Soso camina sobre la cornisa que divide a la convicción del capricho

Transcurridas cinco fechas de la recién nacida Superliga no hay un solo hincha albiazul que piense que Mariano Soso es un director técnico indolente, que no le pone dedicación, responsabilidad ni pasión a su trabajo. Al contrario, desde un primer momento se supo que, justamente por su intensa manera de ejercer cotidianamente el rol de conductor, sedujo por completo a los jugadores hasta convencerlos de que la nueva identidad que le están dando a Gimnasia es la mejor receta que pueden aplicar.

Después de haberlo visto ganar, empatar y perder (lleva tres derrotas y dos fueron de local), queda claro que este joven entrenador mantiene una absoluta línea de coherencia entre lo que declama ante los micrófonos y lo que propone desarrollar en el campo a través de su pizarra estratégica. Probablemente, tan valorada honestidad de hacer lo que dijo que haría es lo que mantiene frenados diagnósticos y comentarios críticos más severos de los que ya vienen escuchándose.

Mariano Soso pretende que su equipo, a partir de la tenencia del balón, vaya sin rodeos a buscar la victoria.

Mariano Soso pretende que su equipo, a partir de la tenencia del balón, vaya sin rodeos a buscar la victoria. Ese rasgo ya representa en sí mismo una virtud, la de ser ambicioso en un juego donde los matices especulativos han infectado la esencia. El último sábado, después de haber perdido su segundo partido consecutivo en el Bosque, el DT, por si hiciera falta, repitió que “estamos convencidos de que este es el camino correcto y así lo vamos a mantener”.

Evidentemente, el estratega rosarino cree y apuesta sin titubeos por su idea. Aún con la tabla de posiciones arrojando números nada dulces, los goles ajenos no llegan a transformarse en puñales que lo lastimen. Pregunto, ¿es bueno o malo? ¿Merece un aplauso su convencimiento? ¿O de ninguna manera, y lo más atinado sería corregir el rumbo modificando estructuras que no están rindiendo con eficacia?

El DT de Gimnasia fijó domicilio en la delgada medianera que separa a la convicción del capricho. ¿Y entonces? ¿Qué debiera hacer? De mínima, no seguir conviviendo con tan elevado nivel de riesgo en la última línea. Gigantesco descuido como el evidenciado en el primer gol de Lanús, provocaría una catarata de fuertes reproches hasta en un equipo de amigos que juegan en un torneo amateur. ¿¡Cómo nadie tomó nota de la posición de José Sand, principal arma ofensiva del rival!? ¿Qué impidió que ningún defensor llegara siquiera a molestarlo cuando capturó el rebote generado por Martín Arias? Marcar así es suicida. Fueron fallas muy grandes. Groseras para una formación profesional.

MALAS DEFINICIONES

En ataque también hubo errores. El uruguayo Dibble, tan atrevido como enérgico para encarar, terminó mal varias que había empezado muy bien. Y Nicolás Ibáñez, al igual que en Bahía Blanca, no impactó el balón como demandaba cada ocasión propicia que se le presentó. Eso también forma parte del combo que enterró cualquier atisbo mens sana por alcanzar, al menos, la igualdad. ¿De qué vale construir, mediante varios pases, llegadas al área rival si luego se desperdician por falencias técnicas? La falta de jerarquía pone en serios aprietos a esta idea de juego que tanto privilegia la pulcritud en el manejo del balón.

LA CORRIDA DE “FITO” DAÑA AL TÉCNICO

Soso no confía demasiado en los recursos de sus defensores y por ese motivo decidió, desde el debut en Florencio Varela, ubicar a Fabián Rinaudo como último hombre. Esto ya es un tema viejo y harto discutido, pero lo ocurrido en la previa del primer penal correctamente sancionado por Patricio Loustau, cuando “Fito” corrió cuarenta metros desde atrás al pibe Matías Rojas, lastima la imagen del tutor del equipo. Le tiene que haber dolido observar la desesperación de su jugador referencial.

¿Qué hará ahora? ¿Seguirá creyendo que lo mejor para el equipo es mantenerlo en un puesto donde la velocidad constituye una virtud indispensable? La agobiada carrera de quien es mediocampista central expuso muchísimo más al entrenador que a él mismo. El segundo gol “granate” se origina bastante más en el capricho táctico que en la convicción razonada de Soso. Ese “tubo de ensayo” salió mal. Rinaudo tuvo un partido que jamás olvidará, por lo flojo que resultó su trabajo, aunque el genuino responsable de ese problema estaba caminando al costado de la cancha. El próximo fin de semana no habrá competencia. Momento de reflexión. ¿Qué pensará el técnico en soledad, cuando no tiene que dar explicaciones públicas ni privadas?

Son fantásticas las convicciones. El tema es calibrarlas a punto para que no adquieran la silueta de los caprichos.

¿Seguir dándole crédito a esa pulsión interior que lo empuja a atacar siempre involucrando en mayor o menor medida a todos los jugadores de campo..? ¿...O cambiar, especialmente su deficitaria manera de defender, y pegar un viraje justo a tiempo?..