Una apuesta diferente

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Se reinauguró en la galería Depuramadre, de diagonal 93 Nº176, en City Bell, la exposición de Felipe Giménez, uno de los artistas más interesantes de la escena contemporánea argentina.

La muestra dio inicio en noviembre del año pasado, y en aquel momento tuvo una inauguración de esas que el artista detesta.

“El ritual de las inauguraciones de las exposiciones se me hacía demasiado obvio, un ritual que no tenía que ver con lo que quería transmitir: me gustaba ver la obra colgada, pero lo que ahí pasaba por momentos me remitía a un cumpleaños de 15, quedaba solo en el medio, una cuestión más de mi y entre los demás, que con la pintura”, explica el artista, que trabajó como psicólogo hasta el inicio del siglo, en diálogo con este medio.

Debido a este cansancio, cuando le propusieron continuar la muestra en la galería de City Bell hasta mayo, debido al impacto que había logrado, se decidió a realizar una reinaugración de la misma, pero rompiendo con el formato tradicional de inauguración y apostando a un formato con el que había jugado junto a su amigo músico Sebastián Del Hoyo: unir música y arte en una noche.

El experimento, titulado “Recital de pintura subtitulada” surgió cuando hace algunos años Giménez se fue de gira con sus cuadros a Europa, “y no tenía ganas de ‘fumarme’ solo las inauguraciones”.

Nació así la idea de llevar con él al músico de jazz marplatense, debido a que “a mí me inspiraba lo de él, y a él con lo mío le pasaban ciertas canciones”.

“Entonces decidimos cruzar, pero por placer, compartir espacios de música y pintura”.

Lo que ocurrió sorprendió al artista: en una de las primeras experiencias, “él improvisó sobre mis pinturas: y cuando empezó a improvisar yo empecé a ver los personajes que se movían”.

“Mi pintura es como una foto que detiene un movimiento, es como una narración pintada”, explica: “la idea es que con la música se genere una resonancia y que esa resonancia le genere un movimiento”.

Del Hoyo compuso diez temas para diez cuadros de Giménez, relacionado con las historias que pintó el artista, que, explica, trabaja con la pintura y también con lo textual.

“Trabajo con la línea, con el dibujo, el color, imágenes muy simples, y con el título hago un complemento entre texto e imagen”. De formación humanística, “la narrativa literaria me importa mucho”, dice Giménez, explicando que con el uso del título las palabras “remezclan” lo que se ve en el cuadro, algo similar a lo que ocurre con la música de Del Hoyo.

“El encuentro”, cuenta Giménez, “consiste en la proyección de los cuadros, y la música le da como cierto movimiento. La gente empieza a disfrutar del cuadro desde otra dimensión”.

Y en un momento, dice el pintor, ocurre una especie de iluminación en esa fusión de artes: “Aparece el título del cuadro, como en las películas mudas”, dice Giménez, “y se produce algo que es raro, distinto al ritual de la inauguración, que es genial, que descubrió Sebastián: en el tema de las percepciones, a lo primero que le quitás la intensidad es a la vista. Lo que logramos es que con música un cuadro te quedás más tiempo viéndolo; y lo más maravilloso es que eso es colectivo”.

Este experimento, surgido porque para el artista, más allá del hastío personal, le parecía importante “replantearse cómo estamos implicados en este tejido social” como artistas, es un gusto que se dan estos dos amigos de Mar del Plata cada vez que pueden y ya llegó a City Bell.

 

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