La adolescencia sería un momento clave para combatir la violencia de género

Especialistas remarcan la importancia de tratar la problemática a temprana edad

“La primera vez que uno escucha llamar puta o atorranta o descocada a una mujer es en su casa y a través de una mujer”, dice Abelardo Castillo en el libro “El oficio de mentir”. También, señala el escritor, son las madres quienes muchas veces enseñan a sus hijos que se debe respetar sólo a cierto tipo de mujeres.

En el mismo sentido apunta el estudio que se desarrolló en la facultad de psicología de la UNLP (“Violencias de Género y Noviazgos Adolescentes”), bajo la dirección del vicedecano de la facultad, Xavier Oñativia.

Una de las conclusiones que arroja informe sostiene que la violencia contra las mujeres es una problemática social, producto de una construcción histórico-cultural. Y que para combatirla es necesario someter a revisión algunas ideas que se fueron transmitiendo de generación en generación.

“Comenzar a pensar desde la adolescencia a este tipo de violencias como un hecho histórico, abre la posibilidad de un trabajo de deconstrucción que busque cuestionar las desigualdades entre hombres y mujeres, y al mismo tiempo permita desnaturalizar aquello que se encuentra naturalizado, acallado e invisibilizado”, plantean los investigadores.

“Hay muchas modalidades de violencia, como el control, el aislamiento, los celos, la presión económica, la denigración y la indiferencia que no son fácilmente identificadas”

Por otro lado, se considera a la adolescencia como un momento clave de la vida durante el cual los jóvenes se encuentran en pleno trabajo de re-elaboración de aquellos mandatos y enunciados identificatorios paternos que han ido interiorizando desde niños. Y también de los nuevos enunciados y demandas que se les dirigen por parte del resto de la sociedad a partir de la nueva posición que ocupan en ella.

Según los datos que arrojó el último informe oficial de femicidios en la Provincia de Buenos Aires, la mayoría de las mujeres asesinadas por sus parejas o ex parejas tienen menos de treinta.

El informe explica que, muchas veces, cuando las adolescentes cortan la relación, la ex pareja suele insistir en mantener el vínculo de forma violenta. La agresión a veces ocurre bastante tiempo después de la ruptura, cuando la mujer pretende iniciar una nueva relación (independientemente de que el varón la tenga o no). En la mayoría de los casos, se da en noviazgos en los cuales se mantenían relaciones sexuales y los hombres se sienten heridos en su en su masculinidad al ser rechazados. El sentimiento que predomina es: “No serás mía pero tampoco de otro”. La frase indica que la lesión fue hacia el amor propio, basado en una concepción de propiedad hacia esa mujer.

“La forma más usual de violencia que sufren las mujeres se da en el marco de la intimidad de su pareja, por lo que creemos que es de alta relevancia actuar preventivamente desde los noviazgos adolescentes. Momento vital donde pueden consolidarse modalidades de relacionamiento basadas en la asimetría de poder a favor de los varones y en perjuicio de las mujeres”, concluyeron los investigadores platenses.

Los inicios de las relaciones de pareja serían un momento clave para propiciar la construcción de modos de relacionamiento más igualitario.

Los expertos explican que para pensar las causas de la asimetría entre hombres y mujeres (que sería base de la violencia machista) es necesario repensar el concepto de patriarcado, que fue uno de los cimientos en la construcción del modelo de sociedad actual.

El patriarcado es una convención socio-cultural que supone una organización social en la que se da una distribución desigual del poder entre hombres y mujeres, en detrimento de éstas.

“Qué es ser hombre y qué es ser una mujer, como así también qué se puede esperar o desear para una niña o niño (y por lo tanto “cómo debe criárselos”) se encuentra determinado, arraigado y definido por cada contexto sociocultural”, señala el informe presentado por el proyecto de extensión “Violencia de género y noviazgos adolescentes”.

Para abordar la temática el equipo de investigadores platenses trabajó durante tres años con estudiantes de escuelas secundarias de La Plata y Gran La Plata. “Buscamos reflexionar, visibilizar, desnaturalizar significados y prácticas haciendo consciente qué imágenes y significaciones internas tenemos de lo que es ‘ser hombre’ o ‘ser mujer’ y que por lo tanto nos llevan a actuar de determinada manera y no de otra. Una revisión crítica de lo heredado”.

Los especialistas explican que uno de los mayores inconvenientes para combatir ésta problemática radica en que las situaciones de violencia en las relaciones de pareja muchas veces se encuentran naturalizadas o invisibilizadas. “Se cree que la violencia hacia la mujer es algo que le sucede “a otras”, algo lejano. Pudimos ver que al hablar de violencia, en la gran mayoría de los casos, los adolescentes se refieren a la violencia física, quedando desdibujados muchos otros mecanismos de violencia que sufren las mujeres en distintos ámbitos”, sostienen.

Según los resultados de la investigación, a los adolescentes les resulta fácil identificar a la violencia física, pero les resultaba dificultoso poder pensar y ejemplificar otros tipos de violencia. “Pudimos notar que hay muchas modalidades de violencia, tales como el control, el aislamiento, los celos, la presión económica, la denigración y la indiferencia, entre otras, que no son fácilmente identificadas”.

De forma que los jóvenes tienen naturalizados muchos mecanismos violentos que se entretejen en lo cotidiano. “Podemos pensar que esto dificulta su posibilidad de abordaje y problematización, y más aún, es una forma de coartar la posibilidad de la prevención”, alertan.

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