasso y Dalí, este doctor honoris causa por la Berklee College of Music se ratificó en la decisión que tomó hace más de una década. “Amo la música por encima de todo, es mi forma de expresarme y de entender la vida. No sé vivir sin ella y es lo que haré hasta el día que me muera”, concluyó.

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