Dos Pipazos y a cobrar para un Xeneize que sueña
Edición Impresa | 25 de Octubre de 2018 | 03:41

Darío Benedetto fue el gran hombre de la noche. Boca sufría ante Palmeiras, pero el Pipa ingresó derecho y con su doblete le dio la victoria al Xeneize (2-0), que encaminó su pasaje a la gran final de la Copa Libertadores.
Boca no supo cómo hilvanar su juego de pases desde el inicio del partido. El comienzo del Xeneize tuvo más dudas que aciertos en la creación de juego. A no confundirse, los de Guillermo Barros Schelotto supieron tomar las riendas del partido, ganaron territorialmente el trámite y también los porcentajes de tenencia de pelota, pero eso no se tradujo en claridad para el destino del balón. Y eso, en un fútbol tan parejo a esta altura de la máxima competición de América tiene muchísima incidencia.
Es que por más que el ímpetu y las ganas marcaban el pulso del Xeneize, la falta de ideas fue un contrapeso que dejó esos atributos disminuidos en el peso del trámite.
El cuerpo técnico azul y oro apostó por un mediocampo de equilibrio táctico. La presencia del oriental Nández, al lado de Wilmar Barrios y Pablo Pérez le dio compensación en el plano de la contención, pero arrojó carencias a la hora de crear. Es que ninguno de los tres, a excepción de algunas ráfagas del ex Newell´s, son hombres de pie exquisito o gambeta. Entonces, los hombres de ataque se quedaron sin sociedades. El equipo lució partido. La defensa local achicó bien espacios y los centrales achicaron en la primera hora de juego casi hasta la mitad de la cancha. El tema es que los volantes no supieron soltarse para ser opciones de pase del tridente ofensivo, que terminó quedando muy descolgado. Pavón lució errático en el primer capítulo, Ábila no tuvo abastecimiento y Mauro Zárate estuvo poco menos que desaparecido en acción.
La noche aciaga del ex Vélez Sarsfield fue especialmente nociva para las intenciones ofensivas del elenco de la Ribera: no fue enganche, muchos menos media punta y tampoco desniveló, a excepción de alguna acción puntual en el último cuarto de hora del primer acto.
Se fue el primer tiempo entre preocupaciones y nervios para Boca. El partido esperado y planificado no apareció por la Bombonera.
A LO BOCA, CON MÁS GANAS QUE JUEGO...
Con la desesperación del paso de los minutos, a Boca no le quedó otra que apelar a su fibra histórica. Las ganas y el músculo, procuraron suplantar al fútbol y el talento, que anoche brilló por su ausencia en la Bombonera.
El DT boquense estuvo rápido de reflejos y en el amanecer de la etapa complementaria sacó al hombre más flojo del campo: Mauro Zárate. El media punta, con una producción más que deficitaria, duró sólo diez minutos en campo en el período final. En su reemplazo el colombiano Sebastián Villa abrió el campo, le dio a Boca la opción de profundizar por la banda derecha. Y por allí aparecieron un par de aproximaciones, aunque con la misma carencia: la falta de finalización. Para Boca fue un suplicio llevar la pelota hasta las cercanías del área del “Verdao” que, al mismo tiempo, tuvo una zaga notablemente sólida que no dejó ningún resquicio para Boca. El paso del tiempo se convirtió en el mejor aliado de la formación comandada por Luiz Felipe Scolari, viejo zorro en estas lides, que supo cómo incomodar con su dispositivo táctico al anárquico Xeneize. Pero aún faltaba un capítulo más para la historia.
PIPAZOS EN EL MOMENTO JUSTO
Y cuando todo Boca entraba en tensión máxima, dos acciones de pelota parada cambiaron la historia. Primero Olaza estuvo cerca gracias a un tiro libre notable que merodeó el gol. Y en la acción subsiguiente, a la salida de un tiro de esquina, Darío Benedetto, de cabeza, abrió un partido durísimo. Y puso la frutilla del postre con su notable segundo gol.
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