El hombre que eterniza los instantes

Salvador “Chochó” Santoro, fotógrafo. La realidad de las últimas seis décadas desfiló frente a su cámara: políticos, vedetes, escritores, deportistas. Del Bernabeu al estadio de Victoriano Arenas Pág. 2

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Por MARCELO ORTALE
marhila2003@yahoo com.ar

A lo largo de más de sesenta años Salvador “Chochó” Santoro le sacó fotos al mundo, porque nació y vive para eso. La realidad desfiló frente a su cámara, pero él corrió más veces a la realidad para alcanzarla, para capturarla en el momento justo en el que el fotógrafo-periodista debe estar allí, como el cazador ante su presa.

Artistas, presidentes, escritores notables, científicos, sabios, gente del común, choques, incendios, inundaciones, todas las personas y todos los hechos fueron retratados por Chochó en estas más de seis décadas que lleva de fotógrafo profesional. Y ahora costó un triunfo lograr que Chochó estuviera del otro lado de la cámara, enfrentándola. Hubo que apelar a dioses exóticos para convencerlo. Tiene una humildad natural e irreductible.

“El periodismo me enseñó que un día ganás por nocaut y al día siguiente estás besando la lona...Nunca me creí nada excepcional…Cubrí, entre otros mundiales de fútbol, el de Italia en el 82. Hice la final en el Bernabeu de Madrid, entre Italia y Alemania. Todo un lujo. Cuando volví al diario, a los dos días estaba buscando llegar al estadio de Victoriano Arenas, un club de Primera D cuyas tribunas tenían capacidad para 1500 espectadores y estaba ubicado en una suerte de isla, rodeada por el Riachuelo...El pasado o el prestigio no sirven en el periodismo: tenés que salir a ganar todos los días”, cuenta con su sonrisa de siempre.

El padre de Chochó, Jacinto Luis Santoro, era un fotógrafo socialero, de casamientos, cumpleaños y otras fiestas, de mucho renombre. Y su hijo, a los 14 años empezó a trabajar a su lado, de iluminador: “Yo sostenía la lanza que tenía las lámparas. Había que dar luz para que enfocara y sacara. Las lámparas valían una fortuna y duraban dos horas. La máquina del viejo era una Voingtlander que sacaba entre 12 y 16 fotos por rollo, así que llevábamos un bolso lleno de rollos”

Antes de cumplir veinte años, se fue a Brasil. Allí presentó sus carpetas de fotos en “O`Cruceiro”, una especie de Life latinoamericana y lo contrataron de inmediato. Trabajó en Rio de Janeiro cuatro años. Después trabajó para la revista semanal carioca “Manchete” y allí estuvo hasta 1962: “Nunca pedí trabajo, en realidad. Me lo daban, o aparecía…De Brasil me volví cuando el bloqueo a Cuba…Se temía lo peor y yo me dije qué hago acá, mis seres queridos están allá y a ver si empieza la guerra mundial…Así que me volví, aunque después, a poco de llegar, el conflicto aflojó y yo me arrepentí…”.

EL DESFILE

Ya en este diario, su vida profesional se volvió intensa y cambiante. Tuvo un período especial cuando en la década del 80 se dedicó a fotografiar a todas las entonces jóvenes promesas de la farándula: Moria Casán, Graciela Alfano, Adriana Aguirre, Valeria Lynch…Empezaba en la Argentina la era del destape y Chochó conserva de esa época un álbum colorido y elocuente. Habría que consignar aquí que todas las actrices nombradas se deshicieron siempre en elogios con Chochó Santoro, por la amabilidad y el respeto con que encaró esos retratos.

En esa época, cuando inició sus veintitrés temporadas de verano consecutivas en Mar del Plata, retrató y conoció a los grandes de las tablas (Olmedo, Porcel, Portales y tantos otros) y cubrió, además, el trágico caso Monzón. Mientras tanto, en los meses “hábiles” retrataba a Balbín, al entierro de Perón, a Alfonsín, Ménem, estuvo en el incendio del Argentino, fotografió todos los famosos deportistas, a gobernantes y personalidades de las últimas décadas.

En la casa de Chochó en Tolosa, que comparte con su mujer Alma –con la que tuvieron tres hijos, Marina, César (fotógrafo de El Día) y Adriana, con dos nietos (Augusto y Octavio)-, existe una colección de una veintena de álbum y miles de negativos. Hay varios álbumes de fotos artísticas (pescadores de Punta Lara, gauchos, una serie de Borges en su departamento porteño, carros, fotos de óperas en el Teatro Argentino) de estremecedora belleza, que justifican los reclamos de conocidos para que Chochó organice alguna exposición de su obra.

¿Cuál es la mejor foto que pudo haber sacado y no sacó? Chochó reflexiona y de pronto sonríe, porque encontró la respuesta: “la de Borges en camiseta de manga corta…”. Allí cuenta que lo fueron a entrevistar con el periodista Marino Escobar, que era verano y llegaron a la hora del almuerzo. “La mujer que lo atendía le dijo que debía comer y entonces Borges se fue a su habitación y volvió vestido así…Soy ciego, dijo, y voy a tomar mi sopa de verduras…Le ruego que no me saque fotos…Y yo respeté su pedido”.

De pronto recuerda a una de sus fotos más divertidas: en la imagen se ve a un grupo de bomberos combatiendo un incendio en una suerte de patio. “Yo iba en mi moto por calle 3 entre 51 y 53, justo cuando salía una autobomba llena de bomberos tocando sirena en medio de un gran operativo. Los empecé a seguir, la autobomba tomó por 53, fue hasta 6, retomó 51 y yo me preguntaba dónde era el incendio, cuando la autobomba dobló por 3 y entró a gran velocidad al mismo Cuartel de Bomberos del que había salido…había una humareda enorme…Yo entré con mi moto y empecé a disparar fotos y un bombero que conocía me avisó…Chochó…mire que es un simulacro…”

EL ESTILO

Santoro recuerda como sus guías a los viejos fotógrafos de EL DIA, Dascanio, Casalánguida y Di Bastiano. “Me enseñaron a respetar a la imagen”. Ahora se muestra preocupado por el futuro de la fotografía profesional.

“Yo digo que en la Argentina hay 40 millones de fotógrafos, que es el número de celulares, como mínimo uno por habitante. Cuando voy al café, veo que todos mis amigos muestran fotos de sus hijos, de su familia, fotos de todo sacadas por ellos. Y los celulares sacan muy bien, son de excelente calidad. Antes había que tener revelada la foto de ayer. Ahora las fotos circulan en milésimas de segundo”.

Hijo de conocido fotógrafo, con un hermano, Kiko, jubilado también como fotógrafo profesional, con su hijo en el mismo oficio, Chochó –premiado por varias entidades internacionales y nacionales de fotografía- sigue, como “El Perseguidor” de Cortázar, fiel a su camino y sin apartarse de la huella, con su máquina siempre disponible para eternizar el instante.

 

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