“No lo maté porque se cubrió con la mujer y los hijos, si no lo pongo como una media”
Edición Impresa | 23 de Junio de 2017 | 02:13

El suboficial de la Policía bonaerense que el miércoles pasado resultó herido por los disparos efectuados por el empresario Jorge Castillo, al ser detenido en su mansión de un exclusivo barrio de Luján, contó en un audio de Whatsapp que el “Rey de La Salada” le disparó cuatro veces con una pistola Glock .40 y dijo que si el imputado no terminó muerto, es porque se cubrió con su esposa e hijos.
“Estoy re bien amigos, feliz porque no bajaron a ninguno, ni a mí ni a los chicos”, dijo el subteniente Carlos Javier Gómez en el audio que está destinado a un grupo de policías, pero se viralizó por la redes sociales.
En los allanamientos dispuestos por la Justicia Federal de Lomas de Zamora, se secuestraron 11 millones de pesos, que estaban guardados en 10 cajas de seguridad del complejo Punta Mogote
Si bien fuentes policiales informaron que Castillo había herido al policía al disparar con una escopeta, el mismo Gómez aclaró que las esquirlas que lo hirieron no fueron de una perdigonada, sino de los “cuatro tiros” que el imputado le efectuó con una pistola e impactaron en su escudo.
“Gracias a Dios los cuatro tiros que me pegaron, porque no fueron tres, fueron cuatro tiros... Y la pavada que decían ahí que perdí el ojo son mentiras, no perdí el ojo”, señaló el policía.
“Tengo esquirlas adentro, hay que sacarlas y recuperarme. La mayoría de las esquirlas me las saqué yo, si estaban visibles”, agregó.
“Así que me siento feliz, porque no le pegaron ni a Félix ni a mis compañeros ni a nadie. Aguantamos los tiros, o sea, aguanté yo los tiros. De una Glock 40 me tiró el gordo hijo de p... ese”, comentó al referirse a la marca de la pistola automática con la que disparó Castillo.
Por último, el suboficial que es de la ciudad de Bolívar, pero presta servicios en el Grupo de Apoyo Departamental (GAD) de 25 de Mayo, dijo que Castillo podría haber terminado muerto si no se cubría detrás de sus familiares al momento de la irrupción táctica.
“Y no lo maté porque el tipo se cubrió con la mujer y los hijos, si no lo pongo como una media”, finaliza el audio.
ESPERA LA INDAGATORIA
Mientras tanto, el empresario, que venía de pasar la noche en una alcaidía de nuestra ciudad (ver aparte), al cierre de esta edición aguardaba a ser indagado por la Justicia Federal de Lomas de Zamora, que lo tiene preso acusado por los delitos de “lavado de dinero”, “evasión impositiva”, “asociación ilícita y extorsión”.
En el marco de los 55 allanamientos desarrollados en las últimas horas por este caso, la lista completa de los detenidos es la siguiente: Jorge Castillo, administrador de Punta Mogote; Hugo Castillo, hermano de Jorge, y su esposa Alcira Arrieta, dueños del complejo “Coty 3”, Adrián y Leandro Castillo, sobrinos del primero y dueños del predio “Coty 3”; Orlando Fassone, subcomisario de la División Narcotráfico de Lomas de Zamora y Pablo Randone, cabo primero de la Policía Federal asignado a la División Custodia de Funcionarios, indicaron voceros judiciales.
También fueron apresados Pablo Gómez, Santos Crespín Gómez, Orlando Fernández, Mauricio Sequeira, Luis Ramírez, Ariel Monier, Maximiliano Pedernera, Eduardo Batistoni, Eduardo Ruiz, Raúl Ramírez, Daniel Isasi, Manuel Villalba, Saúl Rodríguez, Mauro Leiva, Rafael Sambrán y Alejandro Rivero, todos supuestos jefes o miembros de las tres bandas que operaban en “La Salada”.
Quince de ellos, aclararon los informantes, ya se negaron a declarar, aunque no hubo precisiones de quiénes se trataba.
Según los investigadores, Jorge Castillo lideraba la llamada “Banda de los Chaqueños”; su sobrino Adrián, la conocida como “Banda de Adrián o de River” y otra de las organizaciones es la denominada “Banda de los Cucos”.
LA PUNTA DEL OVILLO
Esta causa comenzó en abril de 2015, cuando tras un desalojo se determinó que un grupo tenía el control de miles de puestos callejeros, que funcionaban afuera de los predios habilitados.
La pesquisa avanzó y se estableció que explotaban de manera ilegal los puestos, cobraban un canon a los feriantes para poder permanecer en el lugar y otros por seguridad, limpieza, estacionamiento y hasta el pago de un bono contribución.
Todas estas acciones eran realizadas bajo amenazas y, en caso de que no se pudieran efectivizar, los feriantes eran golpeados, al tiempo que los miembros de la organización que actuaban como “seguridad” del lugar atacaban a las denominadas “mecheras” que encontraban robando en los puestos, a quienes llevaban hasta galpones, las hacían desnudar y las golpeaban con cinturones.
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