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Deportes |OPINION

Manejando la presión

Por GERMAN DIORIO (*)

9 de Octubre de 2017 | 02:10
Edición impresa

“El equipo no aparece”. “¿Cómo puede ser que jueguen bien en sus clubes y no lo hagan en la selección?”. “No sienten la camiseta”. La lista de cuestionamientos es larga, dolorosa, y no ayuda, porque en momentos decisivos, como el que tendrá que afrontar la Selección Argentina ante Ecuador, la presión suele incrementarse hasta límites que suelen ser difíciles de manejar.

Suena raro, tratándose de profesionales de altísimo nivel como los que integran el equipo de Jorge Sampaoli, pensar que alguno pueda no estar “del todo preparado”, pero lo cierto es que lo psicológico (y las presiones entran en ese apartado) no siempre está debidamente trabajado, y allí podemos encontrar algunas de las razones de los vaivenes en los rendimientos de algunos futbolistas o equipos en situaciones límites.

Pese a que la psicología aplicada al deporte es cada vez más utilizada como herramienta interdisciplinaria, en nuestro país aún siguen existiendo reparos de parte de algunos cuerpos técnicos o instituciones, y las selecciones argentinas hace tiempo que no tienen cubierta esa posición dentro de sus cuerpos técnicos o médicos.

¿Por qué hay que trabajar la presión? Porque la ansiedad en las horas previas es muy alta y más de uno suele jugar el partido en su cabeza muchas veces antes de que suene el silbato, lo que trae aparejado un enorme desgaste.

Pensar y pensar, sin un método o un objetivo específico, incrementa los niveles de estrés a tal punto que cuesta focalizarse en lo que tenemos que hacer. Por eso es tan importante aprender a manejar la cabeza, que en momentos como estos vuela, se distrae y nos obliga a hacer un esfuerzo mayor para controlarla.

Y si es difícil controlarla en partidos importantes, mucho más lo será en uno decisivo como éste que se viene ante Ecuador. Un partido sin mañana, porque perder puede significar la eliminación del Mundial.

¿Más? Hay que romper el maleficio y convertir un gol (Argentina sólo hizo un gol en partidos por los puntos en la era Sampaoli, y fue en contra). Y para cerrar el paquete, además de Ecuador, los resultados de otros partidos, la falta de puntería y las presiones autoimpuestas, habrá que jugar en la altura de Quito, desempolvando un viejo y conocido fantasma para el futbolista argentino.

Demasiado para un solo partido, ¿no? Y la pregunta, a todo esto, es ¿quién y cómo se va a encarar el manejo de la presión?

Es que aunque aún haya quienes intenten negarlo, así como la preparación física o la técnico-táctica necesitan trabajo; la cabeza, lo psicológico, también. Las emociones juegan su partido, y aprender a manejarlas no siempre es fácil. El gran desafío es tomar el control de ellas, para evitar que la sorpresa, las predicciones negativas, los temores o el hecho que las cosas no salgan de entrada, generen impotencia y nos empujen al precipicio en medio del partido.

NOS DESBORDA

La presión nos desborda, y nuestra capacidad de análisis y observación de la realidad se achica considerablemente, provocando que nuestra percepción de algunos hechos no sea del todo confiable, porque inconscientemente nos empezamos a enfocar en el lado oscuro o negativo de las cosas, y no en aquello que puede servir como disparador positivo.

En los grupos pasa lo mismo, pero multiplicado por la cantidad de integrantes de cada plantel. La presión empieza a jugar su partido y la salud del grupo a alterarse y hasta tambalear. En algunas ocasiones, el equipo empieza a meter la presión en sus conversaciones de una manera angustiante, potenciando el efecto negativo. Pero también se da que, en el afán por “no llamar la mala onda o la energía negativa”, el tema de la presión se evita por completo, y durante gran parte del proceso no se habla de ella y se la ignora, pero… Ella está ahí… En algún recoveco, esperando agazapada el momento de entrar a escena, y cuando lo hace provoca un desbarajuste en el grupo difícil de manejar.

¿Hay alguna receta para manejarla? Si, y la clave está en la “comunicación”. Ignorarla suele ser un arma de doble filo, porque generalmente se corre el riesgo de que aparezca al primer tropiezo y cope la parada. La presión tiene un peso específico imaginario, y si tratamos de manejarla solos, empieza a multiplicarse hasta límites inimaginables. Pero si la encaramos como grupo, en equipo, y la tratamos como tal, su peso en lugar de multiplicarse se divide entre todos los integrantes… Y convengamos que no es lo mismo llevar una mochila con 100 kilos solo, que repartir su peso entre todos los integrantes del plantel, ¿no?

 

(*) Es psicólogo profesional y actualmente trabaja en el plantel profesional de Vélez.

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