Preocupación en Europa por el ascenso de la fuerza xenófoba

Pese a que las encuestas adelantaban el ascenso del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD) en las elecciones de ayer, la preocupación cundió en Europa y el mundo. La fuerza tiene dos líderes. Una es la doctora en Economía Alice Weidel (38), lesbiana declarada, madre de dos hijos y ex asesora de Goldman Sachs. El otro es Alexander Gauland (76), que disfruta parafraseando a Donald Trump con su “Alemania Primero” y en otros tiempos integró la Unión Cristiano Demócrata (CDU) de Angela Merkel. La fuerza ultranacionalista y xenófoba logró entrar al Parlamento germano por primera vez desde 1961.

Fundado en 2013 por euroescépticos escindidos de las filas conservadoras y liberales, este partido se quedó a las puertas de entrar en el Bundestag aquel año. Pero no se dio por vencido. La formación sabe que su electorado no procede sólo de la derecha y que todo lo vinculado a los extremismos desprende un olor a rancio, que causa rechazo en toda la Unión Europea (UE) y en la mayoría del electorado germano. Por eso la formación, que comenzó basándose únicamente en su euroescepticismo, buscó desprenderse de su lado más repulsivo y así ampliar su base electoral. Algo parecido a lo que hizo Marine Le Pen con el Frente Nacional en Francia, presentándose como el partido de los “trabajadores”, desligándose de las posturas más radicales y vinculadas al nazismo.

Así, aunque resulte chocante, la formación jugó más la carta del perfil aportado por la candidata Weidel, como un factor de atracción para colectivos liberales y homosexuales. Logró construir un voto más allá del espectro neonazi y, tras el estallido de la crisis migratoria de 2015, empezó a alimentarse del voto de protesta, en un país que desde ese año ha recibido 1,3 millones de refugiados. “Que se vayan preparando para la que les espera”, advirtió ayer Gauland, que junto a Weidel quiere investigar en el Parlamento a la canciller por la apertura de fronteras a los refugiados.