La enigmática casa redonda de 5 y 38, una joya arquitectónica que resiste el paso del tiempo
Edición Impresa | 31 de Diciembre de 2018 | 01:27

Pese a que tiene más de cinco décadas, la imponente y enigmática casa redonda de 5 y 38 todavía es objeto de miradas curiosas y hasta de algunos mitos que señalan que en algún momento fue giratoria y que allí vivió la cantante folklórica Ramona Galarza. Alberto Sánchez - 72 -, su actual dueño abrió sus puertas para que EL DIA diera una vuelta por esa particular vivienda que, entre otras curiosidades, cuenta con 22 ventanas que permiten el ingreso del sol en cualquier momento.
La casa fue construida en 1960 por José Di María, maestro mayor de obras, quien además la diseñó inspirado en otra propiedad que vio en Italia, según contó su dueño actual.
El inmueble está en un terreno de 35 por 17 metros, tiene 10 ambientes, sus paredes están construidas con placas de cemento prefabricadas, algo innovador para la época en la que se hizo. Además está cercada por 4.500 metros de rejas.
Al ingresar, a través de un gran living redondo, se observa en las paredes un revestimiento de madera que oculta pequeños muebles, en el centro de ese ambiente una extraña y alta mesa con una media docena de cajones esconde en su interior repisas que dan apoyo a copas y botellas.
Pegado a ese estar, se encuentra el salón comedor con una inmensa mesa de delicada ebanistería que se apoya en tres gruesas patas. Ese mueble acompaña el formato de la casa y hace juego con una docena de sillas de terciopelo verde que tienen la particularidad de contar con un asiento giratorio.
UNA CASA SIN RINCONES
Como es de imaginar la casa no tiene rincones y poner cuadros no es una tarea sencilla ni fácil, para que queden alineados hay que recurrir a tacos y perforadoras especiales.
“Yo adquirí esta casa a través de una especie de canje en 1990, los herederos de Di María quisieron venderla y pedían 90 mil dólares, pero al final la dejaron en 60 mil dólares”, señala Sánchez, quien vive con su esposa e hijo en la planta baja y agrega que con la propiedad también compró ese juego de comedor e imponentes sillones que siguen el diseño de las paredes.
En ese entonces él era el dueño de la estación de servicio ubicada en Plaza Italia, una empresa que llegó a vender un camión de nafta por día y marcó todo un récord a nivel provincial.
La casa ocupa unos 550 metros cuadrados, en la planta baja se observan 4 puertas curvas que acompañan la línea de la propiedad; una conduce a la cocina, otra a un escritorio, la tercera da a un pasillo que conecta el dormitorio matrimonial y el baño y otra es el acceso a un pequeño dormitorio.
En el living hay una escalera que conecta con el piso superior en el que vive la hija de Alberto con su esposo e hijos; en ese espacio la distribución es similar a la de la planta baja, un dato llamativo es que la baranda de los balcones superiores fue construida por caños de agua que, al recibir los rayos del sol, permitían proveer de agua caliente a la cocina.
Además hay un sótano que ocupa todo el diámetro de la casa, el único ambiente al que le llegó el agua con la inundación de 2013.
Alberto confiesa que está acostumbrado a la curiosidad que despierta su casa y que cuando alguien le pregunta dónde vive siente cierto orgullo al decir “en la casa redonda”, sin tener que aclarar que eso queda en 5 y 38.
Las anécdotas de quienes se acercaron hasta el lugar para intentar conocer por dentro el inmueble o los gritos de algún transeúnte de “salí Ramonita cantate algo”, en alusión a la versión que circuló de que allí vivía la popular cantante folklórica, son solo algunas experiencias de quienes viven en la casa redonda.
“Muchos me preguntaban si la casa giraba, pero eso surgió por las ventanas, siempre hay alguna que recibe el sol, desde que sale hasta que se oculta”, aclara Sánchez.
Mantenimiento
Con cierto pesar Alberto señala que mantener la casa en la que imaginó que viviría hasta sus últimos días es muy costoso, mas cuando debe afrontar sus gastos con dos jubilaciones mínimas de 8500 pesos.
“Cuando nos mudamos a esta casa pintarla costó el equivalente a un auto cero kilómetro y ahora nos saldría lo mismo entre mano de obra y materiales; además hay humedad en el techo y lamentablemente la falta de mantenimiento hace que se deteriore día a día”, asegura.
Si bien hubo distintos emprendimientos inmobiliarios que le propusieron comprar la propiedad, Alberto y su familia se niegan a que esa joya arquitectónica sea fagocitada por un edificio similar a los que le dieron otro perfil al barrio Norte.
Una de sus ilusiones es que el inmueble sea declarado como parte del patrimonio urbano y que tal vez alguna empresa se interese en auspiciar algunos de los arreglos necesarios para dejarla otra vez “a punto”.
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