Margarita: pobreza y solidaridad
| 3 de Abril de 2016 | 02:39

Hace unos días, el nombre de Margarita Barrientos se pronunció en inglés. Fue cuando la primera dama de los Estados Unidos, Michelle Obama, la mencionó ante un grupo de jóvenes argentinas como un modelo de solidaridad y compromiso social. Margarita Barrientos jamás había pensado que su esfuerzo alcanzaría semejante reconocimiento internacional.
La vida de Margarita Barrientos nunca fue fácil. Perteneciente a una familia de aborígenes toba, se crió en una mísera choza perdida en el norte de nuestro país. Tras la muerte de su madre, cuando ella era chica, Margarita tomó un tren rumbo a Buenos Aires en busca de una oportunidad de progreso. Terminó en una villa porteña, donde se casó y tuvo diez hijos. Un accidente laboral dejó inválido a su marido, lo que obligó a Margarita, que no sabía leer ni escribir, a dedicarse a lo que se conoce como “cirujeo”: la recolección de desperdicios urbanos.
Su vida hizo un “click” un día de 1996. Volvía de trabajar con su carro cargado de basura cuando descubrió que los nenes de una vivienda pegada a la suya llevaban días sin comer. “Yo traía los restos de pan que recogía de una panadería, así que les dije que vinieran a casa y los senté a la mesa con nosotros”, ha contado Margarita.
“En la vida siempre hay que dar, por más poco que se tenga, hay que tener compasión por el prójimo. Y esos chicos, Pablo, Rosita, la Chicha, que ahora son adultos y están casados, estaban solos con su abuelo”.
El titular de Red Solidaria, Juan Carr, descubrió la labor que en silencio estaba realizando Margarita, que cada día daba de comer a más y más chicos de Villa Soldati, y empezó a apoyarla. En doce años, el trabajo de esta infatigable luchadora creció exponencialmente. En el comedor Los Piletones, situado frente a su casa, hoy da de comer a más de mil niños cada día. El premio que recibió en 1999, como una de las mujeres del año, hizo que su trabajo cobrara visibilidad. Y así recibió ayudas con las que ha puesto en marcha guarderías, clínicas, farmacias y hasta proyectos de microcréditos para la gente de su barrio.
Un sofocón pasó esta semana Margarita Barrientos en televisión. Brancatelli la interpeló sobre la política social del Gobierno nacional y se generó un momento de tensión
La periodista Luciana Mantero se sumergió en el mundo de esta mujer santiagueña y escribió el libro “Margarita Barrientos. Una crónica sobre la pobreza, el poder y la solidaridad”.
Allí se cuenta que Margarita Barrientos nació en octubre de 1961 en un paraje perdido del monte de Santiago del Estero cercano a Añatuya. Desde su temprana adolescencia, una serie de sucesos dramáticos y heroicos, sobre los que hay más de una versión, la hicieron mostrar su carácter impulsivo, de fortaleza y autosuperación. Su vida seguía el destino previsible del pobre (migración interna, maternidad adolescente, familia numerosa, vida en una villa, cirujeo) hasta que en 1996 fundó el comedor junto a su familia y su destino empezó a cambiar.
¿Cómo llegó esta mujer a dar de comer a tantas personas por día, a recibir ofrecimientos para distintas candidaturas políticas, a ser nombrada Ciudadana Ilustre, a recibir el apoyo de Ricardo Darín, Valeria Mazza o Julián Weich y a sentarse en el living de Susana Giménez y en la mesa de Mirtha Legrand? ¿De dónde sale esa fuerza? ¿Por qué hace el bien? ¿Cómo vive el contraste entre el mundo que la rodea, el de los pobres, y el de aquellos que se acercan a donar? ¿Cómo concibe su relación con los medios? ¿Cómo se vive y se sostiene el poder en una villa?
Las respuestas tejen una historia compleja, en la que sobresalen una enorme fuerza de voluntad y una gran inteligencia natural.
Su madre -según ha contado para el libro escrito por Mantero- murió de Mal de Chagas, en su presencia, cuando era una niña. Y que, loco de tristeza, su padre los llevó -junto a dos hermanos- a una casa en el medio del campo, donde los abandonó. Tras varios meses de supervivencia cada uno tomó su camino y finalmente, luego de una serie de peripecias que, dice, casi le cuestan la vida, llegó a Buenos Aires.
Desde allí partió a Chubut, llevada por un matrimonio que buscaba una empleada doméstica y una niñera para sus hijos.
Otra versión, sin embargo, sostiene que Margarita partió hacia el sur del país por esa época, pero directamente desde Añatuya (donde ya trabajaba en el rubro de limpieza) y en busca de una vida mejor.
Macri ha puesto a Margarita Barrientos como un ejemplo de solidaridad y compromiso social. Ya como Presidente, la visitó en Los Piletones el día de Navidad
Otra vez lo cuenta Luciana Mantero: “De lo que sucedió en Comodoro Rivadavia sólo queda el conmovedor relato de Margarita: un intento de abuso, un rescate milagroso, una amistad entrañable, una vida de trabajo en la casa de una empleada del Hotel Austral… y sus impresiones de una ciudad que la hizo crecer.
Su imagen pública hoy se cotiza alto en el mundo del poder. Algunos la identifican con el macrismo, porque ella siempre ha destacado la ayuda que recibió del actual Presidente, por quien siente una evidente simpatía. Sin embargo, siempre se ha cuidado de no embanderarse partidariamente y nunca ha aceptado candidaturas ni funciones políticas.
Margarita Barrientos es, de alguna forma, la contracara de Milagro Sala. Sabe que el reconocimiento de su obra le ha dado una cuota de poder y de influencia. Pero no se aparta del camino. Vive en Los Piletones y se levanta, todos los días, con la misma preocupación: darles de comer a los chicos de un barrio que conoce la miseria.
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