Del potrero a Netflix
| 15 de Agosto de 2015 | 01:32

Por
MarIa Virginia Bruno
Todavía no sabe cómo analizar las posibilidades que actuar en una serie original de Netflix, la plataforma digital que se ve en más de 50 países, le puede generar en su aún corta carrera. A los 29 años, Joaquín Ferreira es el primer argentino en ser parte de un proyecto original del gigante on demand gracias a su participación en “Club de Cuervos”, la serie que relata, en clave de comedia, el drama del machismo en el universo del fútbol y las consecuencias que puede acarrear el poder en manos equivocadas.
A una semana de su estreno, “Club de Cuervos” ya se perfila como un suceso. En una cartelera plagada de superproducciones norteamericanas, la serie ofrece un respiro frente a tanta guerra, muerte y dolor con la primera propuesta en español que Netflix creó en asociación con el director mexicano Gaz Alazraki y el productor Leonardo Zimbrón, autores del filme “Nosotros los nobles” (2013).
En trece capítulos, la trama que encabezan Luis Gerardo Méndez (“Nosotros los nobles”) y Mariana Treviño (“Love of my loves”) se centra en la lucha de poder de dos hermanastros por el manejo de un equipo de fútbol, los Cuervos de Nuevo Toledo, y todo lo que ello arrastra en una espiral de machismo, corrupción, envidia, avaricia, droga y sexo.
En este marco, y frente a tanto “güey”, “chingos” y “chavas” el acento argentino está presente con Joaquín Ferreira y su “Potro”, una de las estrellas del equipo mexicano, el chistoso y buena onda del grupo, amado por las mujeres y envidiado por los hombres por su físico escultural y algunos “atributos” que han llegado a revolucionar las redes sociales.
Nacido en San Isidro, hijo de un artista plástico del que heredó los genes artísticos (ver aparte), Joaquín jugó en Vélez desde los seis hasta los doce años. Allí, recuerda, sus compañeros le decían “Caballo Loco”, como ahora lo llaman en la ficción. A los 18, dejó la redonda por la ovalada y se sumó a Deportiva Francesa, equipo en el que jugó en el plantel Superior hasta los 24 años.
Pero su vocación iba más allá del deporte. Fue preceptor, promotor de venta de matafuegos, jardinero, armador de pólizas de seguro, diseñador gráfico, coordinador de trade marketing , tuvo un estudio de publicidad y hasta un restaurante de sushi. Pero nada la completaba. Harto de esa sensación de vacío, a pesar de tenerlo todo, se fue a vivir al D.F mexicano y empezó a estudiar actuación, algo que siempre estuvo latente pero que nunca había visto como una posibilidad.
Desde México, Joaquín Ferreira dialogó con EL DIA sobre su participación en esta prometedora producción de Netflix que, entre sus guionistas, contó con cuatro autores estadounidenses de series como “Los Sopranos” y “Dos hombres”.
-¿Cómo llegaste a “Club de Cuervos”?
-Mientras ensayaba una obra de teatro, y a la par hacía trabajos como modelo publicitario para mantenerme, recibí por WhatsApp un mensaje sobre una convocatoria para un actor argentino que supiera jugar al fútbol. Aquí en México somos un millón y medio de argentinos y la mayoría nos dedicamos a la actuación. Llegué, estudié el guión con Nacho Tahhan -un maestro argentino, gran actor y director-, y quedé.
-¿Qué te sedujo de la historia de la serie?
-Principalmente mi personaje, un argentino. Venía actuando en neutro hacía tres años. Hablar en la jerga natal potencia la creatividad expresiva de cualquier actor, te sale de adentro. Aunque tuve que adaptar muchas cosas porque debía entenderse no solo en Argentina sino en los 50 países en los que se ve Netflix. El género de comedia también es algo que me encanta. Es uno de los registros más difíciles de interpretar, causar gracia con veracidad escénica y naturalidad, sin hacerse el gracioso es todo un desafío.
-¿Cómo definirías a tu “Potro”?
-El “Potro” es el número nueve y goleador de los Cuervos. Es un tipo sincero y fiel a sus ideales. No se vende por nada, jamás va a aceptar un soborno de nadie, es leal a su equipo y a sus compañeros. Es guapo por naturaleza y lo sabe. Es amante de las mujeres y siempre está en búsqueda de una nueva acompañante. Es el alma de la fiesta, siempre alegre y chistoso, todo el mundo lo quiere. A pesar de su físico y la coraza que parece llevar, por dentro es un hombre sumamente sensible.
-¿En qué vivencias personales como futbolista te basaste para componerlo?
-A pesar de haber nacido en un lugar “concheto” de Buenos Aires, siempre me relacioné con todo el mundo. Fui mucho del potrero. De pibe jugaba en canchitas que estaban en los suburbios de la cuidad y se jugaba por plata. Jugué los Torneos Juveniles Bonaerenses toda la secundaria y, bueno, en Vélez. De ahí saqué todo. Después estudié la vida de muchos futbolistas.
-¿Cuáles?
-La magnitud de internet me dio la posibilidad de internarme tres meses a ver la vida de varios personajes. El Potro fue inspirado en los distintos (por sus transformaciones físicas) “Pocho” Lavezzi, el “Loco” Abreu, el “Turco” García, Tevez y Palermo, entre otros.
-Hay algo, de todo lo que se habla en la serie, sobre lo “malo” del universo del fútbol, que te haya tocado vivir?
-He visto, tanto en el rugby como en el fútbol, cómo los padres presionan a sus hijos intentando llevarlos hacia el éxito. También se ve en los castings cómo regalan a los niños frente al mundo, esperando que los “salven” poniendo sus propios deseos en los hombros de sus hijos. Es algo que me saca de onda. Yo tuve la suerte de tener viejos que me criaron con total libertad y muchísimo amor. Crecí con las bases de la pirámide muy firmes, no puedo más que estar agradecido por eso.
***
Con el anhelo de poder trabajar en nuestro país (es su “cuenta pendiente”), Joaquín es un amante del carpe diem y no proyecta su profesión separada de su vida. “La vida es una sinergía de muchas cosas, un todo”, reflexionó y, sobre las posibilidades que siente que se le abrirán a futuro gracias a este proyecto, él sólo se ilusiona con “poder reír, crear y amar la mayor cantidad posible”. El sueño que lo desvela, además de seguir actuando y pintando, es hacer Argentina-México en moto, el próximo 28 de abril, cuando cumpla los 30 años.
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