Antes, durante y después de las elecciones: la sombra de Lula
Edición Impresa | 3 de Octubre de 2018 | 01:44

Por PASCALE TROUILLAUD
Agencia AFP
RÍO DE JANEIRO
La sombra de Lula, finalmente impedido de presentarse a las presidenciales del domingo venidero, ha planeado a lo largo del proceso electoral de Brasil y se proyectará sobre el mandato del próximo presidente, especialmente si la izquierda vuelve al poder.
Luiz Inácio Lula da Silva dejó el palacio presidencial de Planalto hace ocho años y está preso desde abril, pero su destino político-judicial acaparó la atención del país durante meses y determinó la estrategia de los principales partidos.
Después de ser condenado en enero por un tribunal de apelaciones a 12 años y un mes de prisión por corrupción y lavado de dinero, el ex obrero metalúrgico, de 72 años, luchó por postularse a un tercer mandato, antes de pasar el relevo, el 11 de septiembre, a último momento, a su delfín, el casi desconocido ex alcalde de San Pablo Fernando Haddad.
Una estrategia del líder del Partido de los Trabajadores (PT) denunciada por algunos como una maniobra arriesgada, pero en última instancia muy beneficiosa para Haddad, quien según las últimas encuestas pasaría a segunda ronda contra el ultraderechista Jair Bolsonaro.
“El amo de los relojes de esta campaña ha sido Lula”, afirma Gaspard Estrada, experto en América latina de Sciences Po (Instituto de Estudios Políticos de París). “Ahora su candidato puede colocar al PT en el centro del juego. Desde su celda en Curitiba, tuvo un papel central”. Los otros partidos tardaron meses en definir sus fórmulas por “la candidatura o no candidatura” de Lula, añade.
Incluso encarcelado e invisible, Lula, que dejó el poder en 2010 con un 87% de popularidad, sigue siendo poderoso y tiene apasionados partidarios, que le agradecen las políticas que permitieron sacar a decenas de millones de personas de la pobreza.
En una carta publicada el lunes por el Jornal do Brasil, el ex líder sindical llamó a “salvar la democracia” y rechazar “la barbarie”, en alusión a Bolsonaro, que encabeza las intenciones de voto en la primera vuelta. El ballotage, cabe decir, se celebrará el 28 de octubre.
Pero Lula también tiene un ejército de detractores, que le achacan la mayor responsabilidad en los esquemas de corrupción en la estatal Petrobras, revelados por la operación Lava Jato. Y que temen que un regreso al poder del PT, que ganó las últimas cuatro elecciones presidenciales, acarree un retroceso de las medidas de austeridad impulsadas por el presidente Michel Temer.
LEALTAD INDESTRUCTIBLE
Haddad aseguró que de ser elegido, no indultará a Lula porque no quiere favores. “Lula es el primero en decir: ‘No quiero favores, quiero que los tribunales brasileños reconozcan que soy víctima de un error judicial’”, declaró Haddad.
Sin embargo, ya adelantó que llevará a cabo el programa del ex mandatario, a quien a menudo visita en su celda. Una lealtad caricaturizada por Ciro Gomes, el candidato de centroizquierda del Partido Demócrata Trabalhista (PDT), para quien Haddad sería un presidente que consultaría a su encarcelado mentor “en cada crisis”.
Muchos creen que Lula será liberado mucho antes del final de su sentencia, cualquiera sea el presidente.
Según juristas, en abril de 2020 (al cumplir una sexta parte de su condena) podría pasar a un régimen semiabierto -sólo dormir en prisión- y, dos años después, quedar bajo arresto domiciliario.
Lula fue condenado como beneficiario de un lujoso tríplex en el litoral paulista, ofrecido por la constructora OAS a cambio de contratos con Petrobras. Enfrenta otras cinco causas judiciales y, aunque se declara inocente en todas, está expuesto a nuevas condenas.
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