Hipocresía ideológica
Edición Impresa | 13 de Mayo de 2018 | 07:22

Por DR. JOSÉ LUIS KAUFMANN
Monseñor
Queridos hermanos y hermanas.
Las ideologías tienen su historia en los últimos siglos. Se trata del conjunto de ideas básicas que caracterizan el pensamiento y el proceder de una persona o un grupo de personas. Entre las que dejan más huellas pueden mencionarse el anarquismo, el nazismo, el fascismo, el nacionalismo, el liberalismo, el comunismo, el feminismo, el capitalismo, etcétera.
Por una parte, las ideologías tienen una base teórica que comprende el conjunto de ideas o principios a través de los cuales se juzga la realidad y los aspectos que deben ser transformados; por otro lado, esas teorías se complementan con un programa de acción por el que se afianzan las metas que se aspiran. En general puede decirse que se trata de una nefasta herramienta de control social para despojar al ser humano de su libertad y hacerlo parte de una masa manipulable.
Sin embargo, el bien no necesita de ideologías porque se enraíza por sí mismo en varones y mujeres con el más absoluto respeto por la libertad individual.
Los males producidos por la mayoría de las ideologías son incalculables. En el presente, una nueva ideología está minando la sociedad. Se trata de un nuevo anarquismo-comunismo y es conocida como “ideología de género”. Es la última rebelión del ser humano contra su propia condición de criatura limitada. Es decir que ciertos seres humanos en la actualidad pretenden liberarse incluso de las exigencias de su propio cuerpo. Su hipocresía está en sus mismas exposiciones, ya que pretender que lo blanco sea negro; o dicho de otro modo, se dan el lujo de llamar bien al mal y mal al bien.
El bien no necesita de ideologías porque se enraíza por sí mismo en varones y mujeres con el más absoluto respeto por la libertad individual
La mayoría de las ideologías mencionadas en el primer párrafo se fueron desgastando y debilitando hasta quedar reducidas a su mínima expresión. En cambio la ideología de género se está imponiendo: es una nueva tiranía política que está dañando mucho.
El Magisterio de la Iglesia viene advirtiendo desde hace varias décadas sobre la concentración del mal en diversas estructuras personales y sociales, y nos pone en guardia sobre la ideología tecnocrática, la dictadura del relativismo y la llamada cultura de la muerte. Pero, aunque la bajeza de la mundanidad humana rechaza hasta las palabras que denuncian su perversidad, cabe señalar igualmente que la Iglesia no callará y no cejará de poner todo su empeño para vencer las estructuras de pecado, como las llamaba san Juan Pablo II.
Es fácil detectar con objetividad que las diversas ideologías siempre son expresiones de la hipocresía, de la dualidad de vida, de la justificación del mal. Lo que el ser humano necesita no son ideas contradictorias que lo llevan a la autodestrucción, sino ideales lúcidos sin dobleces que lo conduzcan por sendas limpias para vivir con dignidad según los designios del Creador.
La Iglesia no tiene soluciones técnicas ante los efectos de las ideologías, pero se sirve de su experiencia dos veces milenaria y de su doctrina para ayudar a un conocimiento más preciso y a una mayor difusión del conjunto de principios de reflexión, de criterios de juicio y de directivas de acción.
La doctrina de la Iglesia, como afirma san Juan Pablo II en su Carta Encíclica Solicitudo rei socialis, “no es una ideología, sino la cuidadosa formulación del resultado de una atenta reflexión sobre las complejas realidades de la vida del ser humano en la sociedad y en el contexto internacional, a la luz de la fe y de la tradición eclesial” (n° 41).
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