Macron dictó la emergencia económica y social para contener las protestas

Anunció un aumento de 100 euros en el salario mínimo, un bono de fin de año opcional para las empresas en condiciones de hacerlo y una reducción impositiva para algunos jubilados. Prometió firmeza con los violentos

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PARÍS

El presidente francés Emmanuel Macron dictó la emergencia económica y social y anunció ayer una serie de medidas para hacer frente a la crisis de los chalecos amarillos, que incluyen un aumento en 100 euros (unos 114 dólares) del salario mínimo, una exención de impuestos para algunos jubilados y un bono de fin de año en las empresas “que puedan”. “Mi única preocupación son ustedes, mi única lucha es por ustedes”, dijo el jefe de Estado, al concluir un esperado discurso de casi 13 minutos desde el palacio presidencial del Elíseo.

En 2018, el salario mínimo mensual en Francia es de 1.498 euros brutos y 1.185 euros netos (1.701 dólares y 1.344 dólares respectivamente) y estaba previsto para enero un aumento de 1,8%, que los manifestantes del movimiento chalecos amarillo consideraban muy poco para el alto costo de vida en el país.

Macron, con aspecto tenso, también dio marcha atrás de un impopular aumento en los impuestos a los jubilados que fue introducido por su gobierno, sin subir las pensiones. Esta exención al aumento del impuesto por cotizaciones sociales se aplicará a quienes ganen menos de 2.000 euros.

Entre los gestos hacia la clase trabajadora, Macron también pidió a las empresas “que puedan” que paguen a sus empleados un bono de fin de año también exenta de impuestos y cargas sociales.

“Queremos una Francia donde se pueda vivir dignamente del trabajo. Pido al gobierno y al Parlamento hacer lo necesario para ello”, dijo Macron antes de anunciar el aumento del salario mínimo (en 113 dólares).

Volviendo a las razones de la crisis, Macron habló de “40 años de malestar que resurgen” y admitió que entendía como “justa en muchos aspectos” el enojo de los chalecos amarillos.

En lo que pareció un acto de mea culpa agregó que era consciente de haber “herido” a sus compatriotas con ciertas declaraciones, dijo en referencia a quienes lo tildan de arrogante y de ser “el presidente de los ricos”.

Afirmó que se sentía “responsable” por no actuar lo suficientemente rápido para reformar el país y así ayudar a los más pobres de la sociedad.

DECEPCIÓN

Sin embargo, las medidas fueron recibidas con decepción por los chalecos amarillos interrogados en las cadenas de televisión o en varios lugares del país. Aunque algunos reconocen que el presidente hizo “gestos”, consideran que son medidas “insuficientes” o “incompletas” para frenar las protestas.

“Esta vez, hay realmente un avance. A medida que iba hablando, yo sonreía más”, dijo Erwan, uno de los portavoces del movimiento en Rennes (oeste).

Pero Pierre-Gaël Laveder, manifestante en Montceau-les-Mines (centro), “Macron no se dio cuenta del alcance de lo que pasó”. “Cada anuncio fue abucheado y la primera reacción fue: ‘Se burlan de nosotros’”, afirmó.

El presidente celebró el lunes por la mañana una reunión en el Elíseo con 37 personas, entre ellas el primer ministro Edouard Philippe y 12 miembros del gobierno, así como con sindicalistas, miembros de la patronal, presidentes de la Asamblea Nacional y el Senado y responsables locales.

DURO CON LOS MANIFESTANTES

Por otra parte, el jefe de Estado francés, casi no ha dicho palabra desde desde las violentas manifestaciones del 1 de diciembre y los inauditos enfrentamientos bajo el Arco de Triunfo en París.

En el cuarto sábado de movilizaciones, participaron unos 136.000 manifestantes y que alcanzó con un número récord de detenciones, más de 320 heridos y numerosos daños en ciudades como París, Burdeos y Toulouse.

“Esta violencia no se beneficiará de ninguna indulgencia”, advirtió Macron al principio de su alocución.

En total, desde el 17 de noviembre se detuvieron a 4.523 personas en todo el país, informaron el lunes fuentes policiales.

Macron, muy impopular en los sondeos, insultado en las manifestaciones donde se pide su dimisión, y que afronta la degradación de la economía francesa debido a los bloqueos de carreteras y cierre de comercios, necesita apaciguar la cólera que ha ganado a parte del país desde hace más de tres semanas.

En efecto, la fractura parece cada vez mayor entre una parte de los franceses que sienten deslizarse hacia la pobreza y que aseguran no ser escuchados por las “elites”, y Macron.

Ya desde el sábado, tras las manifestaciones de los chalecos amarillos en puntos de todo el territorio, el primer ministro había hecho algunas concesiones para “restablecer la unidad nacional”.

Pero las expectativas de los manifestantes son cada vez más numerosas, y no les basta que el gobierno haya renunciado a aumentar los combustibles, reivindicación original del movimiento. (AFP y EFE).

 

 

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