Pericles Merlo

Su fallecimiento

El fallecimiento de Pericles Merlo provocó sentidas muestras de pesar entre quienes lo apreciaron por su bonhomía y lo respetaron por su trayectoria como ingeniero agrónomo, ámbito en el que fue considerado como una verdadera institución.

Hijo de Antonia Nucciatelli y Pericles, había nacido el 9 de agosto de 1931, en Berisso y creció junto a sus hermanos Hebe y Juan José. Repartió sus estudios primarios en esa ciudad y en la Escuela N° 12 de City Bell y su formación secundaria transcurrió en el Colegio San José. Luego egresó de la Universidad Nacional de La Plata como ingeniero agrónomo.

Repartió su vida profesional entre la docencia y otros empleos en los que demostró la solidez de su formación. En el Ministerio de Asuntos Agrarios alcanzó el cargo de director forestal; además fue director de Paseos y Jardines de la Municipalidad de La Plata; había ingresado en 1958 como técnico en sanidad y se desempeñó hasta 1963. También fue perito agrónomo.

Tan grande fue su amor por la profesión que aún después de jubilarse continuó trabajando de manera particular junto a su hijo; trató las plagas urbanas y fitopatología hasta el año pasado. La actividad lo llevó a viajar a ciudades como Rosario, 25 de Mayo y Saladillo; sin embargo, siempre se mostró entusiasmado porque la sanidad forestal fue el campo de trabajo que lo atrapó.

También fue profesor interino de la cátedra de Protección Forestal de la Escuela Superior de Bosques, dependiente de la Universidad de La Plata. Desde 1966 y hasta 1970 fue profesor titular de la cátedra Botánica Sistemática en la Universidad de Balcarce.

Además entre 1971 y 1977 viajó con frecuencia a La Pampa para dar clases de Fitopatología en la Universidad de Santa Rosa.

Pericles Merlo plasmó sus conocimientos en varios artículos de divulgación científica y participó como disertante en innumerables congresos y jornadas profesionales.

En el tiempo libre solía mantener su avidez por la naturaleza, las plantas y los animales. También le gustaba realizar tareas hogareñas y reunirse, los segundos viernes de cada mes, con ex compañeros de la facultad, encuentros en los que hacía gala de su forma de ser sociable y cordial.

Viajar fue otra de sus pasiones que lo llevó a recorrer todo el país. Además visitó los países limítrofes y se detenía particularmente en aquellos lugares ricos en especies vegetales. Por caso, en El Bolsón realizó una importante tarea sobre la muerte del ciprés de la Cordillera.

Desde 1960 estaba casado con Elsa Nilda Bularte, también ingeniera agrónoma y de la unión nacieron sus hijos María Emilia y Santiago Abel.

Sus allegados lo calificaron como un hombre excepcional y un profesional respetado, que entre otros reconocimientos, recibió en vida el honor de que a una de las aulas de la facultad de Agronomía se le pusiera su nombre a pedido de sus alumnos.

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