Otra alarmante referencia sobre el bajo nivel del sistema educativo argentino

No pueden menos que causar preocupación las referencias surgidas de las pruebas de ingreso realizadas a un grupo de aspirantes a ingresar al cuerpo de Policía Local de Mar del Plata, reservadas para personas de entre 18 y 35 años con el secundario completo, que, pese a su simplicidad, se convirtieron en un filtro insalvable para la mayoría de los postulantes. El hecho de que muchos medios reflejaron esa noticia y se adentraron, a partir de allí, en diversos análisis, marca la importancia que se le asigna.

Tal como se informó, en la última convocatoria de aspirantes a ingresar al nuevo organismo se presentaron 800 jóvenes, de los cuales sólo algo menos del 20 % logró aprobar el examen consistente en una sencilla comprensión de textos, en base a conocimientos que -se supone- son adquiridos en la escuela primaria o secundaria. “No existe exacerbación de las exigencias”, fue la síntesis ofrecida por el jefe de la Policía Local marplatense. El oficial explicó que la tarea que deben hacer los postulantes es la de analizar un texto, extrayendo de allí las ideas principales. Se definió al examen como de características inclusivas.

Está demás señalar que los resultados arrojan como primera conclusión una alarmante falta de preparación de los aspirantes, en cuestiones que resultan básicas de la educación. Y convendría resaltar que se trata de bachilleres, de jóvenes que ya concluyeron el ciclo educativo que formalmente los habilita para iniciar una carrera universitaria.

Lamentablemente, la realidad de nuestro país está poblada de estos resultados penosos que plantean un desafío de fondo. En los últimos años causaron preocupación los informes internacionales que vinieron colocando a la Argentina entre los países con peor calidad educativa del mundo, en una situación de declinación constante que resulta especialmente dolorosa, ya que durante gran parte del siglo XX nuestro sistema educativo mantuvo una posición de vanguardia.

El denominado Programa de Evaluación Internacional de Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés), que es impulsado cada tres años por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico -indiscutido en el mundo como parámetro objetivo e instrumento de medición- reflejó resultados muy negativos para los jóvenes argentinos, en lo que se refiere a evaluaciones de estudiantes de 15 años de todo el mundo. Se conocen también los tradicionales bochazos masivos registrados en los cursos de ingreso a distintas facultades, en pruebas que desnudan las falencias con que llegan a la casa de altos estudios los egresados del secundario.

Está claro entonces, tal como lo señalan los especialistas, que nuestro país debe impulsar un vigoroso replanteo de la educación, que lo coloque a la altura de los desafíos contemporáneos, poniendo en valor a sus planteles de profesores y docentes, estimulando a los jóvenes al hábito de la lectura, que sigue apareciendo como un medio irremplazable para formar la personalidad e instalarla en la realidad histórica y social en que vive, pero también, en plenitud, los nuevos aportes que ofrece la tecnología -los medios audiovisuales, las computadoras- como factores complementarios de una formación cultural completa.

Pero ese impulso no debe perder de vista el esencial principio cívico de la igualdad de oportunidades, que fue la base en la que se apoyó la mejor y añorada educación pública argentina.

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