Rosario Bléfari: “Todas las canciones son de amor”

A siete años de su último trabajo solista, pero apenas meses de su último y hermoso disco, lanzado junto a Julián Perla, de Mi Pequeña Muerte, bajo el nombre de Los Mundos Posibles, la inclasificable Rosario Bléfari, música, poeta, actriz, prepara nuevo material que adelantará esta noche en Casa Unclan, 5 entre 63 y 64, desde las 21.

“Es un disco de banda, Alejo Auslender en guitarra, Nicolás Merlino en el bajo, Federico Orio en la batería y yo en guitarra acústica y voz. Está grabado en el living de la casa de Orio, prescindí esta vez de estudio y Federico fue responsable del registro, que quedó excelente, por cierto”, adelanta en diálogo con EL DIA Bléfari, que llegará con esa formación a la Ciudad, para repasar además los clásicos de su repertorio como “Cuaderno”, “Lobo” y “Viento Helado” en una velada que abrirá el trío de guitarras de Javier Maldonado, German Giuliodoro y Boris Glombovsky.

El trabajo futuro de la voz de Suárez, mítica banda del rock independiente de los 90, “reúne canciones que fueron hechas, la mayoría, alrededor de 2015, y algunas de algún tiempo antes. Esto casi siempre me ocurre, hay un largo proceso entre que las hago y encuentro el tiempo y el modo de grabarlas”, revela la cantante. Las canciones del nuevo disco no están “en especial enfocados en asuntos amorosos”, una constante del repertorio de Bléfari. “Más bien tienen que ver con escenas donde quien narra está cerca pero afuera de la situación. Es una voz que acompaña. Las veo nietas de ‘Viento helado’ o de canciones de Suárez como ‘El imán’ o ‘Río de enero’”, cuenta.

Pero a pesar de que no son canciones de amor clásica, Bléfari revela el corazón de sus composiciones y dice que “todas las canciones son canciones de amor de alguna manera, porque eso a lo que llamamos amor es un sentimiento muy complejo e ilusorio, que “enracima” muchas emociones diversas... Podría decirse que se trata de la relación que establecemos con nuestro propio deseo, y eso afecta nuestra relación con el mundo, no solo con personas sino con animales, objetos, actividades, memorias, ideas, lugares”.

“Las canciones son maneras de decir, maneras entonadas, es decir que las palabras ya vienen con un tono que es la melodía y un ritmo, un tiempo, eso hace que sean muy útiles para comunicar lo complejo de cualquier mirada o sentimiento. Una canción de reclamo social o una canción de invitación al baile y a la diversión, puede ser escuchada como una canción de amor. Y una reflexión sobre el amor es filosófica y social. El mejor ejemplo es la canción de Víctor Jara, “Te recuerdo Amanda”, donde le habla a una mujer que va a encontrarse con su amor en esos pocos minutos que tiene de descanso en la fábrica. Es solo una escena y cuántos elementos y sentidos aparecen, el solo señalarla, elegirla, es decir algo”, agrega la inquieta artista que además de su obra musical ha trabajado en cine, publicado obra literaria y ejercido el oficio periodístico.

Bléfari dice al respecto que “no sé si es una condición para el arte ser inquieta, porque creo que hay personas que se concentran en una sola cosa, en un lenguaje, y consiguen profundizar mucho y explorar desde ese lenguaje y con esos elementos. Pero hoy en día es más común que antes hacer diferentes cosas como yo. Marina Fages por ejemplo, es tan pintora como música y en ambos lenguajes consigue crear mundos y desplazarse, o Santiago de ‘El mató’”.

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Visto y oído

“Todas las artes tienen elementos en común: la observación, la creación de mundos, el ritmo, el trazo, los planos, la edición, la investigación”, dice, multifacética, aunque según propia confesión, con base letrada. “Escribir es para mí la raíz de todas las artes. Para mí, ojo”.

“Yo parto de ahí, otros lo harán desde el dibujo o desde la música. Después, desde la palabra, puedo irme a una u otra arte depende del material, del texto, a veces los pongo a prueba, veo cómo funcionan como canción o como poema”, revela su proceso. “Y a partir de esa elección trabajo ya dentro de ese formato olvidándome de su origen, que se desprende y queda atrás”.

La disolución de fronteras y categorías clásicas, y sus mitos circundantes, propia del siglo XXI, parece haberse llevado puesto en los últimos años también al rock, a sus hábitos, sus discursos, cierto sectarismo, algo que Bléfari y sus compañeros de Suárez (con los que promete una nueva reunión en septiembre) adelantaron en aquellos años ‘90 donde llegaron hasta a tocar de espaldas al público.

EL DISCURSO DEL ROCK

“El discurso del rock me es ajeno como cliché, su estereotipo me fue siempre ajeno, siempre nos reímos de eso. Nosotros y unos cuántos más. Ni siquiera quien sostiene su viejo discurso puede hacerlo en serio”, dispara, y agrega que “hace rato que venció el rock como discurso. Más aún después de Capusotto que hizo la didáctica de eso para reírnos juntos y por si alguien no se había dado cuenta aún”.

Eso, dice sin embargo, sobre el discurso: “Pero para muchos, el rock, no el discurso estereotipado del rockero, fue y es una forma de encontrar su identidad, un aviso de libertad. Al escuchar sus canciones, se encuentra una advertencia en contra de las complacencias de una vida esclava de costumbres, morales y estéticas impuestas por generaciones anteriores o por un estado represor, y cumple un rol de acercamiento al arte”.