Elías Vázquez López

Falleció en España, de donde era oriundo, Elías Vázquez López, ex sacerdote que vivió largos años en esta ciudad, dejó una huella imborrable en la parroquia Nuestra Señora del Pilar, y cosechó, tanto por su obra como por su don de gentes, el afecto y la admiración de toda una comunidad.

Elías Manuel Vázquez López, “Manolo” para sus más íntimos allegados, había nacido en Vigo, el 25 de octubre de 1933, y muy joven, ya ordenado cura, llegó a la Argentina, donde fue designado como integrante de la Gran Misión de Buenos Aires. Su primer destino fue en el barrio porteño de Almagro, y su tarea principal, acompañar en la fe a los obreros de una fábrica de golosinas.

A fines de 1964 fue convocado por la diócesis de La Plata para ponerse al frente de la iglesia de la Virgen del Pilar, que había sido levantada no mucho tiempo atrás en 15 entre 33 y 34. Asumió la conducción pastoral y ahí nomás se arremangó, como un vecino más, para darle al barrio lo que necesitaba. Volcó ideas, imaginación y todo su esfuerzo en la meta y terminó siendo uno de los más apasionados impulsores de la obra fundadora del colegio parroquial, al que, una vez inaugurado, se brindó por entero.

Convencido de la importancia del trabajo comunitario para lograr el progreso, su actuación fue clave, asimismo, para muchas de las mejoras que recibió el vecindario por aquellos años.

Entusiasta, generoso, y trabajador incansable, supo transmitir con alegría y devoción el mensaje evangélico que le había sido encomendado. Como parte de su labor barrial atendió también, con una gran capacidad de contención emocional, las necesidades de los enfermos del Hospital Español.

Muchos de sus pensamientos son recordados aún entre los feligreses de Nuestra Señora del Pilar , como aquel solía expresar frente a situaciones adversas. “La vida es un devenir entre la felicidad y el sufrimiento, pero sólo llegamos a comprenderla cuando logramos dar sentido a esa vida, algo que realmente nos dignifique: llegar al ` porqué de vivir´ nos llevará seguramente al `cómo vivir´ “, decía.

Padeció un infarto de miocardio a fines de la década del 70. No obstante la dolencia, daba indicaciones a los miembros de la comunidad del Pilar, desde la cama del sanatorio, para la terminación del embaldosado del patio del Colegio. Repuesto de los problemas de salud retomó la actividad sacerdotal hasta 1980, cuando decidió abandonar el ministerio.

Al dejar los hábitos, se radicó en Mar del Plata, donde se dedicó al negocio inmobiliario. A pesar de su alejamiento de La Plata nunca olvidó a la gente que conoció en esta ciudad, guardó el mejor de los recuerdos de su paso por la parroquia del Pilar y se mantuvo siempre en contacto con esa comunidad.

Se había casado con Elba y formó una familia sólida y feliz. El matrimonio adoptó a dos pequeños hermanos, Abel y Eleonora, y le tocó vivir, con la muerte del hijo, la más dolorosa experiencia.