Déficit de atención e hiperactividad: cada vez se diagnostica en más chicos
| 6 de Septiembre de 2015 | 02:46

El día que los llamaron de la escuela de su hija para decirle que la nena corría serios riesgos de no pasar tercer grado, los padres de Rocío (7) pensaron que se les venía el mundo abajo. La alumna entendía los conceptos de la clase, les explicó la maestra, pero no prestaba atención en el aula, no hacía caso cuando le pedían que se quedara quieta y, todos los días la misma historia, no copiaba una sola letra o número de todos los que la docente escribía en el pizarrón. Si bien la maestra les sugirió que lo mejor era hacer una consulta porque la nena podía tener Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), luego de seis meses de consulta a una psicopedagoga la profesional trazó un diagnóstico que lejos estaba de coincidir con el de la docente: lo que la nena tenía, dijo, era un poco de hiperactividad y nada más, sin llegar a ser un trastorno. Y la solución que les dio a los padres fue una casi tan vieja como la paternidad: ponerle a la pequeña un poco más de límites en casa.
“La enfermedad existe y los exámenes para llegar al diagnóstico son rigurosos porque hay que estar muy seguro de lo que se va a indicar”
Si bien Rocío ya no sigue en el mismo colegio -uno privado de nuestra ciudad-, sus padres volvieron a ser llamados de la nueva escuela pero ahora se lo tomaron con mucha más calma. Y es que su caso no es el único. Al contrario: se inscribe en una seguidilla de casos similares en el ámbito escolar que, desde hace tiempo, divide las aguas y dispara el debate entre pediatras, psicólogos, psicopedagogos, neurólogos y psiquiatras. Mientras algunos se inclinan por diagnosticar TDAH cada vez en más niños, otros se muestran preocupados por la tendencia de estigmatizar y unificar a un montón de chicos distintos con un mismo -y a veces errado- diagnóstico.
La tendencia a diagnosticar proviene, según muchos expertos, de las corrientes reduccionistas norteamericanas, a veces productivas para contrarrestar ciertas patologías pero, en ocasiones, demasiado simplistas y encubridoras del problema de fondo. El DSM, por caso, es un manual creado en los 90 por psiquiatras de EE.UU. que explica distintas patologías de modo que cualquiera las pueda entender. El manual puede tener algunos conceptos interesantes, opinan varios psiquiatras, pero también genera que cualquiera se anime a etiquetar a un individuo con términos tales como panic attack, TOC o bipolar.
Algo parecido es lo que opina la psicopedagoga platense María Cecilia Traversa: “La facilidad con que se recomienda medicación atenta contra el derecho de la persona de ser atendida en su verdadera necesidad. La medicación adormece la función cerebral pareciendo que cura el síntoma, pero no contribuye al desarrollo de la persona y puede ser muy perjudicial a futuro si se trata de niños”.
Para la especialista, además, la existencia de muchos chicos medicados “debe ser advertida para que no afecte a los que deberían ser atendidos con otros recursos menos invasivos y seguramente mas eficaces. Es decir, que no sean víctima del consumismo farmacológico”.
En nuestro país, los chicos de entre 6 y 14 años “tienen un 40% más de probabilidades de recibir el diagnóstico y una receta que hace 15 años atrás”, se apunta desde el Sindicato Argentino de Farmacéuticos y Bioquímicos (Safyb), donde se indicó además que el déficit de atención con hiperactividad representa el 20% de las consultas infanto juveniles y que “hay un 20% más de prescripciones debido a la falta de diferenciación entre inmadurez y déficit de atención e hiperactividad”.
El Trastorno por Déficit de Atención con o sin Hiperactividad (TDA/H) es una patología que consiste en distracción, inquietud motora, inestabilidad emocional y conductas impulsivas. Según sea el criterio que se aplica en cada diagnóstico, este trastorno afecta a entre el 5 y 7% de la población infantil. Sólo en los 5.469.470 chicos argentinos en edad escolar, eso se traduciría en unos 328 mil alumnos de entre 5 y 12 años con déficit de atención.
