Las identidades perdidas en el campo de batalla

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Por JULIO ARO (*)

Hace nueve años retorné a las islas Malvinas para tratar de cerrar una parte de mi trauma personal. A los 19 había estado en aquel querido territorio combatiendo en una guerra que trajo mucho dolor y sufrimiento, como todo conflicto armado.

Cuando me decidí a volver a las islas uno de mis principales objetivos fue visitar el Cementerio Argentino de Darwin, donde descansan los restos de nuestros compatriotas muertos en la guerra.

Sabía que había cuerpos sin reconocer, pero cuando vi que prácticamente la mitad de mis compañeros de combate yacen bajo lápidas que dicen “Soldado Argentino solo conocido por Dios” no pude contener mi angustia.

Habíamos ido a las islas con identidad, con nombre, pero en la batalla ellos habían perdido no solo la vida, sino también este derecho personalísimo. Y pensé sobre todo en sus padres, que habían sufrido la pérdida más importante que le puede tocar a una persona, y encima no tenían una tumba en la cual descargar sus lágrimas o llevar una flor para aliviar su duelo.

Me propuse allí mismo, en Darwin, intentar devolverle la identidad a esos 123 héroes. La tarea no fue sencilla, y me llevó una porción importante de mi vida. Pero no me arrepiento, al contrario, doy gracias porque me dio la oportunidad de conocer a decenas de familiares de caídos en Malvinas en todo el país que, en silencio, padecían, pero que al visitarlas para contarles mi propuesta, y al volver a conectarme con ellos cada vez que había avances en el tema, con su esperanza me daban nueva energía para seguir luchando.

Me propuse, allí mismo, en Darwin, intentar devolverle la identidad a esos 123 héroes. La tarea no fue sencilla y me llevó una porción importante de mi vida

Esta tarea humanitaria traspasó fronteras, pudimos orientar nuestro proyecto como corresponde institucionalmente, cumpliendo protocolos internacionales, y hoy el sueño está a punto de concretarse. La misión del Comité Internacional de la Cruz Roja que ya está trabajando en Malvinas es la prueba que junto a los miembros de la Fundación No me olvides de Mar del Plata, hicimos lo correcto, a pesar de las numerosas trabas y vicisitudes que tuvimos que atravesar. Fuimos aprendiendo sobre la marcha, pero nunca bajamos los brazos. Las Madres y Padres de Malvinas fueron nuestro motor en estos nueve años de lucha pacífica, que es la única en la que creemos.

Habíamos ido a las islas con nombre y apellido, pero en la batalla muchos no sólo perdieron la vida, sino también su identidad

En pocos meses se habrán cotejado los ADN, esperamos que entonces los argentinos podamos celebrar no tener cuerpos sin identificar en nuestras Islas Malvinas, y sobre todo esperamos que la salud de los padres de nuestros héroes les permita llegar a ver el final de este proceso, y ojalá, llevarles un poco de paz, a pesar de tanto dolor a lo largo de 35 años de injusticia.

Muchas gracias a ellos por depositar su confianza en mi trabajo y el de todas las personas que colaboraron a lo largo de estos años para que aquel sueño hoy se esté transformando en realidad.

 

(*) Ex soldado combatiente en Malvinas, autor del “Proyecto ADN” y presidente de la Fundación No me olvides

 

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