Violencia contra la vida

Edición Impresa

Por DR. JOSE LUIS KAUFMANN
Monseñor

Queridos hermanos y hermanas.

La muerte ingresó al mundo de un modo violento, por el crimen de Caín que le quitó la vida a su hermano Abel. Esta primera muerte está narrada con especial elocuencia en los orígenes de la creación; pero se vuelve a escribir sin tregua y con degradante frecuencia en la historia de la humanidad… El mismo ser humano, al darle la espalda a Dios, se convirtió en enemigo de sus semejantes.

El Evangelio de la vida – proclamado al inicio, con la creación del ser humano a imagen de Dios para un destino de vida perfecta y feliz – está en flagrante contradicción con la experiencia vulnerante de la muerte que entra en el mundo y oscurece el sentido de toda la existencia humana. La muerte es consecuencia del pecado y de la instigación del diablo.

La Sagrada Escritura proclama enfáticamente que “Dios no ha hecho la muerte ni se complace en la perdición de los vivientes… Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla” (Sab. 1, 13; 2, 23-24).

“Dios creó al hombre para que fuera incorruptible y lo hizo a imagen de su propia naturaleza, pero por la envidia del demonio entró la muerte en el mundo, y los que pertenecen a él tienen que padecerla”

 

A semejanza del primer fratricidio, en cada homicidio se quebranta el vínculo que agrupa a los humanos en una única familia, en la que todos tienen parte en el mismo bien fundamental, que es la idéntica dignidad personal.

Además, muchas veces se quebranta también el vínculo de la carne y de la sangre; por ejemplo, cuando los padres producen la muerte del hijo, como sucede con el aborto; o cuando, en un contexto familiar se favorece o se procura la eutanasia. También este modo de proceder es consecuencia de una hipocresía generalizada.

En la raíz de cada violencia contra el prójimo se da lugar a la “lógica” del demonio, es decir, de aquella criatura espiritual que “desde el comienzo fue homicida y no tiene nada que ver con la verdad, porque no hay verdad en él”, como afirma Jesús (Jn 8, 44).

El valor de la vida, así como la violencia contra ella, no son asuntos meramente religiosos o de índole personal. También lo son, sí, pero ante todo se fundamentan y están enraizados en la dignidad de la persona que la misma naturaleza le confiere en cuanto tal. Por lo tanto, aquellos ideólogos que pretenden imponer la cultura de la muerte, argumentando que los valores de la vida pertenecen a la esfera de lo íntimo o de lo religioso, se amparan en excusas falaces e indignas, que no tienen ninguna consistencia, ya que soslayan la ley natural.

La inmoralidad, con sus políticas de ilegalidad y de corrupción, vulnera la convivencia social y la democracia, e inunda el quehacer cotidiano de la gente con la violencia contra la vida en sus diversas manifestaciones: de la delincuencia y criminalidad organizada a la droga, de la industria de la pornografía a la violencia y al abandono de los niños, del aborto a la marginación de los ancianos, de los más débiles y de los más necesitados…

Nuestra Patria tiene la urgente necesidad de renovarse y optar por la vida: todos lo piensan y todos los reclaman. Pero, ninguna sociedad puede renovarse si no se renueva la vida moral, personal y social. Todo es posible cuando cada uno elige la coherencia en la verdad.

Toda violencia es contraria al equilibrio de la naturaleza.

 

Las noticias locales nunca fueron tan importantes
SUSCRIBITE