Tres filmes valiosos y tres mujeres que pelean contra la soledad, la ausencia y el miedo

Edición Impresa

Alejandro Castañeda

Son tres filmes nacionales protagonizados, escritos y –dos de de ellos- dirigidos por mujeres, tres piezas recientes, sensibles y sugerentes, que abordan temas como la soledad, la marginación y las pérdidas.

ALANIS, de Anahí Berneri.- Alanis trabaja como prostituta. Tiene un hijo de año y medio y convive con una amiga. El departamento es vivienda y lugar de trabajo. Se turnan en todo. El nuevo film de Anahí Berneri, interesante creadora de “Por tu culpa”, se dedica otra vez a rastrear el mundo hostil que acecha a dos madres acorraladas por una realidad que no da tregua ni salidas.

Film crudo, duro, sensible, de un realismo extremo. Dos policías disfrazados de clientes allanan el lugar. Detienen a la amiga y dejan en la calle a Alanís y su bebe. Sin ropa, sin celu, sin plata. Pero no se entrega. Está acostumbrada a remar contra la corriente y en aguas profundas. ¿Dónde ir, qué ponerse, qué hacer?

El relato no se ocupa ni de la trata ni de husmear en el bajo mundo de la prostitución. Y está más allá de cualquier alegato feminista. Retrata a una muchacha que eligió ese camino y hace de su cuerpo su lugar de trabajo. El film vale como un retrato potente y verosímil. Y por la autenticidad que Sofía Gala Castiglione le da a su personaje. Las preguntas y las carencias acechan a esta madre que tiene a su cuerpo como única posesión. ¿Eligió o fue elegida?. Todo le suma problemas y dudas a esta madre que sólo tiene a su hijo como guía y faro. No hay golpes bajos ni quiere inspirar piedad. Muestra y duele. Todo está allí y es suficiente. La búsqueda de un lugar para vivir es la búsqueda de un destino. Para Alanis, el ocupar y el deambular, es recorrida y rumbo.

LA LUZ INCIDENTE.- De Ariel Rotter. Luisa se quedó viuda. Tiene dos hijas mellizas. Su marido murió en un accidente. De a poco, muy de a poco, se va reencontrando con una realidad empapada de dolor, que no la deja hacer otra cosa que pensar, extrañar, sufrir. Su mamá le pide que salga, que rehaga su vida, que conozca alguien. Es una mujer joven. Pero no hay lugar para otro cuerpo cuando el que no está ocupa todos los espacios. El film retrata con mucho pudor ese vacío. Es en blanco y negro. Y tiene pocos exteriores porque es esa casa la que la mantiene inmóvil y pendiente. Erica Rivas cumple otro trabajo de rigurosa factura.

Luisa sale a la calle y conoce un hombre ansioso por formar una familia, una persona buena y algo invasora que avanza a toda marcha. Pero Luisa necesita ir de a poco. Necesita pensar, hacer una pausa, aunque de a poco el olvido empieza a ceder lugares y la idea de recomenzar, aunque algo forzada, gane terreno. Hasta la mejor promesa de felicidad y nuevo amor debe esperar cuando la perdida se apodera de todos sus sentimientos.

El amor exige siempre un alto precio. Tan necesario cuando está, tan insoportable cuando desaparece. Y Luisa lo sufre en cuerpo y alma. Y mira el mañana como un territorio donde por ahora sólo hay esperanzas y más preguntas que avances. Un film pudoroso, serio, melancólico, austero. No hay gritos ni llantos desesperados. Luisa recorre esa casa desolada en medio de una tristeza que ocupa todos los rincones. Es que el dolor también sabe expresarse con silencios.

LA REINA DEL MIEDO, de Valeria Bertucelli.- Promisorio debut de una actriz que se ha probado en varios registros y aquí se hizo cargo del libro y de la codirección. Robertina está en plena crisis: anda muy mal con su marido (“no sé si fue de viaje o me dejó”), está a pocos días de estrenar un unipersonal y tiene a su mejor amigo agonizando en Copenhague. Sus miedos van más. Y lo mejor que puede hacer es disparar.

Lejos de su casa, el dolor le enseñará el rostro del verdadero miedo, pero también la chance de una reencarnación que le puede dar esperanza a esa vida llena de inseguridad y ausencias. ¿Qué hacer? Robertina vive en un tembladeral. Está perdida y ella misma no acierta dónde extraviarse para poder empezar de nuevo. La única forma es romper con el ayer.

Su trabajo como actriz es magnífico, con esos tics que orillan siempre el absurdo, distraída, llorosa y desordenada, una mujer desolada que siente que el miedo es su única compañía. Como directora, se hace valer.

“La reina del miedo” es un filme de clima más que de situaciones, de refinada y precisa construcción visual, un film que saca de lo cotidiano las notas más angustiantes y disparatadas. Sin teatro, sin esposo y sin amigo, solo la fantasía de una reencarnación (un recomienzo) parece sostenerla. Siente que se ha quedado sin nada y quiere trasplantar sus afectos y sus intereses. Como hizo con ese árbol de su jardín, que estaba tan mustio como su alma. Y al final hasta le da la llave de su casa (¿y de su esperanza?) a un hombre nuevo que aparece o lo imagina, tan deseado y borroso como todo porvenir.

El cine nacional suma cada vez más filmes valiosos dirigidos por mujeres

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE