Una sátira sobre el prejuicio que desafía al espectador
Edición Impresa | 10 de Mayo de 2017 | 03:47

Todavía no se había visto ni un minuto de la nueva serie original de Netflix, “Dear White People”, y Twitter ya rabiaba: el título solo (“Queridas Personas Blancas”) había despertado denuncias en la siempre iracunda red social sobre “racismo inverso”, es decir, que el show de Justin Simien defendía a los negros a través de una crítica despiadada y prejuiciosa a los blancos. Denuncias que llegaron a disparar que el programa promovía el “genocidio blanco”...
Esta reacción blanca ofrece varias curiosidades. La primera es que si bien el show aún no había visto la luz, sí lo había hecho la película premiada en que se basa, lanzada en 2014 y que revela ya que el nombre de la película y la serie tienen su base en un show radial militante que surge a partir de la indignación que provoca en la comunidad negra de una prestigiosa universidad una fiesta donde los blancos se disfrazan de negros. Y las intenciones del programa radial, revela Simien, se encuentran investidas de sus propios prejuicios: una visión necesaria, parecen decir filme y serie, pero limitada, insertada además en un mapa de intereses y visiones complejas que van mucho más allá de buenos y malos.
La segunda curiosidad es todavía más profunda: en un nuevo caso de vida real imitando al arte, el show que no había salido aún contenía escenas donde la conductora del programa radial y protagonista de “Dear White People”, Samantha White, se defendía de las mismas críticas que enfrentó el programa en la vida real previo a ver la luz. “Los artistas negros tienen que defenderse en modos que los artistas blancos nunca tuvieron que hacerlo”, refiere al respecto el creador.
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Parece una discusión ajena en un país que le gusta soñarse de corazón abierto y lejos de todo tipo de discriminación (a días de que un jugador de Boca denunciara que en nuestra ciudad le profirieron insultos racistas, y muchos hinchas justificaran los gritos porque “pasa en todas las canchas”), pero los paralelismos entre las grietas raciales estadounidenses (y su influencia en los resultados electorales) y nuestra patria dividida asoman numerosos.
Por ejemplo: una mañana, un grupo de WhatsApp estalla. En media hora se reproducen casi 200 mensajes y todos participan en una discusión que gira en torno al feminismo, donde un chiste de índole machista explota como una bomba y quienes lo rechazan son señaladas, ellas y su movimiento, de promover con su “feminismo” no la igualdad, sino la discriminación contra los hombres.
“Porque llamo la atención sobre la desigualdad ¿incito al racismo?”, dice Samantha en la serie. Y agrega: “Cada vez que las minorías levantan la voz, son acusados de violencia”: como muestra “Dear White People”, allí se encuentra el germen de la resistencia al movimiento contra la violencia racial sistemática “Black Lives Matter” (“las vidas negras importan”), al que se opuso la corriente “All Lives Matter” (“todas las vidas importan”). Las vicisitudes del show (y de la realidad) se revelan así particularmente significativas incluso para Argentina, donde, por ejemplo, el movimiento contra la violencia de género “Ni una menos” fue confrontado (al menos en las redes sociales) por la contracorriente “Nadie menos” (aunque, desde ya, se trate de experiencias completamente diferentes por motivos históricos y sociales).
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“La gente me decía que no necesitábamos este show. Que el racismo había terminado”, dice Simien sobre el escándalo previo, agregando que “aunque después me decían ‘negro, volvé a Africa’”.
Navegar culpas ajenas, en este sentido, nunca es sencillo: a nadie le gustan que le endilguen prejuicios: se trata de un tipo de acusación que genera una rápida reacción. Y por eso, títulos, etiquetas, nomenclaturas se vuelven el eje del debate: “Dear White People”, “feminismo”, “Black Lives Matter” son cuestionados, y la discusión pierde rápidamente su eje y se convierte en una pelea.
Pero lo más valioso del show es que la misma confusión y furia se apropia de los personajes de la serie. De todos los personajes. No son los negros quienes confrontan a los blancos sobre sus problemas: es menos un show sobre personas blancas racistas que sobre el complejo entramado de prejuicios, etiquetas y desigualdades que atraviesa a todos.
Simien afronta un problema espinoso y complejo como la raza con honestidad y, sobre todo, con un humor que, lejos de alivianar los debates y tensiones, consigue provocar cuestionamientos en el espectador, que a través de los prejuicios que informan las acciones de los personajes puede ver reflejados los límites de su forma de pensamiento y relativizadas y desafiadas las bases de su ideología, como suele hacer la (buena) comedia. Es decir: si pensás que este show no es para vos, quizás termines recomendándolo.
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“Dear Black People” es una serie satírica narrada en primera persona a través de varios estudiantes en una universidad de mayoría blanca pero que piensa que el racismo es un tema superado, a tal punto que deciden organizar una fiesta temática donde todos van disfrazados de personas negras.
El show nació como una cuenta de Twitter que Simien utilizaba para satirizar cuestiones raciales; en 2014 se volvió película y este año se convirtió en programa de tevé, que se puede ver en la plataforma de Netflix. Antes de salir, la serie tenía un rating de 4.8 en IMDB: un puntaje bajo que ahora creció hasta 6.4 (siempre sobre 10), pero que aún asoma bajo para una ficción con una narración poco convencional que promueve desde su forma la multiplicidad de visiones, un tema complejo tratado con complejidad pero sin solemnidad, buena música y un atractivo diseño visual. ¿Paranoia? No es paranoia, dicen, si realmente te están persiguiendo.
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