Apología de la paternidad

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Juan Assirio1
@JAssirio

La maternidad y la paternidad son una alternativa de vida fascinante para ser feliz. Se podría decir aún más. En la historia humana ha sido la alternativa más elegida como camino hacia la propia plenitud y desarrollo. Cierto es que en la actualidad, la maternidad y la paternidad no se presentan con entusiasmo. Más bien, todo lo contrario. Y eso, posiblemente se deba a que ser madre o padre es, antes que nada, un acto de tremenda generosidad y entrega de sí que supone sacrificios de todo tipo. Nuestra cultura actual no es muy dada al sacrificio ni a la entrega generosa… ni al compromiso para siempre. Por eso, el único modo en que la maternidad y la paternidad son presentadas positivamente es cuando se reclama el derecho a serlo. Ser padre/madre se parece más al reclamo de un derecho que el sistema democrático debe asegurar, que un acto de generosidad amorosa de vida.

Claro está que el ser madre o padre es una alternativa de la vida. No es obligatorio. Sería políticamente incorrecto decirlo, y además, falso. Ser o no ser padre/madre pertenece al ámbito de la libertad personal. Pero, si se acepta que la maternidad/paternidad es un inusitado acto de entrega personal, que comienza en la concepción del hijo y termina con la última gota del propio aliento, hay que reconocer también que quien libremente ha decidido no ser padre o madre ha preferido lo contrario, optar por sí mismo, que es tan libre como la generosidad. No es menos cierto que ser padre o madre no son los únicos caminos para ser generoso. Pero el carácter de incondicionalidad en la entrega del padre al hijo es difícil de igualar. Por eso no hay nada mejor para un hijo que sus padres.

Pero la generosidad no es la única cualidad que posee un padre. Hay muchas otras. De entre todas ellas quisiera destacar una: la confianza. El hecho de traer un hijo al mundo ya es ejercer cierto optimismo con la humanidad. Es creer que el futuro será bueno, o incluso, mejor. Es esperar que todo cambie para bien, pero activamente, contribuyendo. Unos padres, educando hoy a sus hijos, están cambiando el futuro. Para ellos, el futuro es hoy. La ilusión con la que unos padres ayudan a sus hijos a crecer como personas es el signo claro de que las cosas pueden mejorar, que hay esperanza.

El hecho de traer un hijo al mundo ya es ejercer cierto optimismo con la humanidad. Es creer que el futuro será bueno, o incluso, mejor. Es esperar que todo cambie para bien, pero activamente, contribuyendo

Confianza y generosidad son, claramente, dos cualidades de los padres -o deberían serlo-. Pero el hijo mismo aporta algo más -mucho más- que la confianza y la generosidad de los padres. El hijo es la novedad, lo diverso, lo excepcional. Esa irrepetibilidad de cada persona es lo que hace de la paternidad una tarea apasionante y de estreno. Cada hijo es una persona distinta y por eso educar a cada uno es volver a empezar. Los hijos no son bienes de cambio. No son cosas, que pueden cambiarse por otras semejantes, o incluso, mejores. A un padre no le da lo mismo su hijo que el de otro. Y a los hijos les pasa lo mismo. Cada uno quiere a su padre. Porque idéntico y semejante no es lo mismo. Esto último, parece evidente, aunque a veces no tanto.

Pero además, lo que es reproducible o multiplicable sin perder su propio modo de ser da origen a relaciones nuevas; y las personas son un caso. La relación padre - hijo también es novedad. Estas nuevas relaciones son, esencialmente, asimétricas, esto es, desparejas y desiguales. Un hijo no es un amigo de su padre, aunque paternidad y amistad se parezcan.

La asimetría en la relación entre un padre y un hijo es particularmente difícil de vivir en una cultura tan amigable con la igualdad. Para algunos –y algunas– la paternidad resulta antidemocrática, patriarcal.

Posiblemente, la generosidad, la confianza y la asimetría sean los grandes desafíos de la paternidad y la maternidad para nuestro tiempo. En general, los varones y mujeres de la cultura actual valoran más el éxito profesional y el disfrute del tiempo libre por sobre la generosidad. Sobrevaloran el tiempo presente en desmedro del futuro. Prefieren las relaciones igualitarias, por sobre las relaciones en donde unos son responsables de otros.

Sin embargo, el amor del Padre sigue siendo el motor que hace avanzar al mundo. Y si por el amor de unos padres generosos y esperanzados, que con asimetría virtuosa generan en sus hijos la capacidad de amar, ¡la paternidad y la maternidad no se acabarán! Después de todo, uno es padre como han sido padre con uno.

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