Experiencias, dificultades y ventajas a la hora de “colgar los botines” para siempre

Casos de deportistas que debieron abandonar su pasión para avanzar en otros proyectos de vida

Era el año 1995. Cuando sonó el silbato del réferi, Guillermo, “El Chino”, Angaut (51) se sintió en la gloria. Después de haber logrado 15 victorias en 17 actuaciones, La Plata Rugby Club ganó el campeonato organizado por la UAR (Unión Argentina de Rugby). Aquel momento marcó un hito para los Canarios. Y el padre del Chino, con los ojos humedecidos, entró a la cancha para abrazar a su hijo.

“Me saqué la camiseta y se la regalé. Cuando se la entregué sentí que también dejaba el rugby. Fue una sensación interna, era como decir ‘lo logré’ y ‘ya está’”, recuerda el Chino.

En ese entonces el rugbier repartía su tiempo entre los entrenamientos, los campeonatos y sus estudios de oftalmología. “Estaba agotado mentalmente. Necesitaba parar un poco y dedicarme a mi carrera”, cuenta.

Sin embargo, la pasión por el deporte lo llevó a ceder ante la “presión social” y jugó varias veces más, aunque nunca un año entero. En el 87 con Los Pumas, en el primer campeonato del mundo de rugby, y después en el 91, en Gran Bretaña, entre otros partidos.

“Estaba triste, me faltaba algo porque lo que a mí me hacía verdaderamente pleno era la pelota. Seguramente mi entorno también padeció mi mal humor”

“El profesionalismo en el rugby empezó hace unos 15 años. Antes era amateur y se hacía muy difícil. La edad en la que uno se retiraba tenía que ver con las responsabilidades”, cuenta el Chino, que ahora se dedica a la oftalmología y cada tanto, para “despuntar el vicio”, se permite algún partido con amigos.

Leandro Martini (42) dice que retirarse del fútbol profesional (al que se dedicó desde los 17 a los 36 años, en Gimnasia y Villa San Carlos) lo afectó mucho anímicamente. “Estaba triste, me faltaba algo porque lo que a mí me hacía verdaderamente pleno era la pelota. Seguramente mi entorno también padeció mi mal humor”, cuenta el ex futbolista, que hoy es odontólogo.

Leandro se retiró a los 36 porque quería compartir más tiempo con su familia y, por otro lado, necesitaba dedicarse más a su consultorio. “Sabía que lo tenía que hacer, pero por más convencido que estés es difícil dejar algo que te apasiona”, dice, y agrega: “de repente te encontrás sin la motivación de entrenarte para llegar al sábado, esa adrenalina previa al partido”. Aunque se retiró como futbolista, sigue muy vinculado a la actividad y hasta fines del año pasado dirigió las inferiores de gimnasia.

Rafael Lozano (49) durante 25 años dirigió el equipo de vóley de Universitario. “Me retiré cuando nació mi sexta hija. En ese momento ya trabajaba como abogado y no me quedaba tiempo para la familia. La verdad es que no me costó nada a pesar de que el vóley fue una pasión muy grande en mi vida”, dice.

“El deporte es lindo, pero también me implicaba tener los fines de semana ocupados, muchos horarios de entrenamiento, llegaba a mi casa a las once de la noche y cenaba solo porque cuando llegaba estaban todos acostados. A veces mis hijos me pedían que vaya a verlos jugar al rugby, pero no podía porque tenía mis partidos. Me pareció que era momento de ocuparme más de ellos. Y terminar con mi etapa más deportista”, cuenta Rafael, y aclara que sigue en contacto con la gente “del vóley” y cada tanto lo invitan a dar charlas.

La ex jugadora de hockey Mariana Arnal (42), que fue arquera de Universitario y de Las Leonas (aunque en ese entonces no llevaba ese nombre), dice que se retiró del deporte para poder tomar mate con sus amigas. “Parece un motivo menor, pero no lo es cuando realmente estás todo el día a las corridas”, dice. La ex leona actualmente es profesora de Biología y dice que lo más importante del deporte no lo perdió: “lo más lindo del hockey siempre fue la parte humana, y yo sigo rodeada de la gente que jugó conmigo”.

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