Violencia de género: cada vez más mujeres se animan a contar su calvario

Más casos se hacen visibles y renuevan el debate. Pero siguen faltando medidas eficaces para prevenir

El escenario es el más cotidiano y el que se asocia, generalmente con lo más confiable, lo más seguro: la intimidad del hogar. En contraste, las escenas que se narran parecen sacadas de las más truculenta película de terror: cada vez más víctimas de violencia de género encuentran el coraje necesario para contar su calvario, con la esperanza de concientizar y animar a otras mujeres a buscar ayuda.

Todo esto sucede en el marco de una sociedad cada vez más sensibilizada con un flagelo que se lleva la vida de una mujer cada 30 horas en la Argentina. Pero para los especialistas, que destacan la valentía de las mujeres que cuentan su experiencia límite y consideran a estos relatos un avance para frenar el problema, hacen falta muchas otras medidas para terminar con las bases culturales del machismo que se hace violencia. Entre ellos, que se dispongan instancias de tratamiento del varón agresor. Que se instrumenten medidas de control eficaces sobre las restricciones perimetrales dispuestas por la justicia. Y que mejore la respuesta institucional ante la mujer que denuncia, muchas veces sometida a una segunda violencia cuando busca ayuda.

En el marco de la causa que se le sigue al DJ platense Cristian Martínez Poch por el delito de privación legítima de la libertad y abuso sexual contra su ex novia, la abogada Vanesa Rial, la mujer hizo el último martes, en el Tribunal oral en lo Criminal 1 de La Plata, un relato pormenorizado del calvario que sufrió. Entre lágrimas, contó que el DJ la aislaba en su casa, la golpeaba, humillaba, amenazaba con matar a sus padres, la forzaba a beber su orina y la obligaba a tener sexo con amigos y perros.

Rial contó que Martínez Poch - acusado también de haber violado a sus hijas - le pareció un hombre amable y carismático cuando un abogado amigo se lo presentó en un bar, aunque el hechizo sólo se extendería por tres días,

Entonces, contó la abogada “me dio la primera paliza y me mostró toda su maldad”. A partir de ahí el relato ingresa en un abismo de horror y violencia. Cautiva en el departamento del DJ, narcotizada y amenazada, Rial contó que Martínez Poch le arrancó las uñas de los dedos gordos de ambos pies y la obligaba a beber su orina con frecuencia, entre otras aberraciones.

Los horrores fueron relatados para que los magistrados tomasen real dimensión de la situación sufrida. Y se suman a otros relatos de casos que se conocieron en los últimos tiempos en la Región y el país que muestran a la violencia de género en toda su dramática dimensión.

Como el de Susana Gómez, una mujer que quedó ciega como consecuencia de los golpes de su marido y que en el curso de la última semana afirmó que teme por su vida ante la decisión de la Corte Suprema de Justicia de analizar la causa por la que el año pasado el tribunal penal bonaerense confirmó la pena de 8 años de prisión contra su marido Carlos Ariel Goncharuk. Gómez planteó que tiene “mucho miedo” ante la posibilidad de que Goncharuk quede en libertad y agregó que “si sale libre seguro que va a venir a agredirme a mi, a mi familia y a mis hijos”.

En el juicio quedó acreditado el relato de Gómez según el cual quedó ciega a partir de un doble desprendimiento de retina que sufrió cuando el hombre le golpeó la cabeza contra una pared en varias oportunidades.

Gómez relató los golpes que sufría de parte de su esposo y cómo éste le advertía “te voy a matar, te voy a dejar ciega”.

Otro caso resonante de una mujer que se animó a contar públicamente su calvario fue el de Mirta Tundis, legisladora y ex columnista televisiva, que en oportunidad de la realización de la ultima marcha #Niunamenos relató su dramática historia vinculada a este flagelo.

Tundis dijo que su ex marido - fallecido hace cinco años - le pegaba, llegó a romperle la mandíbula, la golpeó aún durante su embarazo y llegó a jugar a la ruleta rusa con ella.

“Soy una sobreviviente, ese es el mensaje”, resumió Tundis: “Era una historia muy guardada dentro de mí, porque a veces uno siente vergüenza. El ‘qué habrás hecho para que te pegue’ siempre está instalado o el ‘¿por qué no te vas?’. La realidad es que hay unas rejas imaginarias que no se pueden atravesar por miedo a lo que pase cuando uno regrese. Porque el violento lo primero que hace es someterte psicológicamente”, dijo.

Estos y otros casos en los que las víctimas encuentran el coraje para exponer públicamente su calvario hacen que la problemática de la violencia de género se haga visible en toda su dimensión.

“La valentía de estas mujeres al contar el horror que atravesaron representa un avance muy significativo. Instala el problema en la sociedad, anima a otras mujeres a denunciar. Y nos habla de una sociedad en que las mujeres son más conscientes de sus derechos. Una sociedad que, sin embargo, demuestra que sigue sin estar preparada para contener a la mujer víctima de violencia”, dice Flavia Centurión, presidente de la ONG platense Las Mirabal.

Por esa entidad pasaron en los últimos tres años más de 3.000 mujeres, dice Centurión. Alrededor del 80% tuvo algún antecedente de violencia de género, agrega Vanesa Cuello, también integrante de la ONG.

En las historias de esas mujeres aparecen diferentes tipos de violencia. La física, la psicológica, la laboral, la institucional, dicen en Las Mirabal.

Todas esas violencias tienen su impacto y dejan sus secuelas, algunas de ellas difíciles de dejar atrás y que, en ocasiones, pesan toda la vida. Una de las que más preocupa es la institucional: la que se ejerce desde los organismos del Estado que deberían dar respuesta al problema.

“Cuando una mujer toma el coraje para hacer una denuncia y en el organismo al que va no se le da una respuesta, esa mujer se siente doblemente violentada”, dice Cuello.

Mientras tanto y a la hora de analizar qué tanto se ha progresado en la respuesta a este problema, sobre todo después de las multitudinarias marchas #Niunamenos, los especialistas coinciden en que se avanzó en la visibilización de la problemática y en la sanción de una normativa cada vez más específica.

Esto es considerado un paso importante, pero una respuesta todavía insuficiente a un flagelo que se sigue cobrando la vida de una mujer cada 30 horas en el país aún después de la realización de las marchas.

Entre los aspectos pendientes de respuesta se cuentan la ausencia de instancias de tratamiento al varón golpeador, la falta de articulación entre las diferentes instancias intervinientes, los recursos insuficientes, la información dispersa y fragmentada que impide un diagnóstico integral y una insistente responsabilización a la víctima, quien debe activar permanentemente las distintas instancias, según destacan los especialistas.

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