Los días en que Ezeiza dejó de ser la única salida
Edición Impresa | 5 de Noviembre de 2017 | 02:49

Cansados por las cascoteadas de los golpes de Estado, las crisis económicas y los estallidos sociales, hubo un tiempo en este país en el que la frase “Ezeiza es la única salida” llegó a tomarse casi como una verdad revelada. Hoy, sin embargo, ese paradigma parece haber cambiado. Ezeiza, ahora, parece ser la puerta de entrada. O al menos, la primera escala de quienes allí terminan, antes de ser trasladados al penal de Marcos Paz, o cualquier otro que integre el sistema de prisiones federales.
Carentes de Justicia, seguridad y expectativas de crecimiento, varias generaciones optaron por el camino del aeropuerto como medio para lograr lo que aquí, creían, se les negaba. Se iban. Nos íbamos.
Hoy, Ezeiza -el aeropuerto- está en el mismo lugar y a pocos kilómetros de sus pistas de aterrizaje, lo que se levantó fue una cárcel federal.
Por ese camino -autopista, en realidad- transitan en un solo sentido de circulación y con llamativa frecuencia los procesados por una cantidad casi infinita de delitos económicos y de corrupción. Son, hasta el cierre de esta edición (vale aclararlo en estos tiempos en los que la Justicia parece haber descubierto la velocidad de la luz) al menos una decena de ex funcionarios y amigos del poder del último gobierno kirchnerista. Todos detentaron o se beneficiaron del poder. Todos son millonarios.
Hoy, quiere creer uno, se ha dado un paso adelante. El genérico Ezeiza, se insiste, ya no es la puerta de salida. Ahora, es la de entrada.
Hasta allí llegaron, algunas veces con casco y el chaleco antibalas, y otras sólo con chaleco, Lázaro Báez (el que inauguró la serie), José López (el de los bolsos y las monjitas), Ricardo Jaime (enojado porque no puede ver el fútbol), Juan Pablo Schiavi (el que dijo que si el choque de Once hubiese ocurrido en feriado no pasaba nada), César Milani (el general Nac&Pop procesado por delitos de lesa humanidad), Julio de Vido (el de la pajarera con canarios importados), Roberto Baratta (el taxista que se hizo millonario), nuestro autóctono Pata Medina (el de las molotov que pregonó “unámonos y vayan”) y finalmente, Amado “Aimé” Boudou, (rock star, play boy y economista de la “nouvelle école populaire”), claro ejemplo de la superación personal. Arrancó viviendo en un médano del municipio de la Costa y llegó a ser propietario de un piso en Puerto Madero.
Todos ellos, que supieron congregar multitudes, pasan hoy sus días entre rejas, mientras esperan ser llevados a juicio.
Todos se sienten perseguidos y víctimas de un gobierno que quiere abolir a la oposición. Pero pueden quedarse tranquilos. Aquí, del lado de los que hoy disfrutarán del día al aire libre, todavía están Luis D’Elía y Aníbal F., que seguro los defienden.
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