Borges, el opositor que busca aislar al chavismo

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Por MARCEL GASCÓN BARBERÁ
Columnista de EFE

El presidente de la Asamblea Nacional (Parlamento) venezolana, el opositor Julio Borges Junyent, dejó la jefatura de esta institución acosada, tras un año de mandato en que la Cámara recibió el apoyo de las democracias del mundo mientras el chavismo quedaba más aislado que nunca.

Borges, que milita en el partido Primero Justicia, cederá el puesto a un diputado de la formación Un Nuevo Tiempo, el siguiente partido en la línea, según el acuerdo rotatorio con el que se reparte los cargos la mayoría opositora.

Nada más hacerse cargo de una Cámara reducida por el Supremo a un foro simbólico -que anuló sus competencias justo después de tomar posesión la mayoría absoluta opositora surgida de las elecciones de diciembre de 2015-, Borges se lanzó a una campaña internacional que sin duda ha dados sus frutos. A base de cartas y contactos personales, y sin el histrionismo de otros líderes opositores más vehementes, Borges denunció sin descanso los supuestos atropellos a la Constitución del Gobierno chavista, con especial atención a los que se cometían contra la Cámara.

Una parte capital de esta estrategia se centraba en los grandes bancos de inversión internacionales que daban crédito mediante la compra de bonos venezolanos al Gobierno de Maduro.

Borges explicó detalladamente a estas entidades la supuesta ilegalidad en la que estaban incurriendo al comprar una deuda que el Gobierno aprobaba unilateralmente, sin el visto bueno, exigido por la Constitución, de un Parlamento ahora despojado de sus competencias.

Según ha explicado en una entrevista al blog en inglés Caracas Chronicles el propio Borges -de origen catalán y valenciano y nacido en Caracas en 1969-, la estrategia tenía dos disyuntivas. La primera consistía en dejarles claro que estaban “siendo cómplices de una violación de la Constitución”; la segunda, recordarles que “hacer negocios con una dictadura o un Gobierno que viola los derechos humanos o está destruyendo la democracia” supone un daño de imagen.

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