Sexto Mandamiento

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Escribe Monseñor DR. JOSE LUIS KAUFMANN

Queridos hermanos y hermanas.

La sexta palabra del Decálogo dice: “No cometerás adulterio” (Ex 20, 14; Deut 5, 17).

En su primer capítulo la Sagrada Biblia afirma que “Dios creó al ser humano a su imagen, lo creó a imagen de Dios, los creó varón y mujer. Y los bendijo diciéndoles: Sean fecundos...” (Gén 1, 27-28).

El ser humano es una persona, y esta dignidad se aplica indistintamente tanto al varón y como a la mujer, porque los dos fueron creados a imagen y semejanza del único Dios personal.

Cada uno de los dos sexos es, con igual dignidad aunque de manera distinta, imagen del poder y de la ternura de Dios.

La unión del varón y de la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosa fecundidad del Creador.

Jesús, el Señor, tuvo la misión de restaurar la creación en su pureza original, por eso en el Sermón de la montaña interpreta de manera rigurosa el Plan de Dios: “Han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón” (Mt 5, 27-28).

La tradición de la Iglesia ha entendido el sexto Mandamiento como referido a toda la sexualidad humana.

La unión del varón y la mujer en el matrimonio es una manera de imitar en la carne la generosa fecundidad del Creador

“La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del ser humano al mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo total y temporalmente ilimitado del varón y de la mujer. La virtud de la castidad, por tanto, entraña la integridad de la persona y la integridad de don” (Catecismo, 2337).

Todos los cristianos estamos llamados a una vida casta según el propio estado de vida.

El varón y la mujer unidos por el sagrado vínculo del matrimonio son llamados a vivir la castidad conyugal.

Los novios, por su parte, a vivir la castidad en la continencia.

Los viudos y solteros, también viven la castidad en la continencia.

Pero además, hay cristianos que se consagran a Dios con un corazón indiviso, haciendo voto de vivir en obediencia, pobreza y castidad, para un servicio determinado a favor del prójimo.

Todos los desórdenes contra la castidad, como son la lujuria, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución, la violación, y otros semejantes, tronchan la verdadera felicidad y dañan gravemente a quienes incurren en ellos.

Asimismo, el adulterio y el divorcio, la poligamia y la unión libre, son faltas graves contra el orden natural y ofenden gravemente a la dignidad del matrimonio.

Las diversas ideologías en danza - siempre orientadas a la destrucción de la familia y de la Iglesia Católica - promueven todas las aberraciones, degeneraciones y denigraciones morales imaginables, de las que ninguna persona normal debería tolerar siquiera una de sus nefastas expresiones.

Es sexo es un don sublime de Dios en orden a la mutua complacencia de los esposos y a la procreación y conservación de la especie humana.

El sexto mandamiento de la Ley de Dios ubica a varones y mujeres en la libertad de la verdad de su propia corporeidad, para una respetuosa valoración de lo transcendente por encima de los placeres transitorios.

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