Se debe uniformar el criterio en el diseño de los carteles nomencladores de la Ciudad

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Un artículo aparecido ayer en este diario reflejó el serio problema que plantea en nuestra ciudad la falta de criterio uniforme que exhiben los carteles indicadores de las calles, a punto tal que en la actualidad conviven ocho tipos diferentes de carteles nomencladores, en una situación que conspira contra la coherencia y cohesión que debe caracterizar a la señalética urbana, derivándose de ella todo tipo de confusiones y desorientaciones para la población.

Según se detalló, el variopinto catálogo de diseños y colores demuestra que, en la actualidad, existen ocho tipos de carteles con diferentes diseños y colores: seis de ellos montados sobre columnas en las esquinas; uno, el más antiguo, que aparece pintado sobre los frentes de la línea municipal, con flechas de sentido de circulación y otro, más histórico aún, con nomencladores en de chapa azul y blanca.

La imaginativa y también caótica muestra de diversos formatos incluye a los carteles con fondo negro, con el número de la calle blanco y filete verde; fondo negro y número blanco con flecha verde o naranja según sea la prioridad de paso vehicular en la intersección por la que se transite, de ahí que cuadra tras cuadra los colores de la indicación de sentido se alternan; fondo negro con número de la calle blanco y una base blanca donde se lee la numeración de los lotes que corresponde a la cuadra; negros y blancos tradicionales; de fondo azul con números y letras blancos y los más novedosos, los colgantes que en las avenidas señalan la calle transversal.

Tan mezclados en sus estilos son que ni siquiera mantienen un criterio uniforme por zona y mientras que en una esquina aparecen los de una época en particular, a una o dos cuadras asoma un par de diseño totalmente distinto. Además, en medio de esos números y flechas con los que se dotó a las calles en las últimas décadas persisten, como testigos de los primeros años de la historia de la Ciudad, los nomencladores de chapa -azul y blanca- donde figura el viejo nombre de la calle. Por lo general, esos carteles se mantienen sobre las construcciones antiguas, levantadas en los primeros años del siglo pasado

Existen principios elementales que rigen lo concerniente a la cartelería y señalética de las ciudades. En primer lugar los carteles deben ser discretos, entendiéndose por discreción el hecho de que resulten coherentes con el entorno. Una ciudad ubicada en un lugar turístico, con lagos y selvas en su cercanía, puede tener perfectamente carteles confeccionados con materiales propios del paisaje. No así, cuando se habla de una metrópolis de características políticas y administrativas como es la de La Plata, cuyo patrimonio arquitectónico, además y naturalmente, exige otro estilo.

La cartelería debe contener información puntual, carente de ambigüedad u omisiones. Debe ser regular, es decir respetándose las distancias en que debe ubicarse, las alturas y colores de su diseño, para no crear confusión al vecino o al visitante.

Lo cierto que éstos y muchos otros principios -por básicos que puedan parecer- no se han respetado a lo largo de muchos años en nuestra ciudad y es hora de que se termine con la sucesión de improvisaciones y de recambios, también muy costosos, en la cartelería urbana. Las autoridades debieran asesorarse con especialistas en el tema e imponer una política congruente, que se traduzca en un mayor orden y en una mejor presentación, evitándose de esa forma la anarquía que hoy impera en la vía pública en materia de información visual.

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