Vivir rodando, la aventura de los platenses que viajan con la casa puesta

El Ranchomóvil Club La Plata, el más grande del país, reúne a 170 familias cuya pasión es recorrer paisajes y territorios sin prisas ni pausas, disfrutando de hogares chicos y patios grandes

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“La casa es chica, pero el patio es grande”, dice Jorge Basterretche, miembro del Ranchomóvil Club La Plata, la entidad que reúne a más de 170 familias que, con sus motorhome o sus casas de arrastre, recorren el país permanentemente, y que en estos días volvió a concentrar, como todos los años, a sus cultores en “El Campito”, el predio ubicado en Olmos, a la altura de las calles 197 y 68, para despedir el año luego de incontables viajes.

Todos ellos organizan, cada dos o tres meses, salidas por Argentina en sus casas rodantes, con modelos económicos o usados que arrancan en los 90.000 pesos hasta con vehículos sofisticados que incluyen paneles solares valuados en 150.000 dólares, en un hobby que también es una forma de vida para bohemios o familias que encuentran allí la única opción de tener un techo.

Aunque no todos quieren renunciar a la comodidad de una cama, una ducha de agua tibia y un espacio donde guardar objetos, electrodomésticos o muebles, los que se permiten dejar el hogar descubren que la vida sobre ruedas puede ser fascinante: no se paga alquiler, ni expensas, ni impuestos.

El espíritu nómade es más común de lo que parece, y los apasionados de las casas rodantes cenan habitualmente en la sede del club, en calle 56 entre 20 y 21, donde debaten si los modelos europeos, compactos y ágiles, son mejores que los de Estados Unidos, amplios y lujosos.

Y también ponderan a los motorhome argentinos.

Cuentan que en el país hay unos 20 fabricantes de casas rodantes, y los líderes del mercado llegan a fabricar, por encargo, entre 15 y 17 unidades por año.

Según explican, con 90.000 pesos se puede conseguir una casa rodante de arrastre, usada y con comodidades básicas. El llamado “motorhome”, en cambio, es más caro.

Uno disponible en Argentina cotiza aproximadamente en unos 150.000 dólares, con carrocería Mercedes Benz Sprinter 515 y paneles solares que dan una semana de autonomía energética.

Ese tipo de vehículo tiene, como mínimo, una cama matrimonial, baño, cocina con anafe, bacha y heladera, y un comedor donde la mesa se convierte en cama. También, se le puede agregar aire acondicionado, estufa y televisión.

El vehículo tiene asimismo dos tanques que deben vaciarse periódicamente, el de aguas grises y el de los desechos del inodoro.

Los dos entidades de Ranchomovilismo más grandes del país son las de La Plata y la de Buenos Aires. La de nuestra ciudad tiene 170 socios y la de capital federal unos 120.

Arturo Gorín, vicepresidente del Ranchomóvil porteño, lamenta que los cámpings argentinos todavía no tengan la infraestructura que hay en otros países: “Para descargar las aguas grises, con la que lavás los platos, no hay problema, pero para lo otro tenés que encontrar una alcantarilla”, cuenta.

El platense Basterretche, en tanto, señala que además de su permanente actualidad, a la entidad de nuestra ciudad en este período le toca presidir la Asociación Sudamericana de Ranchomovilismo, que nuclea a fanáticos de Argentina, Brasil, Uruguay y Chile.

En el caso porteño, el Ranchomóvil tiene más de 120 familias asociadas y organiza salidas cada dos meses a 100 o 150 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires, más dos caravanas anuales, una en verano y otra en invierno. Y tanto las que se organizan desde nuestra ciudad o desde Buenos Aires, en las movilizaciones más numerosas son más de 100 los vehículos que recorren juntos el país.

LA CASA PROPIA

Pero no todo es aventura en el mundo de las casas rodantes. Alberto López, de 47 años, vive con su familia en una modelo 1973 en el barrio porteño de San Cristóbal, que se convirtió en su último recurso.

“Acá tenemos un lugar. Es chiquita pero es nuestra, la compramos con papeles”, cuenta Alberto, casado y padre de seis hijos, que solía alquilar con su familia una pieza hasta que se vendió.

Este jefe de hogar sabe hacer de todo, fue plomero, albañil, mozo y chofer, y ahora sueña con comprar un terreno para construir su casa.

Otro caso es el de Diego Luque, de 63 años, que estacionó su motorhome Mercedes Benz 608 en el barrio porteño de Caballito, frente al parque Centenario, que se convirtió en su jardín. Dice que a los 19 años partió desde Buenos Aires hacia Pune, en India, donde fue tres años discípulo de Osho -gurú y líder del Movimiento del Potencial Humano-; desde allí se fue a Nepal y a finales de la década de 1970 viró hacia Europa, pero después regresó a América, y con base en Guatemala, viajó a Honduras y México. Ahora es un vecino atípico del Centenario, usa el agua del parque, el wifi del bar de enfrente y la ducha de un amigo, hace las compras en un supermercado cercano y camina todos los días para fortalecer las piernas, charla con los vendedores y señoras del barrio y asegura que “es la primera vez en 40 años que completo el ciclo de las cuatro estaciones en un mismo lugar”.

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