El progreso de City Bell debe respetar su identidad residencial y paisajística

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El crecimiento comercial de City Bell, en la última década y, en especial a, a lo largo de la calle Cantilo entre la plaza Belgrano y el camino Centenario, ha sido ciertamente explosivo y no ha dejado de causar sorpresa por la intensidad con que se presentó, poblándose esa pujante zona de negocios dedicados a la venta de distintos artículos, con el particular relieve de los restaurantes y locales de venta de ropa cuya expansión continúa en estos días.

Sin embargo, al mismo tiempo, debiera advertirse que la conservación efectiva del patrimonio acaso más característico de City Bell, como lo son las residencias y los amplios jardines particulares, se encuentra en grave peligro, a tal punto que parece llegada, sobradamente, la hora de que las autoridades municipales pongan en funcionamiento, en forma perentoria, un proyecto urbanístico integral urbanístico que planifique en forma armoniosa las naturales posibilidades del progreso con la conservación de la mejor identidad lugareña.

La situación se ha visto agravada en los últimos tiempos, ya que se ha intensificado, inclusive fuera de la zona comercial, la demolición de las más antiguas propiedades y su reemplazo por locales que, en la mayoría de los casos, cubren por completo todo el terreno, perdiéndose así, puede decirse que en forma sostenida y cotidiana, muchos espacios verdes que resultan vitales para City Bell.

El problema ha sido planteado en numerosas reuniones vecinales, con la participación de representantes de colegios profesionales de arquitectura e ingeniería, con entidades de esa localidad integradas asimismo por ingenieros y arquitectos y la asistencia de funcionarios municipales convocados, habiendo surgido de ellas propuestas y planes de zonificación ya presentados ante las autoridades.

En esos encuentros se ha puesto de relieve, asimismo, que la expansión de locales -y también de las llamadas edificaciones tipo dúplex, muchas de las cuales no respetan la reserva de espacios verdes en los lotes- ha derivado ya en los crecientes anegamientos que sufren calles antes no sometidas a estos fenómenos, como la Güemes, la antigua calle 15 que une ambos caminos y otras que se inundan ante cualquier lluvia, dada la creciente escasez de tierras despejadas que absorban el agua caída.

No se trata de oponerse al progreso, sino de ponerle los límites urbanísticos que siempre hacen falta. Lo que no se puede permitir es que se desdibujen en City Bell aquellas características que, paradójicamente, son las que resultaron atractivas para invertir en ellas capitales y promover crecimientos.

Tal como se han señalado en esta columna, reflejándose así la opinión de especialistas, es preciso que existan políticas serias de planificación territorial, que reconozcan en el patrimonio arquitectónico y ambiental –en este caso, de City Bell- un valioso recurso que impida el avance de lo que los urbanistas califican como la mancha de aceite, propias de toda conurbanización, en la que se pierde todo concepto de lo que debe ser el espacio público y los valores ambientales y paisajísticos que pueden presentar.

En las ciudades planificadas con criterios rectores, todas las zonas tienen sus límites precisos. En el caso de City Bell, se trata de circunscribir y planificar el asentamiento de locales comerciales, preservándose las características que identifican a la localidad. Asimismo, tales requisitos deben también imperar para las la construcción de unidades de vivienda. Tampoco podría admitirse que el poder público carezca de herramientas legales y marcos normativos propios para la protección y conservación de bienes arquitectónicos o ambientales que deben preservarse a toda costa. El verdadero y mejor progreso de City Bell así lo exige.

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