Un mundo sin abogados

Por JORGE LUIS BASTONS (*)

“¿Qué son quinientos abogados en el fondo del mar? Un buen comienzo…”

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Seguramente no faltará quien repita graciosamente la popular broma que se transcribe al comienzo. Sin embargo, esa misma persona que hace ese chiste, así como va al médico ante una enfermedad, no dejará de visitar a su abogado ante la llegada de una carta documento, aunque en este último caso es muy probable que se olvide de preguntarle a su letrado cuánto le debe. Es que pagarle al médico se vive como un acto de gratitud, en cambio pagarle al abogado se asemeja a una sensación de despojo.

Cuestiones psicológicas al margen, lo cierto es que unos y otros viven de lo que estudiaron y aprendieron, de la profesión y el trabajo que ejercen con responsabilidad. Es decir, viven de lo que son, estén o no en relación de dependencia.

Y por si esa tendencia y aversión social al pago de los servicios profesionales de los abogados fuera poco, hay que sumarle que la legislación vigente sobre el particular impide, en la mayoría de los procesos, cobrar honorarios con la preclusión de cada etapa procesal, lo cual en la práctica retrasa y acumula en un futuro e hipotético día al final del juicio, su posible percepción.

Asimismo, se da el paradójico caso de que los honorarios originados en sentencias judiciales favorables sólo se les pueden aplicar intereses por tasa bancaria pasiva, mientras que los precios de todos los otros bienes y servicios se actualizan por tasas mayores, con lo cual el paso del tiempo deteriora considerablemente el poder de compra de los letrados.

REVOLUCION NORMATIVA Y REVOLUCION INFORMÁTICA

Un argumento expuesto con insistencia en pos de aludir tanto a las bondades de contar con un Digesto Jurídico Argentino como de un Código Civil y Comercial unificado, pasaba por presumir que sus meras existencias le permitirían a todo ciudadano el conocimiento directo del Derecho vigente, lo cual es de una inocencia sin par. ¿Se puede pensar que cualquier ciudadano esté en condiciones de interpretar ambos cuerpos normativos?

En las sociedades modernas, más que ciudadanos lectores de leyes vigentes, hay “traductores” y “difusores” de las mismas, es decir, abogados, jueces, periodistas, redes sociales, programas de radio, televisión e internet que comunican mucho más rápido y de manera más sencilla e inteligible la sintonía gruesa de las nuevas normas, que lo que pueda hacer el Boletín Oficial.

Puesto que el saber jurídico se asienta en la estabilidad de los derechos, esa revolución jurídica que aparejó la aparición del nuevo Código y el Digesto, necesitará de varios años de cotidiano desenvolvimiento para que sus novedades puedan ser realmente aprehendidas por los operadores jurídicos. Por lo tanto, sigue siendo necesario que tanto el Digesto como el nuevo Código se expliciten debidamente a los colegas de todo el país: primeramente, para que se asienten los nuevos conocimientos a que los mismos dan lugar, y asimismo, para que los abogados podamos funcionar como auténticos difusores y multiplicadores de sus alcances.

Con independencia de las bondades que el Digesto y el nuevo Código pudieren traer, tanto cambio normativo y tan de golpe han generado un boom en el ejercicio profesional, que sumado a los cambios tecnológicos y a las duras condiciones del mercado laboral, están sacando del ring a más de un colega

La digitalización y las presentaciones informáticas son necesarias para dinamizar los pleitos judiciales. Ahora bien, el sistema informático para presentaciones y notificaciones electrónicas denominado “Token” que entró en vigor este mes de agosto, si bien genera avances en la materia también presenta una serie de inconvenientes funcionales directos e indirectos para el ejercicio de la abogacía y del propio Poder Judicial. Recientemente, luego de que más de 500 letrados apoyaron expresamente el pedido de una medida cautelar que oportunamente presentamos con otros 16 colegas ante el Juzgado en lo Contencioso Administrativo Nº 2 de La Plata en pos de la coexistencia del sistema escriturario tradicional y el “Token”, con remarcable sabiduría la Suprema Corte bonaerense ha dictado una resolución mediante la cual sostiene la coexistencia de ambos sistemas. Ello, hasta tanto se optimicen ciertas cuestiones técnicas del “Token”, así como se proceda a su mayor difusión, facilitación del acceso y capacitación sobre su uso entre los operadores jurídicos.

Con independencia de las bondades que el Digesto y el nuevo Código pudieren traer, tanto cambio normativo y tan de golpe han generado un boom en el ejercicio profesional, que sumado a los cambios tecnológicos y a las duras condiciones del mercado laboral, están sacando del ring a más de un colega. Esto debe llamarnos a la reflexión y a la acción, porque menos abogados representan menos posibilidades de acceder a la Justicia, menos contralor de la Administración pública, menos acceso a la información, menos transparencia estatal y a la postre, menos República. Y como los Colegios de Abogados están llamados a trabajar tanto por el control como por el mejor sostenimiento de la matrícula profesional, entendemos que deberían fomentar la sanción por la Legislatura bonaerense de aquellas leyes que la abogacía necesita: una reforma a la ley de honorarios; una ley que permita a los abogados del Estado contar con razonables permisos para el ejercicio de la profesión libre los días de nota (con las compensaciones horarias del caso); así como corregir la ley de la colegiatura (para que no suceda como hoy día que el 38% de los abogados platenses gobiernan al 62% restante, sin que estos últimos cuenten con representación formal alguna).

En resumen, la abogacía atraviesa por un período de alta inestabilidad que no sólo va en detrimento del “bien-estar” de los letrados y sus familias, sino de toda la comunidad, porque no hay sociedad civilizada, próspera, ni justa que pueda prescindir de sus mejores defensores y abanderados. Sin abogados no se consigue el medicamento contra el cáncer que la obra social deniega; ni se puede ejecutar un cheque sin fondos; ni aumentar la cuota alimentaria. En suma, un mundo sin abogados es un mundo sin esperanzas de mejoría.

 

(*) Abogado y docente

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JORGE LUIS BASTONS
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REVOLUCION NORMATIVA
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