Actualmente hay varios cuestionarios que circulan por los colegios. Se pregunta sobre la conducta de los chicos, se suman los puntos de las respuestas y así surge el diagnóstico. Las preguntas son del tipo “¿El chico está como en la luna?”. Si la respuesta concluye en un TDAH, en la mayoría de los casos el paso siguiente es la medicación. Y la medicación que se da en estos casos es tan delicada que requiere receta por triplicado, como la morfina.
en debate
La utilización de drogas como parte del tratamiento de los niños diagnosticados con TDAH ha sido históricamente motivo de debate dentro del ámbito de la psicología y psiquiatría, que generó una corriente que sostiene que esta patología es una “enfermedad inventada” con el fin de vender remedios.
“Es un gran mito que hay que desterrar, la enfermedad existe y los exámenes para llegar al diagnostico son múltiples y rigurosos justamente porque hay que estar muy seguro de lo que va a indicar”, sostiene la licenciada Paula Tripicchio, coordinadora del área de Psicoterapia Cognitiva de INECO.
Hace un tiempo, a mediados de 2013, la histórica polémica alcanzó su pico máximo a partir de la circulación en las redes sociales y de los blogs especializados de un artículo que planteaba que el “descubridor” del TDAH, el psiquiatra norteamericano Leon Eisenberg, habría dicho en una nota antes de morir que el TDAH era una “enfermedad inventada” y que su origen genético “está sobrevalorado”.
“En primer lugar el diagnóstico del TDAH data de mucho antes de Eisenberg -indicó la directora médica de INECO, Alicia Lischinsky - y en segundo término las bases neurobiológicas están cada vez más claras y existe en todo el mundo previo a la industria farmacéutica”.
Pero, ¿cuál es el límite entre la mala conducta y un problema que demanda intervención profesional? Los especialistas coinciden en que no es lo mismo ser disperso que alguien que tiene déficit de atención. Ser hiperactivo asimismo, es ser alguien que se mueve mucho pero no que tiene un trastorno. “El diagnóstico de TDAH se produce cuando esas características de hiperactividad, impulsividad y déficit de atención les lleva a presentar un malestar clínicamente significativo; cuando esas características producen problemas en el entorno familiar y escolar”, sostiene Pedro Javier Rodríguez Hernández, doctor en Medicina y psiquiatra.
Las dificultades en el diagnóstico es una de las razones por las que el debate suele volverse interminable entre los propios médicos. Con todo, existe un consenso generalizado en que la hiperactividad infantil es algo que viene de la cuna y no se genera por malas técnicas educativas o por fallas de los padres. En los primeros años, se explica, pasa más desapercibida porque los requerimientos del entorno en un pequeño y las normas sociales son menores que en un niño de siete u ocho años. Por eso es a partir de los seis años cuando se suelen hacer la mayoría de los diagnósticos.
retraso escolar
“El 45% de los niños con TDAH tiene retraso escolar”, asegura el psicólogo Rodríguez Hernández, quien admite además que las personas con TDAH pueden desarrollar y manifestar comportamientos violentos en la adolescencia. “Entre el 3 y el 5% de niños y jóvenes hasta los 18 años son hiperactivos -asegura el especialista-. En la edad adulta, un tercio de los niños afectados sigue siendo hiperactivos cuando pasan la adolescencia”.
Los expertos, como se dijo, sostienen además que las bases neurobiológicas del TDAH son cada vez más claras y existen en todo el mundo previo a la industria farmacéutica, lo cual debería dejar de lado el debate sobre “si esta patología existe realmente o es una excusa para vender medicamentos”. Sin polemizar acerca de la validez o no de un diagnóstico por TDAH, los especialistas suelen coincidir en que el tratamiento de chico con este trastorno debe ser siempre multimodal; esto es, debe incluir el trabajo con la familia, con los amigos y con la escuela.
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