Inmigración y pobreza: una caldera social en estado latente

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Moreno es un distrito de contrastes. A un lado de la Autopista del Oeste se ubican el centro comercial y los barrios de clase media. Además está la Universidad, cuyo acto de inauguración en 2010 fue la última aparición pública de Néstor Kirchner antes de su muerte. A la altura de La Reja, también hay quintas y casas de fin de semana de familias que residen en la ciudad de Buenos Aires. En la periferia, en cambio, se levantaron asentamientos que se explican por la llegada de inmigrantes –con fuerte presencia de las comunidades paraguaya y boliviana- y por la toma de tierras que se inició en los años ´80 y se profundizó en los ´90, cuando Mariano West era intendente. Ahora, buena parte de la población recibe planes sociales y sólo el 20% cuenta con cloacas. En los barrios más distantes, como Trujuy y Cuartel V, casi todas las calles son de tierra. El municipio cuenta con un solo hospital, con escasa capacidad de 180 camas. Eso hace que la coparticipación por habitante –que son ahora unos 600.000- llegue a 1.707 pesos anuales, la mitad que municipios ricos del Conurbano como Vicente López y San Isidro. Con esas partidas, más la recaudación propia sobre una base chica –se estima que sólo tributa entre el 25 y el 30% de los vecinos-, la administración local cubre el 70% de sus gastos mensuales. El otro 30% los provee el Banco Provincia, con giros que luego el municipio reintegra pero sin los cuales no podría funcionar. Otro dato: hace 30 años, un trabajador de Moreno tardaba 45 minutos en llegar en tren hasta la CABA; ahora, en pleno siglo XXI, ese trayecto le insume una hora veinte. Por último, el archivo que intranquiliza a Cambiemos: las dos últimas grandes oleadas de saqueos desde la restauración de la democracia en 1983, comenzaron en Moreno: tanto la de 1989, previo a la salida anticipada de Raúl Alfonsín; como la de 2001, que derivó en la renuncia de Fernando de la Rúa, también empujado fuera del poder por los cacerolazos porteños. Por eso, cuando se recorre la periferia de Moreno, lo que se observa es una caldera social en estado latente.

 

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