Antonella, la hija “bomba” de Natacha

Tiene 19 años, estudia Derecho, es fotógrafa y bailarina de pole dance

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En Instagram, ella se presenta como rosarina, fotógrafa y bailarina de pole dance, es decir, de caño.

A los 19 años, Antonella Olivera tuvo días atrás su gran entrada a los medios de comunicación de la mano de una experta, su madre: la gran Natacha Jaitt.

La joven, hija mayor de la mediática que, además, es madre de Valentino Yospe de once años, es, según su propia definición “tan libriana que asusta”.

Su madre, en Twitter, explicó por qué nunca antes había hecho mención a ella...hasta ahora.

“Porque ya tiene 19 años y ella decide ahora su vida. Hasta la mayoría de edad yo la tenía prohibida. Ojo con la nena ustedes acá, eh”, advirtió, a sus fieles seguidores.

Desde entonces, las fotos divertidas entre madre e hija no dejaron de aparecer en las redes sociales de la mediática. Y tampoco en las de la propia Antonella: en los últimas días creció ampliamente el número de seguidores, sobre todo, de curiosos y admiradores de su mamá.

Según se supo, Antonella nació en Buenos Aires y se mudó a Rosario, en donde vivió con su madre y su padre mientras fueron pareja. Cuando se separaron, Natacha siguió su vida en Buenos Aires y la nena fue yendo y viniendo entre las ciudades.

Hoy, Antonella, estudia Derecho en Buenos Aires, aunque viaja a menudo a Santa Fe, en donde tiene a todo el resto de su familia paterna.

La semana pasada, cuando murió el padre de Natacha, Alberto, a los noventa años, la joven hizo un emotivo descargo en Instagram, junto a un foto de ella con su abuelo.

“Mi titán, mi campeón y mi zeide. Hoy enfrentamos otra pelea, la más dura, la más cruda. No hay palabras para describir todo el dolor que siento. Acá estoy con vos, en todas y cada una de tus batallas, hoy, mañana y siempre. No estoy preparada para perderte y jamás voy a estarlo”, comenzó su mensaje.

Y continuó: “Pensar que estuviste todos estos años conmigo, tu “nieta preferida” solías decirme, la más grande, a la que apenas salí de mamá saliste corriendo de la cena del día de perdón para verla, sostenerla, mirarla con orgullo y nombrarla Soñe; a la que le enseñaste a cantar el Avinu Malkeinu una y otra vez hasta que la supiera, a la que la dejabas hacerte de todo (maquillarte, peinarte y disfrazarte), como quisiera solo para verla feliz; a la que le dabas cocazos y alzabas para que pudiera tocar el techo y muchas cosas más”.

“Prometo dormir en el balcón (como me decías cuando me portaba mal ) o casarme con un rabino (como me recomendaste) con tal de verte de pie, feliz y contento, abrazarte fuerte y cantar juntos hasta el final. Te amo hasta el final de mis días. Quédate conmigo para siempre”, cerró Antonella, conmovida por la muerte de su abuelo.

 

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