Ideas se buscan, para resolver el estacionamiento en doble fila frente a las escuelas

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Los anuncios formulados desde las sucesivas administraciones municipales, referidos a que se pondrían en práctica planes piloto o acciones destinada a resolver el habitual caos vehicular que se produce frente a las escuelas en los horarios de ingreso y egreso de los alumnos, o bien quedaron en el plano de las buenas intenciones y no se aplicaron nunca o estuvieron mal concebidos y fracasaron a poco de ser puestos en práctica. La realidad indica que los años pasan y que el problema se agrava cada vez más, pasándose ya, en muchos casos, de la doble a la triple fila de vehículos estacionados frente a las escuelas.

Asi lo acaba de corroborar una nota publicada en este diario, en donde se alude a la esporádica presencia de inspectores en algunos colegios -sin que puedan evitar el caos que se hace cargo de las calles frente a las escuelas-, convirtiéndose así en crónico un problema que viene de lejos y que se acentúa año tras año. El tránsito general de la Ciudad es la primera víctima de esa anarquía.

Bocinazos, tránsito a paso de hombre y vecinos al borde de un ataque de nervios, conformaron la instantánea de un dilema que aún no pudo resolverse. A ello se suman los padres que, con sus hijos en brazos, suelen cruzar las calles a media cuadra para llegar a sus vehículos, sumándose así los graves riesgos que esas actitudes conllevan. Tales panoramas se reiteran tanto frente a colegios grandes, como el Normal 1, el San José, el San Luis, el Normal 2, el María Auxiliadora o el Eucarístico, como en escuelas acaso más pequeñas ubicadas en los barrios, en donde, sin embargo, el caos vehicular se hace sentir por igual.

Tal como se ha dicho, se impulsaron muchas campañas luego fallidas para superar la doble fila de los entornos escolares. Se apeló, asimismo, al recurso de permitir cinco minutos de tolerancia de la doble fila y se hicieron operativos de prevención vial sorpresivos en las puertas de muchas escuelas, empleándose megáfonos para impartir directivas y alertar a los infractores. Lo cierto es que sólo en muy pocos colegios –donde la comunidad educativa, los docentes, los alumnos y padres colaboran en forma ordenada y cotidiana- se ha logrado ordenar el ingreso y egreso de los alumnos, sin incidir en el tránsito general.

Bien se conoce que en materia de estacionamiento las soluciones nunca son sencillas, lo cual no debiera impedir que se busquen todas las alternativas posibles. Desde luego que quedan pendientes las cuestiones de fondo, relacionadas con poner en marcha planes de ordenamiento urbanístico que alivien la ciudad de la presión que ejerce un parque automotor en continuo crecimiento.

Existen, sin embargo, otras cuestiones no menores que las autoridades debieran ponderar. Hay colegios de grandes dimensiones, que ocupan una manzana, en los que la solución pareciera ser más posible pues se abren varias alternativas. En cambio, cuando se habla de frentes escolares estrechos, la situación se vuelve más compleja y exige soluciones imaginativas.

Importa también, y mucho, que se reconozca la existencia del problema y que las áreas municipales con competencia en la materia procuren impulsar planes sometidos a previos estudios. Como se ha dicho en otras oportunidades en esta columna, un paso digno de consideración podría ser el análisis de modelos de otras ciudades, tanto del nuestro como de otros países del mundo, que han logrado resolver en gran medida esta compleja situación.

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