Las tragamonedas, la puerta de entrada al infierno de los jugadores compulsivos
Edición Impresa | 23 de Noviembre de 2018 | 02:18

Mariano P. no veía números sino señales. O mensajes, mejor dicho. Mensajes en una patente. En el número de una casa. En el peso de la carne para el asado o hasta en la hora que marcaba un reloj público cualquiera. Mensajes. Avisos del destino para jugar un pleno o apostar todo a ganador. “Era insoportable pero no lo podía evitar -cuenta ahora, algunos años después de aquella tara que le hizo perder varias cosas-. Al mambo con los números le siguió el raye con los tragamonedas. No podía parar. Iba todas las noches pero al tiempo también de día. A la tarde, a la mañana antes del ir al negocio donde trabajaba. Necesitaba estar apostando a toda hora. Así hasta que un buen día dije basta. Basta de números, de apuestas y todo. Basta de ver mensajes en todos lados. Pedí ayuda y empecé terapia. Fueron varios intentos, en realidad. Pero la cosa cambió recién cuando me presenté una noche en el bingo y pedí que no me dejaran entrar nunca más. Me auto excluí. Me sacaron una foto y nunca más volví. De eso hace ya casi diez años. Y acá estoy. No veo mensajes pero siempre tengo miedo de que me vuelva a picar el bichito. Qué se yo. Es como si uno no dejara nunca de ser un jugador compulsivo”.
Conocida por su familia y amigos, la historia de Mariano -un comerciante de 58 años que atiende un negocio de ropa en el centro platense- es una de las tantas que pasaron en los últimos años por la línea del Programa Provincial de Prevención y Asistencia al Juego Compulsivo, donde de enero al mes pasado se recibieron 852 llamadas de jugadores o sus familiares pidiendo ayuda por su adicción al juego. En la línea gratuita se recibe un promedio de casi 100 llamados por mes que son orientados a los diez centros que hay en la provincia. Y en La Plata, una de las sedes del programa de atención, se atendieron sólo durante lo que va de este año más de 150 casos de personas que pidieron ayuda.
Según el último informe del Programa, entre los jugadores bonaerenses la mayor adicción está referida a las máquinas tragamonedas, ese objeto del deseo que tanto arruinó la vida de Mariano P. y de tantísimos otros; el segundo juego predominante entre los adictos es la ruleta electrónica; lo sigue el bingo y luego la ruleta común. En lo que hace al lugar de juego predominante, la mayoría de los ludópatas señaló el bingo y la mayoría de ellos -el 35%- tiene entre 40 y 50 años (ver gráfico).
De todos modos, aclaran quienes elaboraron el informe, al tratamiento llega un arco de pacientes que va desde los 18 hasta los 80 años. Los más jóvenes son los que se vuelven adictos mediante Internet, un factor que preocupa a los especialistas y que, al calor de las nuevas tecnologías y las redes sociales, atrapó a varias víctimas de la ludopatía en este último tiempo.
Débora Blanca, psicóloga especializada en ludopatía y referente de Entrelazar -un sitio de ayuda al ludópata- asegura que el programa de los Centros Asistenciales “funciona bien y es absolutamente necesario para muchos familiares (de adictos al juego), que si no tienen atención gratuita quedan muy complicados. De todos modos, lo ideal es propiciar lugares de tratamiento bien específicos en lugar de hacer foco en centros asistenciales generales”.
De acuerdo con datos provistos por el Instituto de Lotería de la Provincia, el programa lleva atendidas cerca de 8 mil personas por cuestiones vinculadas al juego patológico. Esto es así a pesar de que solo existen diez Centros Asistenciales en toda la provincia, ubicados en Avellaneda, Bahía Blanca, La Plata, Mar del Plata, Morón, Necochea, Olavarría, Pergamino, Tandil y Vicente López. Esa situación, apuntan quienes estudian la problemática, provoca que quien se quiera tratar tenga que recorrer largas distancias si no encuentra un centro cerca.
Además, según los datos oficiales, el 90% de los jugadores compulsivos son empleados, el 5% jubilados y el 2% amas de casa. Siete de cada diez ludópatas tiene deudas y la mitad asiste diariamente a una sala de juego.
Como la mayoría de los adictos, los jugadores compulsivos llegan casi obligados a la instancia de rehabilitación, porque sus familiares insisten. Se los entrevista y, a partir de ahí, se evalúa si merecen una terapia grupal o individual. El nivel de abandono es realmente muy alto. “Para colmo el juego está en todos lados -dice Mariano-. Fijate que cada vez se abren más casinos. Y lo peor es que no cierran nunca. Están abiertos para atenderte a la hora que quieras. Te pica el bichito a la tarde y vas. Te pica a la noche y vas. Querés quedarte toda la madrugada y te quedás. Nadie les pone límite. Pero en el medio estamos nosotros, los perejiles que nos terminamos enganchando y comprando fichitas aunque ya sepamos el final”.
Lo que cuenta este ex jugador entra en sintonía con las palabras de otra especialista en el tema, la psicóloga Florencia Escampi, para quien la oferta de casinos, bingos, máquinas tragamonedas y lotería se multiplicó a niveles alarmantes “y no ayuda a enfrentar el problema como se debe. Vemos que hay un Estado que quiere atacar la cultura del tabaco y propone lugares libre de humo. Muy bien. Pero no se es tan riguroso con el alcohol y la ludopatía, que son adicciones socialmente aceptadas y tal vez mucho más dañinas”.
Para la profesional, “el adicto al juego que llega a un tratamiento lo hace después de haber tocado fondo, cuando ya está al límite de una situación económica o familiar que no puede resolver. Pero es una patología que puede curarse, y esa recuperación comienza con el propio tratamiento. Para lograr resultados positivos, lo aconsejable es que intervenga un psiquiatra, que es el profesional adecuado para detectar la patología de base y tratarla”.
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