Ellas copan las cabinas

Por ALEJANDRO CASTAÑEDA

El espionaje viene perdiendo altura. Las operaciones no son sofisticadas ni memorables. Escasea la imaginación y sobran vulgaridades. Hasta los desestabilizadores han empobrecido sus métodos. Si la oposición, a falta de mejores propuestas, apela a Vicky Xipolatakis para avanzar sobre Recalde, esto confirma que el debate de ideas se ha ido extraviando entre lencerías y billeteras. Y que a los cerebros del marketing anti K ya no les quedan más ocurrencias. En el frenesí de la campaña, hasta el coqueteo está operado. Si fue tan armada la cosa, convengamos que la operación fue desbaratada a tiempo. Por lo que se sabe, Vicky llegó al Aeroparque con la idea fija de pilotear un avión. Y estas chicas no esperan: acuden rápidamente al llamado de sus antojos. Y los pilotos, humanos al fin y débiles ante la carne, sobre todo ante la ajena, por una vez dejaron de escuchar a la torre de control para entregarse al carreteo de esta pasajera insinuante a la que le sobran horas de vuelo y turbulencias.

Evidentemente el transporte está infiltrado. El brazo extendido de los camioneros de Moyano parece haber puesto a todos los conductores bajo el paraguas de su rebeldía. Y en esa inteligencia, habrían reclutado a las chicas mejor dotadas para llevar la lucha a las cabinas. Las apretadas ya no venden. Ahora, los tacones y los pantalones apretados suelen ser más persuasivos. Si la idea de las vedettes es empezar a sabotear los medios de transporte, ahora uno se explica porqué se bajó Randazzo. Se sabe que hay dotaciones de chicas lindas tratando de ganar lugar en las cabinas. Hasta las listas están monopolizadas por señoritas intrépidas que aprendieron a acelerar en pleno decolaje y saben dónde poner los bultos.

El escándalo de Austral confirma que ellas están al frente de todo. No sólo animan la fiesta de cada noche. Ahora aconsejan y desestabilizan. Y pilotean aviones y candidatos. Los babosos aviadores no saben cómo explicar este desliz. Vicky los enjuiciará por acoso. Y ellos, desolados, se sienten víctimas de una suerte de violencia de género invertida que deja a la hombría y a la aviación a tiro de cualquier belleza imprevista.

Vicky y su espionaje han venido a cambiar el perfume de las prosaicas operaciones. Y dejan al descubierto, por si hiciera falta, que las damas en el fondo aspiran a conducir todo, no sólo aviones. Hoy las mujeres no sueñan con un príncipe azul sino con una municipalidad. Y las excita más el clientelismo que el cuerpo a cuerpo. Por eso los muchachos están preocupados: ellas se les meten en la cabina. Y no para acompañarlos, sino para manejarlos.

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