Primera biografía del genio
| 24 de Julio de 2016 | 00:09

Se llama “Roth desencadenado” y es la primera biografía del escritor norteamericano Pilip Roth, quien anunció no hace mucho que dejará de escribir por sentirse cansado de contar historias. El libro, publicado por Random House Mondadori, además es un anecdotario diverso de una generación de escritores que empezó a publicar después de la segunda guerra mundial y que tiene en el autor de “Goodbye, Columbus” una de sus cabeceras de playa.
Colaboradora de The New Yorker, Roth Pierpoint, sin parentesco alguno con su biografiado, publicó un ensayo sobre mujeres escritoras, fue becaria de varias instituciones, está doctorada en arte del Renacimiento italiano por la Universidad de Nueva York, se animó a la ficción hace un par de años y es amiga cercana de Roth, fuente principal de este libro.
Subtitulado “un escritor y sus obras” y encabezado por una cita de Nathan Zuckerman, alter ego, en algunas novelas, del autor estudiado, por sus páginas circulan las mujeres de Roth, los amigos de Roth, la aversión de Roth al psicoanálisis (idéntica a la de Roth Pierpoint), el interés de Roth por la historia de su país y de Europa y una larga de celebridades, desde Milan Kundera a William Styron, desde Woody Allen a Mia Farrow.
Roth nació el 19 de marzo de 1933 en Newark, Nueva Jersey, donde transcurre buena parte de su última novela, “Némesis”, cuando una epidemia de poliomielitis causó estragos durante la niñez del futuro novelista, en la actualidad de 83 años, retirado de la publicación y ganador de casi todos los premios literarios del planeta, a excepción del Nobel.
El hombre, que pasa la mayor parte de su tiempo en una casa en Connecticut pero también días en Nueva York y en Europa, estudió abogacía y no terminó y consagrado ya, dio clases en diversas universidades de los Estados Unidos. Desde la publicación de “El lamento de Portnoy”, en 1969, lo que le costó serios enfrentamientos con la comunidad judía, Roth es una perfecta representación del amor o el odio que los escritores provocan en la costa este de su país.
Roth Pierpoint conoció a Roth en 2011, un año después de la publicación de “Némesis”. Enseguida trabaron amistad y en este libro cuenta infinidad de detalles biográficos de quien es considerado, junto a Thomas Pynchon, Cormac McCarthy y Don DeLillo, el escritor más importante de los Estados Unidos.
Las detalladas discusiones con los líderes judíos a causa de aquel libro -cuyo protagonista es un obsesivo onanista que monologa frente a un psiquiatra- están bien documentadas, tanto como la plataforma que “El lamento…” implicó para su lanzamiento como autor.
Roth Pierpoint reconoce con acierto que la neurosis de Roth nunca resultó un impedimento para trabajar obsesivamente su literatura.
Políticamente, nunca fue un radical sino un demócrata progresista y ateo, un “hijo de Roosevelt” que recibió de manos de Barack Obama la medalla Nacional de Humanidades en 2011 en el salón Verde de la Casa Blanca, junto a la novelista y cuentista Joyce Carol Oates y al músico Sonny Rollins.
Nada de marchas contra el Pentágono ni palabras en el cielo cuando los marines invaden un país o entran a otro disfrazados de agentes dobles: Roth considera que tiene suficiente con su padecimiento existencial, sus enfermedades, la vida de la mente, podría decirse, y a eso se ha ocupado. A despreciar a los republicanos también, por supuesto.
El peso de Joseph Roth, William Faulkner, Bernard Malamud, Francis Scott Fitzgerald y Ernst Hemingway es el que tuvieron que levantar Roth y sus amigos y compañeros de ruta: William Styron, Saul Bellow, John Updike, Gore Vidal, Harold Pinter, entre otros, hasta conseguir una voz propia, incluso distinta a los “extremos” auscultados por McCarthy y DeLillo.
Sus cuatro últimos libros, novelas cortas, para Roth Pierpoint, son importantes pero quizá valga la pena considerar un apunte de la periodista: de la obra de Roth destaca tres libros no apreciados como se debiera, “Los hechos: autobiografía de un novelista”, “Patrimonio: una historia verdadera” y “El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras”. Es cierto: esos textos dejan boqueando a la non fiction de su país.
Roth abandona por un momento a Roth como tema y se concentra en los hechos (de discurso), en la agonía y muerte de su padre y en la obra de los otros. El lenguaje es seco, preciso, sin demasiados adjetivos, nunca transparente. Por la época de la escritura de estos libros, mediados de los ochenta hasta mediados de los noventa, el hombre había atravesado el Leteo un par de veces.
La tumultuosa separación de su mujer, Claire Bloom, los problemas cardíacos, una depresión brutal, de la que algo cuenta en “La contravida” y en “Operación Shylock”, la muerte de algunos amigos y la de su progenitor, dejaron fuera de combate a Roth por un tiempo largo.
“En la primavera de 1987, en el momento culminante de un periodo de diez años de creatividad, lo que iba a ser una operación quirúrgica de poca importancia se convirtió en una durísima y prolongada tortura física, origen a su vez de una depresión que me condujo hasta el borde de la disolución mental y afectiva. (…)”, escribió.
“Tras la depresión, lo que hacemos es abalanzarnos, llenos de agradecimiento, hacia la vida corriente, y aquella era mi vida en su variante más corriente (…) Para recaer en mi vida anterior, para recobrar mi vitalidad, para transformarme en mí mismo, me puse a recoger la experiencia sin transformar”.
En la opinión de Roth Pierpoint y en la de muchos más, todavía quedan un par de obras maestras en el tintero. El académico Harold Bloom dice, por ejemplo, que “El teatro de Sabbath” es lo mejor que Roth ha escrito. Pero es el propio Roth el que piensa que algo de “esa magia” se está terminando cuando empieza a redactar su cuarteto final.
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