Relanzamientos y miradas post octubre

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Cristina Kirchner se prepara para relanzar su campaña. Será La Plata, su ciudad natal, el escenario que elegió para volver al ruedo, antes incluso de que la justicia electoral la confirme como la candidata a senadora nacional más votada en la Provincia.

El almanaque de esa movida anota una fecha precisa: el martes. La ex presidenta busca capitalizar la leve ventaja que le otorgará el escrutinio definitivo. Será esa la plataforma que utilizará para procurar mostrarse como la única capaz de “frenar el ajuste” del gobierno de Mauricio Macri. Además, exhibirá un tono distinto y hasta se habla de que por primera vez en mucho tiempo se someterá a las preguntas del periodismo en el mismo escenario del acto, el mítico Club Atenas.

Puertas adentro, además, Cristina abrió el diálogo con los intendentes del Conurbano, en busca de aceitar una histórica relación de amor y odio y conveniencias mutuas.

La mayoría de estos jefes comunales se encolumnó en el proyecto de Unidad Ciudadana apelando a un pragmatismo extremo: sencillamente, porque no había otro dirigente que midiera más en sus distritos que la ex presidenta. Pero resisten de los modos K y de las imposiciones que los obligaron a tragar saliva por años.

El gesto de Cristina de reunirse con ellos en las últimas horas apunta ya no tanto a disciplinar sino a contener algunos espíritus levantiscos.

Varios de estos jefes comunales empezaron a respirar con cierto alivio tras las Primarias: creen que el proyecto bonaerense de Máximo Kirchner gobernador sobre el que venían escuchando, se quedó con poco aire luego de la victoria módica que se anunciará en breve.

El peronismo comienza a olfatear que se viene un cambio de época. Habrá que ver si los resultados de octubre no terminan desinflando ese dibujo en el que no incluyen a Cristina. Pero por lo pronto, algunos intendentes se ven encabezando la refundación del peronismo bonaerense lejos del kirchnerismo y La Cámpora.

Hay quienes empiezan a hablar de reflotar la liga de alcaldes que amenazó con plantársele a los K antes del cierre de listas, pero que luego se sometió al armado de Cristina y entregó sin chistar el sello partidario a Florencio Randazzo.

Pero todo parece atado al resultado electoral y a la suerte que corra Cristina en octubre. Un traspié de la jefa política del espacio dejaría abierto el camino para aquél ensayo de independencia del kirchnerismo.

De ese eventual rearmado no estaría ajeno Sergio Massa. El tigrense quedó herido tras las PASO y ahora se mueve con el objetivo de al menos conservar el volumen de votos que consiguió el domingo 13.

La idea de peronizar su discurso apunta a evitar fugas y mira sin disimulo a 2019: Massa procura transformarse en una opción para que los gobernadores de otras provincias tengan una alternativa no K en territorio bonaerense.

Para ello se abraza a la ilusión de no ser despellejado por la polarización que nos pocos analistas prevén entre Cambiemos y Unidad Ciudadana.

Existen vasos comunicantes entre algunos de aquellos alcaldes enrolados en el kirchnerismo y Massa. Acaso luego de octubre se los comience a ver juntos en actos y diversas movidas del peronismo provincial.

En Cambiemos siguen sacando cuentas. Admiten que Cristina ganó las PASO pero por una diferencia mínima que les permitirá ganar en octubre. “No esperen que será por mucho, dos puntos, no más”, dicen cerca de María Eugenia Vidal.

El oficialismo empezará un despliegue de tropas en el Conurbano. Apuntará a los distritos “impenetrables” donde el kirchnerismo se ha vuelto inexpugnable como Merlo, Moreno y José C. Paz. “Hay que ir a discutir al terreno, para que Unidad Ciudadana no de por descontado que lo que sacó ya lo tiene”, se esperanzan.

Hay otra cuestión en danza: la situación de La Matanza. Vidal ha dado vía libre para revivir el proyecto de división. Si se repitiera el resultado de la elección de hace dos semanas en octubre, el oficialismo quedará a tiro de partir en cuatro este bastión peronista en el que votaron poco más de 740 mil bonaerenses y que le dio a Cristina una ventaja por demás holgada sobre Esteban Bullrich de casi 150 mil votos.

La apuesta no tiene secretos. Lo que busca el oficialismo es seducir con los supuestos beneficios de la división a las poblaciones del distrito más cercanas a Capital Federal con un perfil socioeconómico más afín al del electorado porteño, que quedarían englobadas en dos de las cuatro partes en que se partiría la comuna que gobierna Verónica Magario.

Le cerrada disputa que vuelve a proyectarse ha impulsado rápidamente a Vidal a salir nuevamente a la cancha. Arrancó visitando distritos oficialistas donde los intendentes no pudieron hacer ganar la boleta de Cambiemos. Ayer, por caso, le tocó el turno a Quilmes.

ESCENA

Los candidatos, por su parte, volvieron a aparecer en escena. Pero no con ese perfil, sino como si se tratara de ministros del elenco bonaerense. El nuevo esquema lo inauguró Esteban Bullrich en Tres de Febrero junto al intendente macrista Diego Valenzuela.

Esas movidas propias se conjugan con diálogos subterráneos. Hay quienes dicen conocer contactos reservados entre emisarios del oficialismo y algunos intendentes peronistas para ensayar el ya célebre delivery de boletas.

Se trata de un esquema de cooperación con beneficios mutuos: el oficialismo asegura obras para los dos años por venir; los alcaldes peronistas repartirían entre sus vecinos las boletas de Unidad Ciudadana, pero también, la de senadores de Cambiemos.

Hay quienes incluso van un paso más allá y aseguran que el oficialismo sólo saldrá a torear a Magario con la división de su distrito. Hay otros proyectos que no correrían las misma suerte y que tienen que ver con el desmembramiento de Lomas de Zamora y Almirante Brown.

Allí gobiernan los peronistas Martín Insaurralde y Mariano Cascallares. Y cerca de Vidal no quieren hacer olas con ellos.

 

(*) Periodista de la sección Política

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