Merecen mayor atención los monumentos de la Ciudad

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Si bien no se trata de establecer una escala de supuesta mayor importancia de las estatuas y distintas figuras ornamentales de la Ciudad -ya que son todas las que merecerían encontrarse en perfectas condiciones- existen indudablemente algunas que, por su valor histórico o emblemático, por sus especiales valores científicos y culturales merecen una atención concentrada por parte de las autoridades y que, sin embargo, no la reciben.

Estos conceptos parecen válidos para ser aplicados al reloj solar que nuestra ciudad recibió como donación del Rotary Club de Tolosa, que se encuentra desde su inauguración en el Distribuidor Benoit y que, lamentablemente, está sumido en un total abandono, a manos del arbitrio de los vándalos que lo cubrieron de grafitis, robaron partes de sus piezas y causaron toda clase de daños.

Tal como se informó en una nota publicada en este diario, la pieza fue entregada al Municipio para el Bicentenario de la Patria, y desde entonces en varias oportunidades sufrió ataques vandálicos de toda clase. A pesar de los trabajos de recuperación que se realizaron en el último tiempo, el reloj solar luce ahora como un penoso símbolo del espacio público abandonado a su suerte. Se trata de una reproducción de una pieza que posee la región de Valencia, en España y fue donada por el Rotary Club de Tolosa -hoy fusionado con su par de El Dique, Ensenada-. Con cinco metros de diámetro, emula el que se encuentra en la localidad valenciana de Beniganim; fue diseñado por Joan Olivares Alfonso, escritor y catedrático en el IB de Albaida, con la colaboración del artista plástico Rafael Amoro.

A grandes rasgos podría señalarse que, pese a su relativa corta vida en relación a otras ciudades, La Plata acuña en la vía pública una riqueza ornamental importante, surgida del aporte de las sucesivas generaciones. Sin embargo, la experiencia acumulada a lo largo de años demuestra que, lamentablemente, no siempre se cumplió con preservar debidamente ese patrimonio.

Siempre se ha dicho en esta columna que cuidar el patrimonio ornamental es hablar, desde ya, de inversiones pero también de constantes trabajos de preservación. El olvido y la desatención de bienes que son comunes profundizan su decadencia, dejándolos a merced del ataque despiadado del tiempo y de la penosa acción de los depredadores. Y el corolario se suele reflejar, periódicamente, en la necesidad de volcar recursos más cuantiosos, a raíz de no haberse realizado en forma oportuna las tareas de mantenimiento.

En sus años de vida, La Plata refleja en sus diferentes estilos, lo que fue su vida cotidiana desde los tiempos fundacionales. Y sin embargo, es como si pocas veces se le hubiera prestado el debido y constante cuidado. Es cierto que la conciencia conservacionista es relativamente reciente, pero el deterioro del patrimonio es evidente desde hace años, sin habérsele ofrecido respuestas adecuadas.

Al margen de las acciones y políticas que debe impulsar la Comuna, el compromiso conservacionista debiera encontrarse fundamentado en sólidos principios educativos, capaces de concientizar a la población para que valore su propia historia y respete las fuentes, los monumentos y los ornamentos que reflejan lo mejor de su cultura y de su identidad.

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