Vidal saca a la cancha a sus 80 apóstoles y mira hacia 2017
| 8 de Mayo de 2016 | 01:28

Mail: jpicon@eldia.com
María Eugenia Vidal está convencida de que la elección de medio término del año próximo en territorio bonaerense se gana con gestión. Su gestión. El plan de obras pública que comienza a desperezarse es el corazón de esa estrategia con la que la Gobernadora busca revalidar laureles en los comicios legislativos.
Esa certeza oficial se asienta sobre un escenario en el que el oficialismo, no logra mostrar una figura taquillera. Si hoy fuese el cierre de listas, el intendente de Vicente López, Jorge Macri, seguramente sería impulsado por Vidal para encabezar la lista de senadores nacionales. Falta correr todavía mucha agua bajo el puente, pero el primo del Presidente no cosecha ni por asomo el nivel de conocimiento ni la imagen positiva de la mandataria.
Tampoco hay que descartar al radicalismo que está dispuesto a dar la pelea por la cabeza de esa lista. No habría que desechar la alternativa del mendocino Ernesto Sanz, cambio de domicilio mediante.
En el Ejecutivo bonaerense suponen que la mejor manera de encarar el proceso electoral es asimilar la marcha del gobierno y la de la propia Vidal al candidato a senador. Lograr esa simbiosis demandará no poco esfuerzo y creatividad.
Un primer paso de esa estrategia está a punto de alumbrar. La Gobernadora prepara un nutrido núcleo duro de dirigentes y funcionarios que se encargará de trajinar la Provincia con el fin de llevar el mensaje de su administración, de lo que se está haciendo pero, básicamente, de las obras que comenzará a ejecutar.
Los “80 apóstoles”, como se los empezó a denominar, son legisladores, funcionarios provinciales, intendentes y dirigentes del PRO encargados de ponerse al hombro ese trabajo territorial. Tienen una misión básica: asociar a Vidal a todos los emprendimientos vinculados a infraestructura que se hagan con fondos provinciales, en especial en aquellos distritos donde gobiernan alcaldes opositores.
En las últimas horas se produjeron varias reuniones con ese fin. Desde el aspecto comunicacional, la mandataria delegó la tarea en Federico Suárez, el secretario del área del gobierno bonaerense, quien se reunió con los bloques legislativos y diversos funcionarios para coordinar esas bajadas territoriales.
La maquinaria, se comenta cerca del Ejecutivo, comenzará a moverse hacia fines de este mes.
Claro que en el macrismo no hay unanimidad respecto de que apostar todo a la gestión sea una estrategia única y excluyente.
Hay sectores que creen necesario hurgar en ámbitos del peronismo que podrían mostrarse dispuestos a pegar el salto rumbo a Cambiemos. Nadie espera que surjan definiciones de peso. La coyuntura nacional cruzada por las protestas y la inflación, conspira contra ese proceso de acumulación política.
Sin embargo, hay objetivo s trazados. En el radar del PRO aparecen algunos intendentes que visualizan como potenciales aliados. Alejandro Granados (Ezeiza) es uno de ellos. El ex ministro de Seguridad anota el valor agregado de la ascendencia que tiene sobre varios de sus pares más jóvenes del Conurbano. Walter Torchio (Carlos Casares), es otro de los apuntados.
La necesidad de un entramado territorial más amplio es vista como una apoyatura clave para el proyecto oficialista de ganar la Provincia en la cita electoral del año que viene.
No habría que pasar por alto el encuentro que en las últimas horas compartió el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Emilio Monzó, con intendentes peronistas.
Monzó conoce el ADN de estos jefes comunales con los que supo compartir militancia. El legislador es uno de los dirigentes que está trabajando en el armado de la “pata peronista” en la Provincia, aún cuando se mantiene distante de Vidal producto de viejas cuitas sin saldar. Ambos tejieron un acuerdo para bloquear a Jorge Macri y allanar el camino para que Vidal fuera candidata única del PRO en la Provincia.
Pero luego Monzó sostuvo la frustrada estrategia de acordar con Sergio Massa para que fuese el postulante a la Gobernación en un acuerdo con el macrismo. Esa negociación avanzó pero no llegó a concretarse. Y Vidal nunca olvidó que de haberse sellado, ese acuerdo la hubiera sacado de la cancha.
OTRO ESPACIO PARA MASSA
Las necesidades de Cambiemos abrieron otro espacio de poder a Massa. En la Legislatura el oficialismo requiere los votos de sus bloques como el agua, y el tigrense volvió a llevarse otro premio ante la premura de Vidal por tener cuanto antes la ley de emergencia administrativa, una herramienta que juzga clave para su administración. Tanto, que llegó a decir, trascendió, que era el último proyecto de peso que necesitaba antes de fin de año.
En el Senado, se quedó con una secretaría en el esquema de conducción de la Cámara alta y el que debió ceder el espacio fue el propio vicegobernador Daniel Salvador en procura de conseguir lo votos necesarios para cumplir con los deseos de la mandataria.
No fue lo único relevante que ocurrió en la Cámara alta. El peronismo implosionó ante la embestida del tándem Florencio Randazzo-Julián Domínguez, por quedarse con dos sillones clave en el directorio del Banco Provincia.
Buscaron desplazar a dos dirigentes vinculados a Daniel Scioli y a Aníbal Fernández, en el marco de una pulseada que ya exhibe un tercer sector en el peronismo bonaerense más allá del kirchnerismo duro.
Scioli movió los hilos y buscó proteger a Rafael Perelmiter, su ex funcionario y contador personal que los legisladores que reportan a Domínguez y Randazzo querían ejecutar. Las discusiones subieron de tono y el ex gobernador encontró de aliados a los senadores cercanos al matancero Fernando Espinoza.
“¿Vos me estás diciendo que tenemos que conservar en el cargo al contador de un ex gobernador?”, dicen que ninguneó a su interlocutor un senador cercano a Domínguez. La movida finalmente no se concretó, pero dejó al descubierto la emergencia de un peronismo atomizado y en pleno proceso de reacomodamientos.
(*) Periodista de la sección Política
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